Capítulo 32

948 70 1
                                    

El camino de regreso al campus se hizo eterno. Todos estábamos cansados y sin ganas de regresar a la universidad. Ahora que por fin he conocido el mar, tengo que regresar a estudiar. Que feo que es esto. 

Por otro lado, gracias a que ninguno de los chicos tenía ganas de hablar, el viaje fue bastante tranquilo. 

Ahora estamos cada uno ocupándose de sus propios problemas. O eso están haciendo los demás. Yo me encuentro tirada en el sillón del salón con la televisión prendida en algún canal al cual no le estoy ni prestando atención. 

No sé ni que horario es y tampoco me importa porque realmente me encantaría morir en este momento. Me arde el cuerpo y el calor de la habitación no ayuda a sentirme mejor. El estómago me da vueltas y siento que mi cabeza va a explotar. ¿Por qué nací mujer?

Odio todo lo que tenga que ver con la menstruación porque mis síntomas son demasiado variados. He tenido grandes períodos de tiempo donde soy muy irregular y otros donde me viene cada 28 días exactos. Los dolores varían de mes en mes. A veces pueden ser tan potentes que no me permiten seguir con el día a día y otras veces ni los siento. 

No quiero mencionarles nada a los chicos porque no lo entenderían y dirían que estoy exagerando. Muchas mujeres pasan por esto todos los meses como si fuera una rutina normal, solo tengo que aprender a olvidarme del dolor. 

—¡La cena está lista!— grita Stephan desde la cocina—. ¡Ayuden a poner la mesa!

No presto atención a nadie cuando pasan cerca mío para poder ir a comer. No tengo ganas ni fuerzas para levantarme. Me gustaría poder dormirme y olvidarme de esto por un rato, pero se siente como si alguien estuviera clavándome un cuchillo en el útero. 

Odio el primer día del ciclo. Definitivamente, odio ser mujer. 

—Vamos a comer, Becca— me dice Alex apagando la televisión. 

—No tengo hambre— me excuso. Es cierto que no tengo hambre solamente que evito explicarle que es porque podría vomitar en cualquier momento. 

—Tienes que comer igual, ya hablamos de esto. Tienes que subir de peso— se acerca a mí para ayudarme a levantarme, lo único que recibe de mi parte es un movimiento de cabeza. 

—Me siento mal— por ahí así puedo sacármelo de encima—. Creo que tengo un pequeño virus. 

—¿Qué te duele?— me pregunta y apoya su mano en mi frente. Rezo para no tener mucha temperatura. 

—No es nada. Un pequeño virus— intento separarme de su mano y agarro la manta del sillón que está básicamente como decoración y la uso para taparme un poco. Tengo mucho frío. 

—Becca, estas ardiendo— exclama sorprendido.

—No pasa nada— le respondo tranquila. 

—¡Adam! ¡Stephan!— grita Alex mirándome preocupado. 

—¿Por qué gritas?— le pregunto malhumorada. No ayuda con el dolor de cabeza. 

—¿Por qué tienes que interrumpir el momento de la comida? ¿No podemos tener los problemas después de comer?— se queja Stephan mientras se acerca a nosotros. 

—Vayan a comer, acá no pasa nada— les digo volteandome, quedando de espaldas a todos. 

—No sé qué tiene— explica Alex—. Está ardiendo y no se le ve bien. 

—Muchas gracias, siempre subiendo el autoestima de todos— le reprocho. 

—Si ella dice que no es nada, no debe de ser nada, Alex— indica Adam. 

—Alguien que me apoya. Gracias— digo algo ofendida. 

Alguno de ellos se acerca a mí y me maniobra a su antojo para dejarme acostada mirando al techo. 

—Espacio personal— me quejo con Stephan que no sacó sus manos de encima mío sino que ahora puso una sobre mi frente. 

—Estás demasiado caliente, Becca. Lo siento pero vamos a tener que sacarte esta manta y llamar a un médico— me explica quitándome lo único que intenta evitar que me muera congelada. 

—No quier médicos— me quejo haciendo un puchero—. Esto es cosa de chicas. Está todo bien. Mañana se me habrá pasado. 

Alex se queda mirando a Stephan expectante de una respuesta. Se le nota preocupado. ¿Tendrá miedo que alguien le diga algo porque es mi tutor legal? Debe de estar arrepintiéndose de ser la persona responsable de mí ante la ley. 

—Si es eso, solo queda intentar bajarle la temperatura y darla algún analgésico para el dolor— indica Adam con los brazos cruzados. 

—De todas formas deberíamos llamar a un médico, por si acaso— explica Kyle. ¿Cuándo llegaron todos a la habitación?

—Médicos no. Tomaré lo que sea, pero médicos no— hago un puchero igual al de un niño pequeño. 

—Está bien, pero vas a tener que ir a darte un baño frío— me ordena Adam. 

—No quiero moverme, estoy muy cansada— vuelvo a quejarme. Deben de odiarme por ser tan molesta. 

Unos brazos me alzan como si fuera una princesa mientras el resto camina a diferentes lugares. El cansancio me está nublando la mente porque no puedo ni quiero reconocer a ninguno o entender qué están haciendo. 

Me sientan en el piso de la ducha y prenden el agua helada, pero ni siquiera tengo fuerzas para quejarme, solamente quiero desaparecer por un rato y dejar pasar esto. 

—Necesitamos un poco de ayuda de tu parte para que te tomes la pastilla, ¿sí, Rizos?— Kyle está frente a mí, mojándose por el agua de la ducha. No puedo evitar reírme de la situación—. ¿De qué te ríes?

—Deben de estar muy arrepentidos de haberme adoptado— le respondo entre carcajadas sin pensar mis palabras.

—Claro que no, cariño— me dice moviendo con su mano el pelo de mi cara—. No nos arrepentimos de nada. 

—Los Tohmson lo hicieron, es solo cuestión de tiempo. 

—Claro que no, cariño. Nosotros queremos que sigas con nosotros— me explica. Me muestra su mano en donde tiene la pastilla para aliviar el dolor y en la otra tiene un vaso de agua—. Ahora, vamos a tomar esto para poder estar mejor, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza agarrando lo que me ofrece y tomándolo sin quejarme. 

—Ahora tiene lógica que hubiera estado tan sensible últimamente— pienso en voz alta. Kyle se ríe de mi conclusión. 

—Es eso o solo eres una llorona— se ríe de mi cara ofendida y yo lo empujo haciendo que caiga sobre el agua. No puedo evitar reírme con la cara que puso. 

—Me parece que te mojaste— le digo. 

Ambos nos reímos. El momento es realmente lindo. 

El cansancio empieza a tomar partido sobre mí y me relajo bajo el chorro de agua de la ducha. 

—Cariño, no te duermas, por favor— me pide Kyle tratando de hacer que le preste atención. 

—Pero tengo mucho sueño— le explico. 

—Está bien, pero voy a tener que encargarme de secarte para que no mojes la cama— se resigna a la realidad. No importa lo que él haga, me voy a dormir igual. 

—De acuerdo— le respondo y me apoyo en la pared para poder dejarme llevar por la inconsciencia.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora