[miércoles 10:17 GMT]

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miércoles / 18:17 / China / Ciudad Portuaria "Cola de Dragon"Bazar, alguna parte de la vía "Mercadillo", sistema de alcantarillado y desagüe. 

Yamato era resaltante por su cabello plateado, ojos grandes y blanca piel, que por la mugre y polvo habían adquirido un tono café; aunque las personas que más la conocían sabían que la apariencia de Yamato no era nada comparada a su habilidad para ser escurridiza, pequeña y ágil, la niña era experta en huir y esconderse, habilidad que le había procurado supervivencia desde que llegó a China como polizonte en una embarcación. Sin muchos recuerdos de su pasado, la "albina" se hizo de una reputación de vándala, junto a otros huérfanos que sobrevivían robando para vivir, sin un futuro brillante por delante, la niña solo tenía algo seguro, sus amistades que ese día ella había abandonado porque no podía irse sin más, no sin antes hablar con Antonella.

Para mantener su conciencia casi limpia, la pandillita dirigida por Yamato robaba usualmente a los grandes mayoristas del puerto, entre ellos estaba la compañía del padre de Antonella; durante un par de ocasiones fue acorralada, sacrificándose como señuelo por sus compañeros menos habilidosos, pero solo una vez fue atrapada; por la gigantesca y atlética hija del jefe de la empresa. Contrario a lo que el rostro severo y la postura erguida de la imponente Antonella pudiese expresar, Yamato solo fue "castigada" con una muy larga charla de moralidad por parte de su captora, además de algo de ropas de segunda mano y comida que se llevo a casa aquel día. Yamato no se atrevió a contarle a sus compañeros sobre su amistad con Antonella y fue vitoreada por supuestamente haber conseguido escapar de "la gorila" y robar aún más mercancía.

Desde aquel día, Yamato siempre encontraría semanalmente una caja puesta al alcance de sus habilidades con ropas de segunda mano, artículos de aseo o medicina, comida enlatada y algunas frutas frescas; fueron meses en los que la pandilla de la albina pudo vivir tranquila y dejaron de robar, disfrutando su niñez perdida con juegos y conversaciones, a pesar de la pobreza y de los contratiempos como enfermedades o accidentes.

Yamato y Antonella conversaron en contadas veces, en secreto, cultivando una amistad profunda. "La albina" llegó a admirar a la hija del jefe; le tenía mucha estima.

Mientras se arrastraba por una maloliente alcantarilla, Yamato se concentraba en las palabras Antonella y en la promesa que le había hecho: "Si esto sale bien, ya no tendrás que vivir sola... aquí"; no sabía si ello significaba que Antonella la adoptaría, o si la llevaría con otra familia o a un orfanato, en esos momentos no le importaba; solo se dejó llevar por la posibilidad de vivir con la persona que admiraba.

La jovencita "albina" se ensució tanto con mugre que su cabello se torno color marrón, sus harapos se cubrieron de una capa de lodo y le dolían los ojos por la tierra. Salió de la alcantarilla a una cuadra de su guarida, sus codos y rodillas le ardían terriblemente, pero con su nuevo atuendo paso desapercibida entre otros vagabundos. Caminó y caminó hasta que sintió el olor a mar.

La prueba que pasó era de resistencia, la prueba que venia era de aptitud. Yamato se encontraba ante la más dura de sus hazañas; se acercó entre las sombras del ocaso al almacén donde aquel día se había tornado en una pesadilla y comenzó el juego del escondite.

No era la primera vez que se escabullía en el almacén y confiaba en que era la última. La albina ahora cubierta del camuflaje de mugre pasó desapercibida entre las luces nocturnas, aunque para su desgracia su estado le jugó en contra, ya que dejaba un rastro de barro seco por donde pasaba.

Después de unos largos cinco minutos de intrusión en el almacén, Yamato encontró la caja de metro cúbico de madera que semanalmente le era dejada, esta vez mucho más cerca a la zona de desembarco y lejos de la entrada donde usualmente recogía las cosas que Antonella le dejaba, con mucha delicadeza abrió la tapa y se metió en la caja.

El ambiente era algo asfixiante dentro, afortunadamente la caja de madera tenia rendijas por donde el cargamento y ahora ella podría oxigenarse, acomodó su diminuto cuerpo entre las ropas y otras cosas, procurando camuflarse con la carga y esperó.

Después de una hora aproximadamente comenzó a escuchar mucha actividad fuera de la caja; conteniendo su curiosidad y esperando que la hija del jefe cumpliera su promesa se quedó quieta y siguió esperando; estaba tensa y sudando; sentía que el corazón se le salía del pecho y las heridas de los codos y rodillas por haberse arrastrado por los desagües le ardían con intensidad, cada haz de luz de algún farol o linterna que entraba por la caja la hacia amplificar estas sensaciones de temor y angustia.

- ¿Esta es la caja? -Preguntó una voz masculina y ronca afuera. Yamato sintió un calambre en su pecho cuando escuchó el retumbo de la caja al ser golpeada por la mano de un trabajador.

-Hay un rastro de barro y está sin seguro-Dijo otra voz mas lejana-Es el señuelo para los vándalos parece que ya la saquearon, revísala antes de subirla a bordo, no queremos que nos dejen sorpresas para llevar. La "albina" sintió un vuelvo a su corazón cuando escuchó como las manos del cargador se situaban a los lados de la tapa para descubrir la caja.

En un instante la luz entro de lleno por la abertura de la caja, Yamato quedó cegada por un momento antes de entablar contacto visual con el trabajador, y no podía tener la peor de las suertes, era al que le habían robado las llaves del montacargas en la mañana para efectuar su delito. Yamato comenzó a llorar en silencio, derramando muchas lágrimas al darse por descubierta, pensaba en que la llevarían con la policía, que regresaría a la asquerosa guarida o que algo peor le pasaría ahora que estaba sola.

El cargador miró perdidamente a Yamato, sin gesticular nada en absoluto metió la mano y removió unas prendas vagamente para luego gritar: ¡Parece que los pillos solo se llevaron la mitad, esto se va para el barco que zarpa mañana con la jefa, ella sabrá qué hacer con esto!

Dicho esto, el trabajador cerró la tapa y la aseguró con unos clavos. Yamato se quedó en shock, su mente en blanco. No supo cuánto tiempo estuvo allí, lloró hasta que le dolieran más los ojos y se le agotaran sus lágrimas.

PRELUDIO - PóstumoWhere stories live. Discover now