Capítulo 12

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Tic, tac.

Tic, tac.

Tic, tac.

Por alguna razón aquel sonido me exaspera. El maldito reloj no se silencia y lo único que hace es ese maldito sonido incesante. Su patrón perfecto me desquita. Hay gente que contando los segundos encuentra paz, yo siento que me ahogo a cada tic y tac que el segundero hace. Como si estuviera encerrada en una habitación sin ingreso de aire y a cada segundo siento que la cantidad de oxígeno fuera menor.

Tic, tac.

No lo aguanto más. El endemoniado aparato termina en el piso del otro lado de la habitación, roto después de golpearse contra la pared. No me arrepiento de haber detenido el maldito sonido. Sin embargo, me arrepiento de haber roto el aparato, seguramente alguien lo compró con buenas intenciones y esperando que la próxima persona que habitará entre estas cuatro paredes fuera normal y no tuviera problemas graves.

Los tic y los tac son un mal presagio para mí. Si puedes escucharlos, significa que todo lo demás está en silencio y eso nunca es bueno. No importa cuánto anheles estar en silencio y tranquilidad, estar en completo silencio es la calma antes de la tormenta. Todos tenemos algo que nos lleva al borde del abismo y para mí eso es el silencio.

Aprendí a vivir rodeada de ruidos, siempre había algo que tapará mis pensamientos, mis recuerdos y con ellos, mis demonios. No hay mayor tortura que el silencio.

—¡¿Todo bien?!— un asustado y sin respiración Alex entra en la habitación, pero mi mirada no se separa del reloj roto.

—No se calla— susurro. Odio esto, odio seguir escuchándolo.

Tic, tac, tic, tac, tic, tac. No se detiene.

Es como si las malditas agujas siguieran moviéndose, aún en ese aparato maltrecho y destruido. Yo sé que lo más probable es que no este sonando, que ya se haya detenido, pero mi mente sigue repitiéndolo, siguen sonando los tic y los tac. Los recuerdos zumban en los límites de mi memoria. Puedo sentir olores, sonidos, luces que no están aquí. Todo siguiendo el ritmo que el tic, tac marca.

—Haz que se detenga— le pido al morocho, que no parece estar entendiendo la situación.

"No lo escucha" me susurra mi subconsciente. ¿Cómo no va a escucharlo si a cada segundo el ruido es más alto?

—¿Qué le pasa?— Kyle entra en escena, quedando detrás de su amigo. Ambos no comprenden la situación, pero el tic, tac es cada vez más fuerte, es cada vez más veloz.

El aire empieza a faltar. No era solo una imaginación, el oxigeno está desapareciendo de la habitación. Debería de lucir mucho más asustada, debería de demostrar que estoy asustada. Pero no puedo, no sé si es algo instintivo, si los instintos animales que todos tenemos me obligan a no demostrar mi debilidad ante ellos.

No es la primera vez que esto me pasa. No creo que sea la última. Cada una de las personas que ha estado presente cuando esto me sucede me ha dicho que vea un especialista. No lo hice en el momento, no pienso hacerlo ahora. No estoy loca. Probablemente es el estrés, o los nuevos sucesos que han estado sucediendo. Fueron muchas emociones en muy poco tiempo, muchas cosas nuevas sin aviso previo.

Los cambios bruscos no son buenos. No reacciono bien a los cambios tan imprevistos. No me gusta planear las cosas, pero tampoco me gusta romper el esquema que mi mente crea con anterioridad.

Entonces, el tic, tac se vuelve más fuerte cuando lo comprendo. Esto no es algo de un día, esto no es algo que va a desparecer de la noche a la mañana, ni con unas copas. Esto va a ser más duradero.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora