Capítulo. 9 (quiero que seas mi esposa).

964 69 5
                                    


Esteban y María volvieron a la ceremonia que ya hacía bastante rato que había comenzado. Carlos y erica estaban preocupados.
C: ¿estáis bien?
E: perfectamente.
Er: ¿estás bien María?
M: si, muy bien. ¿Hace mucho que empezó la ceremonia?
Er: si, está a punto de acabar.
El barco estaba atracado en Atenas y los cuatro muchachos decidieron que en vez de ir al banquete, bajarían a ver la ciudad. Se cambiaron de ropa por una más cómoda y empezaron su recorrido por Atenas.
Visitaron todos los monumentos, parques y callejuelas y cayendo la tarde ya cansados, entraron en una cafetería.
C: ¡estoy hambriento!
M: pedid vosotros por favor, Erica y yo vamos al baño.
E: La mujeres nunca vais a cambiar. Siempre vais al baño de dos en dos. Jajaja.
M: mejor guarda tus comentarios machistas (divertida).
Ambas entran en el baño.
C: no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. Esta noche el barco sale de vuelta a Barcelona y en tres días, de vuelta a México y al trabajo.
E: (con tristeza). Carlos no concibo mi vida si María.
C: (sorprendido). ¡Pero si vivimos en la misma ciudad!, puedes verla a diario.
E: ¿verla solamente unas horas al día? No es suficiente, quiero más.
C: si, a mí me pasa lo mismo con Erica.
E: Antes de entrar me fijé en una pequeña joyería que hay aquí al lado de la cafetería.
C: ¿y?
E: que voy a comprar un anillo de compromiso. Voy a pedirle a tu hermana que sea mi esposa.
C: ok, pero no te tardes o se te arruinará la sorpresa.
Entra en la joyería y compra el anillo. Cuando vuelve a la cafetería, ellas aún no habían salido del baño.
E: gracias a Dios, aún no regresaron.
C: si, por que si llegan a salir antes, no se que tipo de explicación les hubiera podido dar.
Las chicas salieron del baño. Todos pidieron algo de comer, pagaron y se fueron de regreso al barco.
El día fue agotador, paro la experiencia que se avecinaba los mantenía activos.
Carlos y Erica se dirigieron directamente a sus camarotes. María y Esteban decidieron dar una vuelta por cubierta. Los dos, paseaban cogidos de la mano.
E: María, ya sabes que no quiero separarme ni un instante de ti.
M: yo tampoco quiero que estemos separados, Esteban.
E: pero como sabes, este viaje está apunto de terminar.
M: Esteban, vivimos en la misma ciudad y podemos seguir viéndonos.
E: Mira, mi amor. Tú sabes que yo soy un hombre muy ocupado. Mi trabajo dentro de las empresas, apenas me deja tiempo para nada. Cuando mi padre enfermó, los negocios empezaron a caer en picado y cuando él murió, yo me tuve que dedicar en cuerpo y alma a levantar las empresas. Ahora las cosas funcionan muy bien, pero aún me queda mucho trabajo por hacer y
M: (le pone los dedos sobre sus labios) ¡Ssss! No hables de cosas que te entristezcan mi amor.
E: pero es que yo necesito verte todos los días y aunque vivamos en la misma ciudad, a consecuencia de mi trabajo, sólo podré verte los fines de semana (empieza a ponerse nervioso) y necesito que estés a mi lado, por que sino
M: (no le deja acabar). A ver, ¿qué quieres decirme?
E: María, Cásate con migo. Quiero que seas mi esposa.
M: (lo mira con cariño). Sí, claro que quiero ser tu esposa.
Esteban, la mira a los ojos y despacio muy despacio, se unen en un beso sereno, tranquilo y relajado, pero que poco a poco se fue convirtiendo en un beso apasionado, salvaje. Sus lenguas jugaban cada una dentro de la boca del otro, intentando arrastrar cada uno para sí, el sabor del otro y luego se quedaron abrazados admirando el paisaje.
M: vamos a dormir.
E: (bromeando) ¿Juntos?
M: pronto mi amor, muy pronto.
Los dos abrazados se dirigen al camarote de María, y ya en la puerta
E: ¡casi se me olvida!, extienda su mano, por favor futura señora San Román. (Le pone el anillo de compromiso).
M: te amo. (Le da un beso en los labios). Hasta mañana. (Se mete en su camarote).
Fabiola les espiaba de lejos y en sus perversos ojos, se podía contemplar los celos y la envidia que sentía por María.
F: (pensando). Juro que me lo pagarás algún día.
Dentro del camarote. María seguía apoyada en la puerta disfrutando aún del momento que acababa de vivir con Esteban.
Er: ¿qué? ¿No tienes nada que contarme?
M: ¡Erica soy tan feliz!
Er: y ¿se puede saber a que se debe tanta felicidad?
M: (enseña el anillo a Erica). ¡Lo ha hecho! Me ha pedido que sea su esposa.
Er: no se que decirte amiga. En el brillo de tus ojos se ve que eres tan feliz que me dejas sin palabras.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<

EL CASTIGÓ DE AMARTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora