P16: Buenas malas.

969 63 15
                                    


—Buenos días, bella dama dormilona...—murmuró Erick dejando un beso sobre la mejilla de Danna. La chica soltó un suspiro y abrió sus ojos lentamente reconociendo la habitación.

—Buenos días...—susurró con voz amortiguada.—¿Qué hora es...?

—Casi las doce.—anunció. Los ojos de Danna se abrieron de golpe, se giró en la cama con cuidado de no descubrirse y ancló sus ojos miel en los verdes de Erick que la miraban con una mueca de diversión en el labios.—¿Qué pasa...?

—¿Hace cuánto despertaste...?—cuestionò sin dejar de mirarlo. Erick rio.

—Hace unos minutos.—mintió. Llevaba alrededor de dos horas y media despierto contemplándola en silencio sin terminarse de creer que la que estaba dormida a su lado era su mujer. Danna era suya. No es que fuese un logro personal o algo parecido; era más bien que le había la noche anterior le había parecido una de las mejores de su vida sin duda alguna.

—Dios...—murmuró la muchacha. Erick volvió a reír.—No te rías, Erick...—se quejó.—Se supone que iríamos a la playa y por mi culpa ya perdimos la mitad del día...—él negó.

—Tranquilízate.—respondió entrelazando su mano con la de su esposa.—No pasa nada si vamos por la tarde o en todo caso sino salimos de estas cuatro paredes en lo que queda del día...—sentenció lanzándole una mirada seductora que la hizo sonrojar. Se acercó a ella sigilosamente y dejó un pequeño beso en su cuello haciéndola estremecer en menos de una fracción de segundo.—Yo no tengo problema con eso...

—¡Eres un pervertido!—replicó haciéndolo reír pero no se apartó. Adoraba los besos de Erick sin duda alguna. Erick llevó sus besos hasta los labios de su esposa y ella soltó un gritito de protesta.—¡No!—añadió y él se quedó estático.—¡No me he lavado los dientes, dame un momento!—pidió.

Se aferró bien a la sabana que cubría su cuerpo desnudo y se encaminó hasta el cuarto de baño. Dejó escapar un pequeño suspiro y agradeció mentalmente a Dios por el hecho de tener algo de ropa interior dentro. Tomó la camisa de Erick que descansaba encima del retrete y se la colocó en silencio antes de lavarse los dientes.

Apoyó sus manos en el lava manos y se contempló a sí misma en el espejo un par de minutos mientras escuchaba la voz de Erick del otro lado de la puerta. Todavía podía recordar la manera en la que las manos de Erick habían recorrido su cuerpo la noche anterior; la manera en la que sus labios la habían besado y el mar de sensaciones que la había hecho sentir. Todo era tan nuevo para Danna pero también eran sensaciones completamente hermosas delirantes.

Dejó escapar un pequeño suspiro y abrió su bolso de maquillaje. Buscó entre sus cosas el frasco con las píldoras anticonceptivas y sin más tomó una. Se volvió a mirar fijamente un segundo y volviendo a sonreírse una vez más volvió a la habitación.

Erick le ofreció una pequeña sonrisa mientras ella caminaba en dirección a la mesa de noche en busca de agua.—Creo que no te lo había dicho jamás pero te queda condenadamente bien mi camisa...—Danna lo miró un momento y se echó a reír.

—Pues nunca me lo habías dicho, tonto.—bromeó. Erick rio en voz baja observando los movimientos de la muchacha.

—¿Qué es eso...?—cuestionó el ojiverde. Danna volvió a dejar el vaso de cristal en la mesilla antes de caminar en dirección a él. Se sentó en las piernas de Erick y él le sonrió sin dejar de mirarla.

—Píldoras...—respondió como si fuese la cosa más obvia en el mundo.

—Las píldoras para evitar la llegada de bebés no deseados...—adivinó. Danna le sonrió un poco y negó.

¿Sera porque te amo?||Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora