Capítulo 6

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—¿Qué pasa?— pregunta Jack confundido mientras yo me vuelvo a acostar en la cama y me permito intentar volver a sentir los brazos de Morfeo.

—Nada— le respondo cortante. Sé que no es su culpa, pero tengo un humor de perros.

No puedo quitarme la ira del organismo, no puedo pensar con claridad y menos volver a dormir. Lo único que quiero hacer es aferrarme a los niños y no soltarlos jamás. Y, ahora, con los ojos cerrados y pensando en un plan para quedarme, noto que aunque luche ya nada servirá. Los papeles están firmados y yo no puedo hacer nada contra eso.

Me levanto y subo a la litera superior, donde Moni está leyendo el mismo libro de ayer. Ella está tan concentrada que ni siquiera nota mi presencia, así que me lanzo al ataque y le hago cosquillas. Quiero volver a escuchar la risa de mi angelito una vez más, aún si eso aumenta el dolor de cabeza.

—Basta... por favor— ambas no reímos como si nada malo sucediera y noto una pequeña lágrima por la risa saliendo de su ojito. Me detengo y le permito respirar.

—¿Sabes que te quiero como a nada?— suelto de la nada.

—¿En serio?— la timidez es un rasgo de ella que adoro.

—Síp— le respondo asintiendo de manera exagerada—. No quiero que nunca pienses que eres menos que nadie o que debes cambiar. Eres perfecta.

Siento los bracitos de la niña rodearme y le dejo un beso sobre el pelo con toda la dulzura que puedo. No quiero dejarla.

—Me voy a ir, cariño— le susurro aún aferrándome a ella.

—¿A qué hora vuelves?— pregunta dulce.

—No es eso. Me adoptaron.

—¿Qué?— ella intenta separarse de mí pero no se lo permito, si me quedo así puede que sea eterno. Lo único que logra es que yo vea su cara desconcertada y sus ojos llenos de lágrimas.

—Me tengo que ir, Moni. Yo no lo puedo decidir, no es algo que yo pueda elegir— las ganas de llorar son enormes, pero debo ser la fuerte aquí, debo mostrarle que nada malo está pasando—. Te juro que vendré a veros y que pensaré en ustedes cada minuto lejos.

—¿Por qué?— su voz suena entrecortada y triste mientras las lágrimas surcan sus dulces mejillas.

—No lo sé. Es así, aunque no queramos, es así.

—No quiero— su cuerpo vuelve a estar completamente pegado a mí y puedo sentir cómo mi corazón se resquebraja.

—Te amo, te amo, te amo— le susurro una y otra vez besando su pelo repetidas veces. Sé que eso no quita que me estoy yendo, pero quiero que sepa que la adoro y no es su culpa.

Los minutos pasan y puedo distinguir el momento en el que ella se tranquiliza un poco. Así que la separo, dejando un beso dulce en su frente y le seco las lágrimas con mis pulgares.

—Debo decirle al resto, Moni— le susurro dulcemente para que comprenda que solo me separo por ello. Ella me responde con un pequeño movimiento afirmativo de cabeza.

Bajo sin ganas al suelo y voy al fondo. Donde los gemelos, Sophie y Elizabeth están jugando a las cartas. La risa de Sophie causa una pequeña opresión en mi pecho. Esto duele. Sin embargo no demuestro en ningún momento que mi mundo se está cayendo a pedazos otra vez. Uno supone que después de haber perdido tantas cosas en la vida, volver a perder otra debería doler menos, pero no es así. Cada una de las veces que mi corazón se rompe me corto con los pedazos, cada vez que debo aguantar el terremoto que viene sin aviso a demoler mi mundo siento que moriré en él. Lo que aprendí con seguridad es que: el ojo del huracán es lo peor que le podría suceder a nadie. Cuando crees que no está pasando nada, que todo está mejorando, cuando estás bien. La tormenta que llega promete demoler cada pequeña esperanza que has creado en todo ese tiempo.

—Becca, ¿quieres jugar?— pregunta Eli dulcemente.

—No, vine a deciros algo— me quede callada un momento y todos posaron sus miradas sobre mí, mientras más tarde, menos real es—. Me voy hoy.

—¿Por qué?— exclama Sophie tan desconcertada como los otros cuatro.

—Me adoptaron.

—¿Y te vas?— susurra decepcionado Jake. Yo asiento con la cabeza sin decir nada más.

—¡Te vas con ellos!— me reprende Jack, sentado junto a su igual, la diferencia es que uno se ve completamente triste y desilusionado mientras el otro está que hecha fuego—. No lo puedo creer.

—Yo no lo puedo decidir. Si fuera por mí, me quedaría hasta la mayoría de edad, chicos. Pero ya firmaron los papeles, me tengo que ir hoy. Nora me ha echado de acá.

—Puedes quedarte aquí, con nosotros— susurra esperanzada Sophie pero yo niego con la cabeza rompiendo sus pocas ilusiones.

—¿Vendrás a visitarnos?—pregunta Jake.

—Siempre que pueda. Los quiero, chicos, nunca me olvidaría de ustedes.

Jake se levanta y me envuelve en un gran abrazo al que correspondo. Se nos unen Sophie y Eli, pero Jack se queda mirando al suelo enojado. Yo le trato de transmitir con tan solo mi mirada que no quiero dejarlo, que quiero quedarme, que esto duele demasiado. Él me devuelve la mirada y sé que no está enojado, tan solo no puede manejar bien la tristeza al igual que yo. Sin embargo yo debo guardarme mis sentimientos para que él aprenda que puede sentir cuando estoy cerca, que yo seré fuerte por él. Todavía observo el conflicto en su mirada, pero igualmente se acerca y me abraza.

Cuando termino con ellos, me dirijo al resto y les explico lo mismo. Las reacciones de cada uno son variadas, unos se enojan, otros parecen decepcionados y algunos demuestran su tristeza real. Yo finalizo todo sin dejar escapar una sola lágrima, sin dejar que todos vean que probablemente soy la que peor se encuentra.

Luego de la última despedida, comienzo a organizar bien mis cosas para poder partir. Con cada segundo estoy más cerca de dejar salir el dolor, pero observo a los niños que tienen aquel aire tan deprimente y decido que no me romperé. Volveré dentro de poco, allí no me van a aguantar cuatro meses.

No son las primeras personas que me adoptan y tampoco serán los primeros en dejarme de vuelta aquí. Ese pensamientos es algo triste y desolador, pero es cierto y sirve para que no sienta que estoy abandonando este lugar para siempre.

Al terminar todo, me dirijo al baño con una muda de ropa más decente y me dedico a cambiarme.

Frente al espejo, no logro distinguir nada en mi reflejo. La mirada que me devuelve la chica del otro lado parece haber perdido color, como si le hubiesen arrebatado la vida.

Siento que esta no soy yo, esta no es la Rebecca correcta, esta no puede ser mi vida. No quiero que esta sea mi vida, quiero poder ser feliz otra vez, quiero poder sentir esperanzas nuevamente y lograr hablar con emoción en mi voz. Quiero que la chica que me devuelva la mirada a través del reflejo pueda sonreír y decir que lo hace de verdad.

Pero esa no es mi vida, esa nunca va a ser la Rebecca de este mundo y eso me rompe un poco más cada día. Estoy rota y no hay nada que pueda cambiarlo, ya no hay nada que me incentive a cambiarlo.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora