Esteban y María volvieron a la ceremonia que ya hacía bastante rato que había comenzado. Carlos y erica estaban preocupados.
C: ¿estáis bien?
E: perfectamente.
Er: ¿estás bien María?
M: si, muy bien. ¿Hace mucho que empezó la ceremonia?
Er: si, está a punto de acabar.
El barco estaba atracado en Atenas y los cuatro muchachos decidieron que en vez de ir al banquete, bajarían a ver la ciudad. Se cambiaron de ropa por una más cómoda y empezaron su recorrido por Atenas.
Visitaron todos los monumentos, parques y callejuelas y cayendo la tarde ya cansados, entraron en una cafetería.
C: ¡estoy hambriento!
M: pedid vosotros por favor, Erica y yo vamos al baño.
E: La mujeres nunca vais a cambiar. Siempre vais al baño de dos en dos. Jajaja.
M: mejor guarda tus comentarios machistas (divertida).
Ambas entran en el baño.
C: no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. Esta noche el barco sale de vuelta a Barcelona y en tres días, de vuelta a México y al trabajo.
E: (con tristeza). Carlos no concibo mi vida si María.
C: (sorprendido). ¡Pero si vivimos en la misma ciudad!, puedes verla a diario.
E: ¿verla solamente unas horas al día? No es suficiente, quiero más.
C: si, a mí me pasa lo mismo con Erica.
E: Antes de entrar me fijé en una pequeña joyería que hay aquí al lado de la cafetería.
C: ¿y?
E: que voy a comprar un anillo de compromiso. Voy a pedirle a tu hermana que sea mi esposa.
C: ok, pero no te tardes o se te arruinará la sorpresa.
Entra en la joyería y compra el anillo. Cuando vuelve a la cafetería, ellas aún no habían salido del baño.
E: gracias a Dios, aún no regresaron.
C: si, por que si llegan a salir antes, no se que tipo de explicación les hubiera podido dar.
Las chicas salieron del baño. Todos pidieron algo de comer, pagaron y se fueron de regreso al barco.
El día fue agotador, paro la experiencia que se avecinaba los mantenía activos.
Carlos y Erica se dirigieron directamente a sus camarotes. María y Esteban decidieron dar una vuelta por cubierta. Los dos, paseaban cogidos de la mano.
E: María, ya sabes que no quiero separarme ni un instante de ti.
M: yo tampoco quiero que estemos separados, Esteban.
E: pero como sabes, este viaje está apunto de terminar.
M: Esteban, vivimos en la misma ciudad y podemos seguir viéndonos.
E: Mira, mi amor. Tú sabes que yo soy un hombre muy ocupado. Mi trabajo dentro de las empresas, apenas me deja tiempo para nada. Cuando mi padre enfermó, los negocios empezaron a caer en picado y cuando él murió, yo me tuve que dedicar en cuerpo y alma a levantar las empresas. Ahora las cosas funcionan muy bien, pero aún me queda mucho trabajo por hacer y
M: (le pone los dedos sobre sus labios) ¡Ssss! No hables de cosas que te entristezcan mi amor.
E: pero es que yo necesito verte todos los días y aunque vivamos en la misma ciudad, a consecuencia de mi trabajo, sólo podré verte los fines de semana (empieza a ponerse nervioso) y necesito que estés a mi lado, por que sino
M: (no le deja acabar). A ver, ¿qué quieres decirme?
E: María, Cásate con migo. Quiero que seas mi esposa.
M: (lo mira con cariño). Sí, claro que quiero ser tu esposa.
Esteban, la mira a los ojos y despacio muy despacio, se unen en un beso sereno, tranquilo y relajado, pero que poco a poco se fue convirtiendo en un beso apasionado, salvaje. Sus lenguas jugaban cada una dentro de la boca del otro, intentando arrastrar cada uno para sí, el sabor del otro y luego se quedaron abrazados admirando el paisaje.
M: vamos a dormir.
E: (bromeando) ¿Juntos?
M: pronto mi amor, muy pronto.
Los dos abrazados se dirigen al camarote de María, y ya en la puerta
E: ¡casi se me olvida!, extienda su mano, por favor futura señora San Román. (Le pone el anillo de compromiso).
M: te amo. (Le da un beso en los labios). Hasta mañana. (Se mete en su camarote).
Fabiola les espiaba de lejos y en sus perversos ojos, se podía contemplar los celos y la envidia que sentía por María.
F: (pensando). Juro que me lo pagarás algún día.
Dentro del camarote. María seguía apoyada en la puerta disfrutando aún del momento que acababa de vivir con Esteban.
Er: ¿qué? ¿No tienes nada que contarme?
M: ¡Erica soy tan feliz!
Er: y ¿se puede saber a que se debe tanta felicidad?
M: (enseña el anillo a Erica). ¡Lo ha hecho! Me ha pedido que sea su esposa.
Er: no se que decirte amiga. En el brillo de tus ojos se ve que eres tan feliz que me dejas sin palabras.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
ESTÁS LEYENDO
EL CASTIGÓ DE AMARTE
Lãng mạnhola le traigo esta historia espero la disfruten tanto como yo fue escrita por ARECIA no es mía si les gusta dejen sus comentarios y ⭐⭐ les dejo un pequeño avance