[miércoles 10:02 GMT]

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miércoles / 18:02 / China / Ciudad Portuaria "Cola de Dragon"Bazar, alguna parte de la vía "Mercadillo". 

-Su padre me despedirá si se entera que la trajimos a este lugar-Mencionó la guardaespaldas, al momento de bajar del humilde automóvil, la mujer llamaba la atención, pero quedó opacada cuando Antonella salió del vehículo y se puso de pie a su lado, era la protegida más alta que la protectora.

-En el mejor de los casos solo nos correrá del trabajo-Corrigió otro guardaespaldas, el hombre era más alto que la guardaespaldas, pero más bajo que la hija del jefe.

Ambos guardaespaldas lucían trajes informales, pero difícilmente podían ocultar su porte y físico, aunque su protegida los opacara en ambos aspectos.

Antonella sonrió maquiavélicamente al momento que le dirigió una mirada de: "Mejor no repitas ese comentario" al guardaespaldas, quien hizo una mueca de arrepentimiento y comenzó a mirar nerviosamente en todas las direcciones.

-A partir de este momento quiero que intenten pasar lo más desapercibido posible, estén atentos a los sonidos, si detectan alguna señal de violencia no esperen una orden para...-Se cortó a sí misma la protegida, pensó un leve momento y continuó-...Pase lo que pase, no quiero que esto llegue a ser desastre.

La pareja de guardaespaldas asintió con la cabeza y caminaron en direcciones contrarias lentamente, irónicamente no podían disimular su preocupación.

Antonella tomó un respiro y se adentró a paso decidido y rápido en la guarida de la banda responsable del robo, una casa aparentemente abandonada de dos pisos en una de las zonas comerciales más olvidadas por el estado de la zona.

A solo unos metros adentrándose en la casa "abandonada" se podían notar indicios de actividad, pasillos y habitaciones barridas mediocremente, restos de envolturas arrimadas en los ángulos de las paredes y un penetrante olor a humedad y tierra.

La hija del jefe caminaba intentando esquivar los obstáculos de su camino, que incluían mueblería rota, afiladas vigas y pisos inestables, pensaba para sí misma que odiaría tener que volver a ese lugar o alguna vez tener que vivir en ese estado. El lugar estaba en completo silencio si se dejaba de lado el bullicio de las calles, aunque cada paso que Antonella daba era delatado por un crujido y un eco que hacía resonar todo el edificio. Después de unas 3 habitaciones y dos pasadizos laberínticos, la hija del jefe escuchó la inconfundible voz de la "albina".

Al entrar en el dormitorio esperaba encontrarse con al menos tres de los intrépidos vándalos, armados con palos o navajas que usaban para cortar alimentos y que nunca habían tenido el valor de usar contra seres humanos, por ahora al menos, aun eran muy jóvenes para ello. Antonella supuso que la pandilla estaría muy asustada al entender la gravedad de aquella incursión, incluso llegó a creer que la atacarían a penas la vieran, pero en lugar de ello solo se encontró con una persona: La "albina", parada y mirándola a los ojos, con un extraño aparato en sus manos.

-Lo siento, lo siento, lo siento...-Repetía la harapienta chica, con algunas lágrimas que eran fáciles de ver ya que limpiaban el rostro de la niña mientras caían por su mejilla.

La hija del jefe se acercó e impuso su enorme presencia ante la pequeña "albina", pareciese que la pequeña harapienta estaba a punto de derrumbarse, temblaba y algo de mucosidad salía de sus fosas nasales.

-No te vas a disculpar en esa forma tan deplorable, Yamato-Dijo Antonella, suavizando su voz y extendiéndole un pañuelo a la pequeña niña "albina".

Yamato, la "albina", tomó el pañuelo y lloró ahogadamente en el pañuelo mientras se limpiaba con él, parecía seguir diciendo: "Lo siento"

-Mordiste la mano que te da de comer-Continuó la hija del viejo jefe, suavizando aún más sus palabras-...pero estas aquí...

-No tuve control sobre ellos-Se justificó Yamato, intentando controlar sus sollozos-Nos prometieron dinero y...

-...Y fuiste con ellos, los ayudaste, a pesar de todo lo que hice por ustedes-Castigó Antonella, quien, a pesar de tener razones para explotar, mantenía un tono maternal y sorpresivamente dulce con la pequeña-...pero sigues aquí, esperabas que llegara...

La "albina" extendió sus brazos con el aparato, su rostro reflejaba un mensaje: "Me arrepiento"

-...Fui con ellos, porque era la última vez que estaríamos juntos-Respondió Yamato, volviendo a derramar algunas lágrimas-La persona que nos dio las indicaciones... nos dijo que después de esto tendríamos que huir a donde no pudiesen encontrarnos.

Antonella se quedó pensando en las palabras que acababa de escuchar, el mundo de los negocios de transporte de cargas siempre estaba plagado de personas "deshonrosas", siempre intento evitarlos, aunque comenzaba a encajar ciertas piezas con otros incidentes.

-Yamato...-Dijo la hija del jefe, con una voz algo temblorosa- ¿Alguien más sabe de esto? ¿Tus compañeros saben que te quedaste aquí?

La "albina" negó con la cabeza, también se asustó al ver que la imponente Antonella parecía algo nerviosa.

-Niña, no deseo asustarte más de lo que ya estás-Sentenció la hija del jefe, ahora con voz segura y a la vez dulce, terroríficamente dulce-Te doy una oportunidad y será la última, pero tienes que hacer exactamente lo que te diga.

Yamato asintió asustada y escuchó atentamente lo que Antonella le dijo, procurando memorizar sus instrucciones e intentando sacar valentía a pesar de conocer en parte el real peligro en el que se podía encontrar.

PRELUDIO - PóstumoWhere stories live. Discover now