Capítulo. 36 (Una vida para vivirla juntos).

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María entró y cerró la puerta tras de sí. Esteban escuchó el sonido que hizo la puerta al cerrarse. Ni siquiera se levantó y tampoco miró hacía atrás.
E: (Enfado muy colérico). Os he dicho que no me molestéis, que quiero estar solo. Fuera, fuera de aquí.
María se le acercó por la espalda, Le abrazó por el cuello entrelazado sus brazos por encima de sus hombros y le besó detrás de la oreja, bajando su boca hasta el cuello.
M: (mientras le acariciaba). ¿Ni siquiera vas a dejar entra a tu esposa?
Esteban se levantó de un salto, se soltó de sus brazos y se separó unos pasos de ella.
E: ¡María! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste donde encontrarme?
M: Tú mismo me dijiste como hacerlo. Dijiste que vendrías al lugar donde todo empezó. Y en este lugar, fue donde empezó la historia de nuestro matrimonio, aquí fue donde empezamos nuestra vida juntos.
E: no debiste buscarme, no debiste venir. María, no debes seguir a mi lado. Desde que nos casamos, lo único que he conseguido es hacerte daño, a ti y a nuestros hijos y mis errores te han producido mucho dolor. No te merezco. No merezco que me ames.
M: quizás no mi amor, pero en el corazón no se manda. Yo soy mujer de un solo hombre y mi corazón decidió, que ese hombre fueras tú. Durante mucho tiempo intenté luchar contra mis sentimientos, pero eso sólo sirvió para añorarte más aún, Para desear con más ganas volver a tu lado y ahora; no quiero vivir sin ti, no deseo vivir sin ti y no puedo vivir si tú no estás a mi lado. No puedes dejarme ahora, te necesito Esteban. No sabes hasta que punto te necesito para seguir viviendo. Yo se que tú me amas con la misma intensidad que yo a ti y si estuvimos 18 años separados, ¿porqué no dejamos el pasado a tras e intentamos ser felices? Tenemos toda una vida para vivirla juntos ¿Acaso no me amas?
Esteban acortó en un segundo la distancia que los separaba, la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente, desesperadamente, como si en ese beso se le fuese la vida.
E: claro que te amo, más que a mi propia vida mi preciosa hechicera.
Se besaron durante un buen rato, después los dos se quedaron abrazados; ella con la espalda apoyada en el pecho de él mientras él la abrazaba por la cintura, cruzando sus brazos delante de su vientre y con la cabeza apoyada en su hombro.
M: me encanta este sitio. Ya no recordaba la belleza de este lugar.
E: si, mi amor. Es un paisaje perfecto para un principio perfecto. El nuevo principio de nuestras vidas, juntos. Juntos para siempre.
Pasaron una noche inolvidable. Sus cuerpos volvieron a encontrarse, pero esta vez con la certeza de que nunca más volverían a separase. Las promesas de amarse eternamente, salieron una y otra vez de sus labios y las dudas y los malos momentos, quedaron atrás. Se amaron varias veces durante toda la noche. Se entregaron el uno al otro hasta quedar exhaustos. Después sus cuerpos agotados entraron en un estado de letargo total, en un sueño tranquilo y relajante que se prolongó hasta la media tarde del siguiente día.
Cuando por fin se despertaron ambos estaban hambrientos. Se ducharon, se arreglaron y bajaron al comedor para comer algo. La felicidad y el descanso, les sentaba muy bien a los dos y todos en el comedor miraron a la pareja recién llegada. Las mujeres no le quitaban ojo de encima a Esteban y los hombres a María. Ambos, orgullosos el uno del otro, se tomaron de la mano y se dirigieron a una de las mesas. Una vez sentados, el gerente del hotel se les acercó y le dio las gracias a María por haberles solucionado el problema y les dijo que podían pedir todo lo que quisieran que el hotel los invitaba.
E: jajaja. ¿A qué se refería el gerente? ¿Acaso yo representaba un problema para el hotel?
M: (muy divertida). Es que tú no lo sabes, pero cuando mi marido se enfada, lo mejor es salir corriendo.
E: ¿pues yo nunca te he visto correr a ti?
M: es que yo se cómo controlar al tirano de mi maridito.
E: (mirándola con deseo en los ojos) ¿Ya te he dicho alguna vez que puedes llegar a ser perversa si te lo propones? Maravillosamente perversa.
M: Vamos a comer Esteban San Román, que te veo las intenciones y si por ti fuera, moriríamos de inanición, por amor.
E: sería un placer maravilloso morir entre tus brazos.
M: ¡Esteban!
E: está bien, vamos a comer.
M: en cuanto acabemos iremos a llamar a los chicos. Ellos deben de estar muy preocupados y nosotros aquí divirtiéndonos.
E: sí, tienes razón. Por cierto, que no se que voy a decirles cuando volvamos.
M: pues prepárate por que antes de venir, les dije que cuando volviéramos les diríamos la verdad.
E: (algo angustiado). No se si estoy preparado para eso María. Temo mucho la reacción de Alex.
M: peor lo tengo yo con Héctor y Estrella. No se como van a reaccionar cuando sepan que esa mujer a la que creen su madre y a la que han querido durante tanto tiempo, en realidad no es su madre y que su madre soy yo.
E: bueno, olvidémonos de eso por ahora y disfrutemos estos diez días, después enfrentaremos juntos a nuestros hijos.
M: ¿diez días?
E: sí mi amor, diez maravillosos días tú y yo solos. Es el tiempo por el que tengo reservada la suite.
M: esta bien, a mi también me apetece mucho quedarme.
Pasaron diez días maravillosos, pero llegó el día de la vuelta a casa; no antes de prometer que volverían a ese lugar tan maravilloso, al menos una vez al año.
Al llegar a casa, la encontraron totalmente vacía. Llamaron por todos lados pero nadie apareció. Subieron a su habitación a dejar los equipajes y cuando regresaron al salón, entraban por la puerta los chicos, Carlos y tía Carmela con sonoras carcajadas por algo que tía Carmela había comentado.
E: Baya. Parece que no nos extrañaron para nada.
Entonces se formó un gran revuelo a su alrededor y todos saludaron a la recién llegada pareja.
M: ¡Carlos! que alegría que sigas aquí, pensé que ya no te encontraría a mi regreso.
C: no iba a dejar a mis sobrinitos solos.
H. bueno, ¿y que tal lo habéis pasado?
V: por lo que veo reflejado en sus caras, deben de haberlo pasado divinamente.
Es: eso, y nosotros aquí preocupados por ustedes.
Alex: sí, al parecer mi mamá tenía razón cuando dijo que estabas en Acapulco.
H: por cierto que tenemos una conversación pendiente entre ustedes y nosotros ¿verdad?
Esteban y María supieron que había llegado el momento de enfrentar la verdad delante de sus hijos.
Ambos se miraron.
E: ¿estás preparada?
M: si, ¿y tú?
Esteban asintió con la cabeza.
Carlos y Carmela decidieron quitarse de en medio para que ellos hablaran en privado.
V: bueno, estamos esperando.
H: si, ¿Cuál es la verdad que maría dijo que tenían que decirnos?
E: verán chicos. Es una historia muy larga de contar. Sentaos, sentaos y escuchad.
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