Capítulo. 21 (María regresa a las empresas).

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Durante la noche, maría apenas pudo dormir. En su mente se acumulaban los recuerdos. Veía a sus hijos pequeñitos despidiéndola en el aeropuerto antes de salir para Aruba, la imagen de Patricia tirada en el suelo con el pecho ensangrentado y a Alba, declarando en el juicio que la vio entrar en el cuarto de Patricia, antes de que sonara el disparo.
Recordó que aún tenía las acciones de las empresas San Román en su poder y decidió hacer uso de ellas.
M: (pensando). Mañana iré a la oficina de Esteban y reclamaré mis derechos como accionista de las empresas.
Entre pensamientos, escuchó cómo se abría la puerta de la calle y a Alejandro y Víbian discutiendo por algo.
Bajó las escaleras corriendo y vio a Estrella llorando entre los brazos de víbian.
M: pero, ¿Qué pasa?
Es: (entre sollozos). Que mi papá es un tonto.
M: (abraza a su hija). Ven vamos a hablar.
Alex: pero, es que
M: por favor chicos, idos a dormir y dejadme hablar a solas con estrella.
Alex y V: está bien, ya nos vamos.
María lleva a estrella a la cocina, le prepara una tila y un café para ella.
M: vamos a ver pequeña, ¿qué es lo que te causa tanto dolor?
Es: que mi papá es un tonto.
M: eso ya lo dijiste antes.
Es: es que esta noche cuando volvíamos a casa, Héctor y yo escuchamos a mi papá que estaba en su despacho hablando con Ana Rosa y le escuchamos decir que se casaban este fin de semana.
María, yo no quiero que mi papá se case con esa mujer buena para nada, ella sólo busca su dinero. Antes, tía Alba, nos apoyaba cuando nos enfrentábamos a él para tratar de separarlo de Ana Rosa, pero esta noche le ha apoyado y le ha dicho que lo que tiene que hacer es casarse cuanto antes con ella. Por eso me he ido de casa y cómo no sabía donde podría pasar la noche, llamé a Víbian y ella me ofreció quedarme aquí con ustedes por esta noche. Por favor, María, permítame pasar la noche aquí. Mañana ya buscaré donde alojarme.
M: estrella hija. (La abraza). Tú puedes quedarte en mi casa el tiempo que quieras. Esta noche te pondrás un camisón de Víbian y mañana saldremos las tres a comprarte todo lo necesario. Por lo que veo saliste tan rápido de tu casa que no has podido coger nada.
Es: no puedo permitir eso. Yo, dejaré los estudios y trabajaré para mantenerme.
M: de eso nada, en esta casa serás tratada con los mismos derechos y deberes que Víbian y Alex y no hay más que hablar.
Es: usted es una gran persona y yo no se como voy a agradecerle este gesto que tiene conmigo.
M: tú no tiene por qué agradecerme nada. Bueno y ahora ¿dónde quieres dormir? ¿Quieres una habitación para ti sola o prefieres compartir la de Víbian?
Es: prefiero compartir la de Vïbian ¿Sabe? Ella y yo nos queremos mucho.
María acompaña a estrella a la habitación de Víbian. Ésta aún estaba despierta esperando para ver que pasaba y sintió mucha alegría al saber que Estrella se quedaría a vivir con ellos.
M: (arropa a estrella y la besa en la frente). Buenas noche mi niña que sueñes con cosas bonitas.
Es: (con lágrimas en los ojos). Nunca antes alguien me había arropado, ni me había dado un beso de buenas noches.
M: pues a partir de este día, todas las noches haré lo mismo.
Es: gracias.
M: (ahora besa a víbian en la frente). Buenas noches mi amor, que sueñes muy lindo.
V: buenas noches mami, te quiero.
María se dirige al cuarto de Alejandro y le da también las buenas noches. Cuando se disponía a salir, el móvil de Alex empezó a sonar. Lo coge maría.
M: ¿sí?, ¿quién es?
E: ¿María?
M: ¡Esteban! ¿Como tienes el número de Alex?
E: escúchame María. Estoy desesperado, por que nuestra hija se ha ido de mi casa y no se con quién anda, ni donde pasará la noche. Encontré la agenda de Héctor y estoy llamando a todos los números que tiene apuntados en ella y éste era un de ellos.
M: (que ya había salido del cuarto de Alex). Pues deja de preocuparte por que nuestra hija está a salvo aquí, en mi casa, con su madre. Y aquí se va a quedar todo el tiempo que ella quiera. ¡Ha! Y quiero informarte de que mañana, durante la mañana, pasaré por tu oficina para reclamar mis derechos como accionista de las empresas.
E: (más tranquilo) está bien, te espero entonces.
Al día siguiente las tres mujeres salieron de compras y pasaron una mañana maravillosa. Desayunaron fuera, hablaron de chicos, de moda, de los estudios, del trabajo de María e incluso se atrevieron a piropear a algún chico que otro de los que pasaban a su lado. María estaba feliz, por compartir esos momentos con sus dos hijas.
M: bueno chicas, tengo que dejaros. He de ocuparme de unos asuntillos. Si quieren podemos quedar más tarde.
Es: voy a acercarme a mi casa para ver si está Héctor ¿Si quiere podemos quedar allí?
M: perfecto, más tarde paso por vosotras.
María se dirigió a las empresas, entró en el ascensor y justo cuando las puertas empezaron a cerrarse, una voz masculina se escuchó desde el otro lado.
X: perdone, señorita ¡espere!
María apretó el botón de apertura de las puertas y un hombre muy atractivo entró con ella en el ascensor.
X: gracias señorita (Le hizo una reverencia).
M: no hay de qué.
X: ¿a qué piso?
M: voy a las empresas San Román.
X: qué casualidad yo me dirijo al mismo sitio. Mi nombre es Gerardo, Gerardo Salgado. (Le alarga la mano).
M: María Fernández. Encantada. (Le estrecha la mano).
G: y, bueno, ¿tiene negocios con el señor San Román?
M: no, soy socia de las empresas.
G: pues, ¿nunca la había visto antes por aquí?
M: estuve mucho tiempo en el extranjero.
Las puertas del ascensor se abren.
G: espero verla de nuevo muy pronto.
Gerardo se dirige a la secretaria.
G: Lupita, dígale a Leonel que estoy aquí.
Lu: no hace falta señor Salgado. El señor Leonel le está esperando en su oficina.
María se quedó impactada al escuchar ese nombre.
M: (pensando). Leonel, ¡el hijo de patricia! Y trabaja aquí en las empresas.
Lu: ¿desea algo señora?
M: (saliendo de sus pensamientos). Sí, quiero ver a Esteban.
Lu: ¿Tiene cita con él?
M: si, me llamo María Fernández.
Lu: ¡señora Fernández! Pase, pase, el señor Esteban ya nos avisó de su llegada. Su oficina está preparada. Puede usted disponer de ella cuando desee. Es la primera de la izquierda.
M: (pensando). Es la misma que ocupé la vez anterior, hace 18 años, cuando mi vida era perfecta.
María entró en su oficina.
Todo estaba igual, nada había cambiado. Hasta el jarrón con tulipanes rojos se encontraba encima de su escritorio, el mismo escritorio sobre el que un día, Esteban y ella se amaron intensamente. Se dirigió hacía la puerta que comunicaba su oficina con la de Esteban y al pasar delante del escritorio, vio una tarjeta entre los tulipanes. María leyó su contenido. Bienvenida. Esteban.
M: (pensando). ¡Se acordó! ¡Se ha acordado de que mis flores favoritas son los tulipanes rojos!
Este pensamiento, le produjo una agradable sensación de placer, y tocó a la puerta.
Esteban sintió que su corazón se aceleraba. Hacía 18 años que nadie pegaba en esa puerta.
E: adelante.
M: al parecer, ¿no voy a tener que reclamar mis derechos como accionista?
E: no tienes que reclamar nada, eres la segunda accionista de las empresas y tienes todo el derecho de trabajar aquí si quieres.
M: gracias, Esteban. Gracias por apoyarme y también por las flores. (Se acerca a él y le da un beso en la mejilla).
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