capítulo 50 (Buscando a vivían ll)

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María, durmió todo el día y parte de la noche mientras todos los de la casa, se turnaban para vigilar su sueño. Sobre las cinco de la madrugada, María abrió los ojos. Esteban estaba sentado en un gran sillón situado en la cabecera de la cama, absorto en sus pensamientos.
M: Hola mi amor ¿Cuánto tiempo he permanecido dormida?
E: (Se acercó de inmediato a ella y la abrazó). Mucho tiempo mi vida; ya me estabas preocupando.
M. (Ya más centrada) ¿Se sabe algo de nuestra hija?
E: No, mi amor. Pero toda la policía de México la está buscando.
M: (empezó a llorar de nuevo). Júrame que la vas a encontrar. Prométeme que me la devolverás sana y salva.
E: Te prometo que aré hasta lo imposible por hacerlo. Nuestra hija volverá a estar entre tus brazos muy pronto. (Siguió abrazándola).
A la mañana siguiente muy temprano, Gerardo y Verónica llegaron a la casa. Habían salido de Aruba en el primer vuelo. En cuanto María fue avisada de su llegada, salió de su cuarto y bajó las escaleras corriendo para abrazar a Verónica buscando su consuelo.
Los chicos habían decidido reiniciar sus clases y se marcharon a sus respectivos centros de estudio incluidos los pretendientes de las muchachas Greco y Javier que habían pasado allí toda la noche. Greco tratando de consolar a Estrella y Javier Esperando noticias sobre Víbian. En sus rostros se podía ver que querían mucho a las chicas. Antes de marcharse le pidieron a Esteban que les dejara volver por la tarde. Esteban accedió a la petición de los muchachos y después de que ellos se marcharan se encerró en su despacho, dejando a Verónica y María sentadas en el sofá del salón.
Ve: (Tratando de buscar una conversación que hiciera olvidar un poco a María la situación por la que estaba pasando). Gerardo me contó que tus hijos ya saben que tú eres su verdadera madre.
M: Si. Héctor y Estrella ya saben la verdad y me han aceptado muy bien. Mejor de lo que yo esperaba. (Vuelve a llorar) ¿Por qué Verónica? ¿Por qué ahora que estábamos tan bien juntos toda la familia, tiene que pasar algo así? ¿Es que acaso estoy condenada a no ser feliz nunca?
Ve: (La abraza de nuevo). Cálmate María o vas a enfermar de nuevo.
M: Es que no puedo soportar esta interminable espera.
Ve: María ¿Por qué nunca me has hablado sobre Ángel? ¿No sabía que hubieras tenido más hijos desde lo de Alex y Víbian?
M: Es que no los tuve. Ángel no es hijo nuestro. Ni mío ni de Esteban.
En el mismo instante en que María pronunciaba esas palabras, Ángel volvía a casa por que había olvidado uno de sus libros y alcanzó a escuchar las palabras que su madre decía en esos momentos. Todos los libros cayeron de sus manos al suelo.
Án: ¿qué? ¿Qué vosotros no sois mis padres? (Rompió a llorar).
Esteban llevaba largo rato encerrado en su despacho pensando en todos los lugares en donde Demetrio, podría tener escondida a su hija. Absorto de lo que estaba ocurriendo fuera.
María tomó a Ángel por los hombros y lo llevó hasta el despacho de Esteban.
M: Ven hijo. Tu padre y yo tenemos que hablar contigo.
Án: No hay nada de que hablar ¿sois mis padres o no?
María y Ángel entraron en el despacho de Esteban. El chico lloraba inconsolable.
E: ¿Pasa algo? ¿Víbian?
M: no Esteban. De Víbian no se sabe nada aún.
E: ¿Entonces?
M: Esteban. Ángel ya lo sabe.
E: (muy sorprendido) ¿Lo sabe? ¿Y como?
M: No importa. Más tarde te cuento. Lo importante ahora es decirle toda la verdad a Ángel.
Án: ¿Entonces es cierto? ¿Yo no soy hijo vuestro? ¿Ni si quiera de mi papá?
Esteban intentó abrazarlo pero Ángel rechazó su abrazo y se aferro fuertemente a María.
Án: (sin parar de llorar) ¿por qué mamá? ¿Por qué me ha tenido engañado todos estos años? ¿Por qué tengo que sentir ahora el dolor que tengo en mi alma?
M: (le besa la mano). Escucha hijo. Tu padre no te concibió, es verdad. Pero eso no significa que no te quiera del mismo modo que a tus hermanos. Un padre no es el que engendra a un hijo y después puede abandonarlo. Un padre es mucho más que eso; es la persona que está a tu lado día y noche cuidando de que no te falte nada, Vigilándote y cuidándote cuando estás enfermo, consolándote cada vez que lo necesitas y abrazándote para darte su cariño. Tu padre es el que se levantaba por las noches para acunarte cuando llorabas en la oscuridad, el que trasnochó para darte los biberones y el que aguantó tus travesuras de niño. Él ha estado siempre a tu lado, por que jamás ha hecho diferencia alguna entre tus hermanos y tú. En cuanto a mí; en cuanto te conocí, empecé a quererte. Eres un gran muchacho, sensible alegre y cariñoso. Con tu gran corazón, has logrado hacerte un hueco en el mío y ahora te quiero igual que a cualquiera de mis hijos.
Án: (muy emocionado). Yo también te quiero mamá. Te adoro. Eres una mujer maravillosa a la que tenemos la suerte de tener como madre mis hermanos y yo. Estoy muy orgulloso de poder ser tu hijo. (La abrazó y la besó en la frente).
Esteban, muy dolido por el rechazo de su hijo y a la vez emocionado por las palabras de su esposa; se había dejado caer en el sillón de su escritorio y con la cara cubierta con ambas manos no podía dejar de llorar.
M: Pues si me quieres, debes perdonar a tu padre. Mírale, le has destrozado el corazón con tu rechazo. Ángel, él es un buen padre que os ha sacado a los tres adelante sin contar con mi ayuda. Él ha tenido que ser para vosotros, padre y madre a la vez ya que desgraciadamente yo no pude estar a vuestro lado. Si realmente piensas que tu padre te ha dado algún motivo para castigarle, sal por esa puerta sin dirigirle la palabra; pero si le quieres abrázale y díselo.
Esteban se puso en pie esperando la reacción de su hijo.
Ángel se lanzó a los brazos de Esteban y lo abrazó fuertemente.
Án: (llorando). Perdóname papá. Te quiero. Debes pensar que soy un tonto.
E: (Llorando también). No hijo. Jamás pensaría que eres un tonto. Eres una persona buena e inteligente. Con un corazón gentil y lleno de bondad. Como el de tu madre.
Án: Gracias papá. Gracias por quererme como a un hijo.
E: No pequeño, no. No te quiero como a un hijo. Eres mi hijo, el menor, el consentido y siempre será así.
Án: Te quiero papá. Eres el mejor de los padres.
María se acercó a Ángel, lo abrazó y empezó a limpiar sus lágrimas con su pañuelo.
M: Ven cariño. Deja que tu madre limpie tus lágrimas y venga que tienes que irte a estudiar para que tus padres estén muy orgullosos de ti.
Án: Gracias mamá. Gracias por quererme tú también como a un hijo.
M: Gracias a ti por dejarme ser tu mamá.
Ángel abraza a sus padres y se marchó mucho más tranquilo. María y Esteban quedaron solos en el despacho.
M: (Abraza a Esteban) ¿Estás bien, mi vida?
E: (Tragándose las lágrimas) Si. Mientras estés conmigo, siempre estaré bien.
María quiso besarle pero él la detuvo.
M: ¿Qué ocurre?
E: Enseguida la besaré señora San Román. Pero antes quiero que sepa que tengo la inmensa suerte de estar casado con la mujer más maravillosa que existe sobre la faz de la tierra, a la cual amo profundamente, sin la cual yo no sería nadie y que ahora si que me ha dado cinco hijos maravillosos.
M: (con mucha tristeza). De los cuales una no aparece. (Se abraza a él desesperada).
E: (Esteban levanta su cabeza sujetándola por el mentón). Yo también estoy muy angustiado amor. Pero ahora tenemos que ser fuertes. Por el bien de nuestros hijos, tenemos que mantenernos firmes y seguros o se derrumbarán. (La besó con mucho cuidado con mucha ternura).
Mientras la besaba, recordó lo que durante toda la tarde había intentado recordar.
E: (Separándose de ella bruscamente). ¡Los invernaderos! ¡Pero claro! ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?
M: ¿qué son los invernaderos?
E: Hace unos años, las empresas adquirieron unos invernaderos situados en las afuera de la ciudad.
M: ¿Y?
E: A Demetrio le encantaba ese lugar y cuando empezaba con sus estúpidas depresiones, se refugiaba allí durante varios días.
Los dos salieron del despacho con mucha prisa y una vez en el saló se separaron. Esteban fue a hablar directamente con el Comisario y María con Gerardo y Verónica.
G: ¿Te encuentras mejor María?
M: Si. Mucho mejor. Al parecer, Esteban ha recordado algo que puede ser importante para encontrar a mi hija.
Esteban contó al comisario lo de los invernaderos y en unos instantes, un numeroso grupo de policías, se puso en marcha hacía las afueras de la ciudad; con Esteban y Gerardo como acompañantes.
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