Capítulo. 26 (Una sorpresa para Alba).

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Durante el camino de regreso, los chicos, planeaban la boda de una forma fastuosa, a la que tenían que venir todos los amigos de Esteban y de María. Mientras María y Esteban querían una boda sólo en familia.
H: (Con cara de satisfacción). Mañana mismo llamo a Ana Rosa y a los demás para darles la noticia e invitarlos a la boda.
Es: no, de eso nada. Lo que vamos a hacer es encargar esta misma tarde, una bonitas invitaciones de boda y se las daremos en mano mañana así podremos verles las caras. jajaja.
V: a mi, no me quita nadie las ganas de ser yo quien le de la noticia a la (dijo su nombre con ironía), tía Albita.
M: bueno está bien, pero yo quiero estar presente. Jajaja.
E: ¿Tú también te vas a unir a ellos? No puedo creerlo.
M: es que la sola idea de imaginar la cara que pondrá Alba y todos los demás me divierte mucho.
E: (divertido también). ¡María!
Todos se fueron directos a la casa San Román y al llegar, se encontraron con una grata sorpresa. Ángel, había vuelto y los estaba esperando.
E: Ángel, hijo mío, qué alegría que estés de vuelta ¿Cómo te encuentras?
An: muy bien papá. Los baños y el descanso, me han dejado como nuevo. Además, he conocido a alguien.
E: ¿y se puede saber de quién se trata?
An: es una chica muy bonita. La he invitado a cenar el miércoles para que la conozcáis.
H: ¿el miércoles? Pues va a ser que no ¡Aunque también puedes invitarla a la boda!
An: ¿qué boda?
H: papá se nos casa.
An: ¿pero no me dijisteis por teléfono el otro día que ya había terminado su relación con Ana Rosa?
Es: es que no se casa con ella.
An: (muy sorprendido) ¿entonces con quién se quiere casar esta vez?
V: con mi mamá. Tu papá ha decidido casarse con mi mamá.
An: ¿la encantadora señora que conocía desde la universidad?
M: (que entraba en ese momento). Sí, tu papá y yo hemos decidido casarnos, pero sólo si todos estáis de acuerdo. Tus hermanos aceptan nuestro matrimonio ¿Qué opinas tú?
An: por mí parte no hay problemas. Cuando la conocí en mi fiesta de cumpleaños, me cayó muy bien señora. Usted, tiene algo que no puedo explicar, algo que me hace confiar en usted. Me encantará que sea la esposa de mi papá.
Alba, bajaba las escaleras en ese instante.
A: ¡Esteban tesoro! Ya era hora de que volvieras. Tu hijo ha vuelto después de haber estado enfermo y muy lejos y no ha encontrado a su padre en casa esperándole.
An: ¡ya está bien tía! Te he dicho una y mil veces, que no estaba enfermo. Yo solamente quería descansar lejos de esta casa y de ti.
Esteban, Héctor y Alex bajan a la bodega para terminar de guardar todo lo que se llevaron de acampada.
A: está bien, dejemos ya de una vez esta conversación que me exaltas los nervios.
V: ¡ah! Y hablando de sus nervios. Tengo una genial noticia para usted.
A: y ¿Qué noticia que venga de ti, puede interesarme?
V: pues la feliz noticia de la boda de mi mamá.
A: ¿y a mí que me importa la boda de tu mamá? Seguro que la arrimada de tu mamá, ha conseguido atrapar al estúpido ese que vino del extranjero. ¿Cómo se llama? ¡mmm! ¡Ah, si! Ese tal Luciano.
V: ¿Con Luciano? Jajaja. No, mi mamá no se casa con Luciano. Se casa con Esteban, su sobrino.
A: (encolerizada) ¿qué dices estúpida? Eso no es posible.
M: (enfadada). Pues lo es, Esteban y yo hemos decidido casarnos y la boda se celebrará el próximo miércoles te guste o no. Y no vuelvas a insultarnos ni a mis hijos ni a mí o lo pagarás muy caro ¿Entendiste?
Esteban, regresaba en ese momento al salón, junto con Héctor y Alex.
A: ¡Esteban!, ¿es cierto? Dime si es cierto que te vas a casar con esta mujer.
E: si, tía, es cierto. El miércoles me volv Me caso con María.
A: pero, ¿se han vuelto locos todos en esta casa? Si apenas se conocen.
Es: no digas tonterías tía. Mi papá y María se conocen desde hace muchos años.
A: pero desde entonces no se han vuelto a ver. Además, ¿ya les has dicho a tus hijos que esta mujer estuvo en la cárcel?
E: ¡Tía Alba! No tenías derecho de
Es: sí, tía ya lo sabíamos. Víbian y Alex nos contaron la historia de María al poco de conocernos.
H: sí, ¿y sabes que? Nosotros creemos que María es inocente y que fue acusada injustamente.
A: ustedes crean lo que quiera. Pero a mí nadie me va a quitar de la cabeza que (mira a María directamente) tú eres una asesina.
Alba, abandona el salón y se encierra en su cuarto.
M: (pensando y llorando). Mis hijos me creen. Ellos ya lo sabían todo y creen en mi inocencia. Gracias Dios mío.
E: (la abraza). No llores. Por favor no llores.
An: no se preocupe señora. Yo también creo que usted es inocente.
H: sí, María. Creemos en su inocencia y la vamos a defender delante de quién sea.
Es: sí. Lo único que lamento es que usted tuviera que pagar con tantos años por un crimen que no cometió.
M: (muy emocionada por las palabras de sus hijos). Gracias chicos. No saben lo que su apoyo significa para mí.
V: Esteban, ¿podemos quedarnos a dormir aquí Alex y yo? Es que mañana, queremos ir temprano a recoger las invitaciones y llevárselas a tus amigos. Quiero ver la cara que pondrán esas personas que sin ningún motivo odian tanto a mi madre.
E: (feliz por que su hija lo estaba tuteando voluntariamente). ¿Puedo abrazarte pequeña?
V: si, claro; pero con la condición de que no vuelvas a llamarme pequeña. Ya bastante tengo con pelear con mi madre por llamarme así, para que ahora lo tenga que hacer también con un padre.
E: (Pensando). Me ha llamado padre. ¡Dios mío! Que lindas suenan esas palabras en la boca de mi pequeña.
Esteban la abraza.
E: claro que sí, señorita. Tú y tu hermano podéis trasladaros a vivir aquí hoy mismo si queréis.
María, se emocionó mucho al ver a Esteban y a su hija abrazados y tratándose como padre e hija.
E: ¿y tú Alex? ¿Podrías darle un abrazo a tu futuro padre?
Alex: (que no se le veía tan dispuesto como a Víbian). Perdóname Esteban. Puedo llegar a tutearte, también a apreciarte y a querer formar parte de esta familia. Pero nunca voy a pronunciar esa palabra. Solamente el día que me apetezca saber quién demonios es ese cobarde que nos dejó abandonados, iré a buscarlo y le escupiré esa palabra en la cara. Pero antes, quiero terminar mi carrera y que víbian termine la suya, para demostrarle que jamás nos ha hecho falta y que hemos podido salir adelante sin su ayuda.
La felicidad de Esteban se truncó por completo. En su rostro consternado se notaba claramente que las palabras de su hijo le habían desgarrado el alma.
Alex: (al ver la cara de dolor de Esteban). Pero dame ese abrazo, que aunque nunca voy a llamarte de esa manera; siempre podemos ser amigos ¿no?
E: (abrazando a su hijo). Claro que sí hijo, claro que si.
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