Capítulo 1

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—¡Mocosos!— el grito de Nora podría despertar a cualquier ser vivo a un kilómetro a la redonda.

Los gemelos volvieron a hacer alguna de sus bromas y ella no parece muy feliz con ello. Estoy seguro que les va a dar el castigo de sus vidas. La última vez que hicieron una no comieron en tres días. Bueno, ellos sí comieron, yo fui la que les dio lo que tenía y se quedó sin comida.

Desde mi litera puedo ver a los dos diablillos. Están en la última litera del cuarto y se nota que ambos lloran de la risa. Están empezando la adolescencia y su etapa de rebeldía enloquece a todos en el hogar de acogida. Sin embargo, van a tener que comportarse mejor o las opciones de adopción van a pasar de poco probables a nulas. Tienen trece años, todavía hay esperanza.

Nora, la que nos cuidado, ingresa en el cuarto con seis literas y donde dormimos los doce chicos que estamos viviendo aquí. No puedo evitar soltar una carcajada al ver lo que le hicieron. Su pelo, comúnmente rubio y largo, se encuentra completamente verde.

—Esto lo van a pagar, ¿entendieron? — refunfuña hasta llegar al centro del cuarto, las risas desaparecen y la felicidad y gracia del momento son reemplazadas por el miedo—. Estoy segura de saber la respuesta, pero voy a preguntar igual. ¿Quién fue?

Nadie responde y nos quedamos todos mirando al piso. Parece que esta vez los chicos se pasaron de la raya.

—Si nadie responde juro que las cosas van a ponerse peo...— la amenaza queda en el aire cuando el timbre de la entrada interrumpe.

Nora sale aún más enojada, no es horario de visitas, y se escuchan sus pasos hasta la puerta principal. Mientras la mujer no está, los dos culpables se acercan corriendo a mi cama y se sientan frente a mí.

Cuando se ponen uno al lado del otro parecen dos gotas de agua. Ambos son flacos y escuálidos, como la mayoría de los que viven aquí, tienen el mismo pelo marrón y los ojos oscuros como el cielo en la noche. La mejor manera de diferenciarlos es que Jackson siempre está pulcro y con el pelo arreglado mientras su hermano lo tiene todo enredado. Todo el mundo sabe que Jackson es el responsable de los dos y Jacob, el payaso.

—Becca...—dice Jack, sentado a la derecha de su hermano.

—Querida Becca...—le continúa su hermano.

—No voy a decir que fui yo— los interrumpo.

—Por favor, por favor...— ruegan juntos. Cuando dicen las mismas cosas al mismo tiempo logran espantar a todos.

—No, deberían enfrentar las consecuencias de sus actos— les reclamo.

—Pero es que la vieja gorda debía reaccionar mejor. Es solo un chiste— se queja Jake.

—Ustedes saben que reacciona así. Siempre se enoja con nosotros. Además, saben que lo que ustedes consideran divertido, puede resultar exasperantes para el resto.

—Nos va a matar— me dice Jack.

—¿Y a mí no?— le reclamo molesta.

—A ti ya te odia. Además, te queda poco tiempo acá— se queja el de la izquierda.

Odio que use aquello contra mí. No quiero dejar a los niños acá pero me falta poco para cumplir la mayoría de edad y lo voy a tener que hacer igual. Los gemelos son los que peor se lo tomaron. Yo fui la que se encargó de cuidar de todos allí, siendo la mayor, pero ellos estuvieron conmigo desde el momento en el que llegaron aquí. No quiero que tengan que pasar por el mismo infierno que yo ya recorrí.

—Jack...—quiero volver a replicarle que yo no quiero dejarlos, pero Nora entrando nuevamente al cuarto me interrumpe.

—Y bien, ¿quién fue?— pregunta señalando su pelo. Sus ojos miran enfadados a los dos niños frente a mí.

—Fui yo— respondo tranquila. Si dejo que les haga algo me arrepentiré el resto de mi vida. Nora no separa los ojos de los chicos así que me levanto del duro colchón y me interpongo entre ambos bandos.

Puedo escuchar la puerta del cuarto abriéndose, pero no me giro a ver quién es. Mis ojos no se separan de la mujer frente a mí.

—Niña, no te metas en esto. Sé que fueron esos dos mocosos— exclama furibunda.

—No fueron ellos, fui yo— le repito—. Ellos no hicieron nada malo, yo soy la culpable y me hago cargo de las consecuencias.

—Becca...—susurra uno de los chicos desde la cama, pero no me volteo. Sé que se arrepienten de hacerme cargar con esto, pero tienen razón; yo me iré y mientras esté acá puedo seguir cuidándolos. Sé que todavía están aprendiendo que cada acción, provoca una reacción; sus intenciones no son malas.

—Está bien—le susurro en respuesta.

—¿Así que te haces cargo de las consecuencias?—pregunta Nora y asiento segura de mi decisión.

Veo la mano de ella elevarse hasta la altura de mi cara, pero en ningún momento bajo la cabeza. No le voy a dar ese placer también. Cuando el golpe está por llegar, solo cierro los ojos. Entonces, una voz desde la puerta del cuarto interrumpe el momento.

—Señora, yo que usted bajo esa mano antes de cometer un error— comenta un joven desde la entrada. Su camisa verde oscuro podría combinar con el pelo de Nora.

—Les dije que esperan en la sala, señor. Yo ahora me dirijo hacía allí— le responde tratando de ocultar su ira.

—Tenemos cosas importantes que hacer, así que preferimos que venga ahora— le repone sin esconder su malhumor, con una clara orden implícita en su voz.

Debe de tener veinte años, puede que un poco más, pero la valentía con la que le habla a la cuidadora deja quietos a todos en la habitación. Aunque muchos de los presentes nos hagamos pasar por valientes y duros, todos le tenemos un pequeño temor a Nora. Ella es la que puede dejarnos sin nada y, cuando tienes pocas cosas, cuidas todo como puedes.

—Ahora voy— comenta Nora con los dientes apretados.

—Después de usted— le responde el desconocido con una media sonrisa en el rostro y extendiendo su brazo a la sala. Su piel morocha hace resaltar sus dientes blancos y perfectos.

La mujer camina irritadahacia afuera y él la sigue después de dar una pequeña mirada a todos los allípresentes. Cuando quedamos solos, todo el aire que estaba conteniendo lograsalir de mis pulmones y me giro hacia los gemelos. Toda la habitación está ensilencio, ninguno de los doce dice nada.

Soledad entre la multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora