Capítulo. 46 (No quiero vivir sin él).

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De repente todas las mujeres del salón, miraron hacía la puerta. María quiso saber, que es lo que llamaba la atención de todas esas mujeres; pero en vez de levantar la cabeza, lo que hizo fue cerrar los ojos e inspirar profundamente. El ambiente del comedor, se había llenado de un aroma que para ella era muy familiar. Excesivamente familiar.
M: (pensando con los ojos cerrados) Mmmm ¡Alguien lleva puesto el mismo perfume que utiliza Esteban!
De pronto, se le vino a la mente la imagen de su esposo recién bañado, con su flamante smoking y desprendiendo ese olor tan varonil que conseguía enloquecerla.
Un enorme escalofrío, subió desde su espalda hasta el principio de su cuello y todo su cuerpo se llenó de deseo, de cariño, de un amor tan grande que hizo que le doliera el pecho.
M: (pensando aún con los ojos cerrados). Dios mío. Sólo hace una semana que no le veo y el simple olor de su perfume me hace desearlo de una manera desenfrenada ¡Lo amo!, lo amo y jamás voy a dejar de amarle. Todo esto no sirve para nada.
Entonces comprendió que no quería vivir sin él. Tenía que buscarlo. Tenía que regresar a su lado mañana mismo, en el mismo avión que sus hijos.
Sin pensarlo dos veces, se levantó con la intención de salir de allí corriendo; pero Gerardo la sujetó del brazo.
G: ¿Pasa algo María?
M: tengo que volver con Esteban. Tengo que ir a buscarlo. Voy a volver a México.
G: está bien; pero ahora cálmate. De todas formas hasta mañana no podrás gestionar tu viaje.
En cuanto María se puso en pie, llamó la atención de Esteban que aún se encontraba en la puerta en espera de que una de las mesas quedara libre.
E: ¿María? ¡María!
Esteban se detuvo en seco, esperando una mala reacción por parte de ella. Unos minutos antes, había hablado con Carlos y éste le dijo que aún no había podido hablar con ella ¡Luego ella no sabía que él estaba allí! ¡No sabía que había ido a buscarla!
Durante unos instantes, que a Esteban se le hicieron eternos. María no reaccionó. Se quedó allí parada.
M: (pensando). No entiendo nada ¿Qué es lo que hace Esteban aquí?... No importa. Ya nada importa. Él está ahí, frente a mí.
Esteban se esperaba lo peor. Esperaba que lo rechazara, que lo apartara de su lado incluso que lo abofeteara allí mismo, delante de todos. Lo que jamás habría esperado, es lo que realmente pasó.
María se arrojó en sus brazos llorando.
M: (besuqueando cada parte de su rostro). Te amo, mi vida. He sido una tonta. Creía que podría vivir sin ti pero no puedo. Perdóname. Te amo. Te amo y no quiero vivir ni un segundo lejos de ti. No quiero dejar de sentir lo que siento estando a tu lado.
Esteban estaba sorprendido; felizmente sorprendido por la reacción de su esposa. No había hecho falta que Carlos hablara con ella. No hizo falta que nadie tratara de convencerla de que volviera con él. Ella había vuelto voluntariamente a sus brazos, sin necesidad de más explicaciones, sin ser necesario que él la buscara; ella había decidido volver con él.
E: yo si que te amo, mi amor. Nunca sabrás cuanto.
Los dos se fundieron en un beso apasionado, del que fueron literalmente arrancados por el gran estruendo que formaron los aplausos de los presentes en aquel comedor por la escena tan conmovedora que estaban viviendo.
E: (con mucho cariño). Mi vida, nos están mirando.
M: pues que miren todo lo que quieran (Vuelve a besarlo).
En ese momento, Verónica volvía de su visita al cuarto de baño y al ver a María en esa situación con un hombre al que se suponía que no conocía; se sorprendió mucho.
Ve: ¡María! ¿Quién es ese hombre?
M: (separándose de los labios de Esteban). Él es mi marido. Esteban San Román.
Ve: ¿así que usted es el infeliz de Esteban San Román, eh? Pues ahora me va a escuchar. Usted es un
M: ¡Verónica! ¡Vasta ya! Si yo lo he perdonado y tú me quieres; debes perdonarlo también.
Ve: está bien, está bien. Pero sólo porque tú me lo pides; Por que si por mí fueraYa, ya. Está bien.
E: ¿Quién es esta señorita con tanto carácter?
M: Ella es la prometida de Gerardo salgado y mi mejor amiga.
E: ¡Está Gerardo aquí!
M: si, vinimos a cenar a este hotel, por que pertenece a la cadena de hoteles que posee Gerardo repartidos por todo el mundo.
Esteban, revisó con la vista el comedor buscando a Gerardo. Este les hacía gestos con las manos para que se sentaran todos a la mesa y así poder cenar todos juntos.
E: ¡Gerardo! Que gusto volver a verte.
G: lo mismo digo. Vamos, Sentaos. Cenaremos juntos.
Los cuatro cenaron copiosamente y charlaron sobre muchas cosas; pero Verónica no terminaba de entrar en la conversación.
G: te encuentro algo extraña, mi amor. Con lo que te gusta hablar, no has soltado palabra en toda la velada.
E: es que creo que no le caigo muy bien a tu futura esposa.
Ve: no es que no me caiga bien. Sólo espero entender algún día que llegaras a abandonar a María en la cárcel y esperando a dos de tus hijos ¿Cómo pudiste estar sin ella si tanto la amas? Si yo paso solo unas semanas sin ver a Gerardo y casi me muero ¿Cómo aceptaste la idea de perder a la mujer que amabas para siempre?
M: Cuando tengas hijos lo comprenderás Verónica. Los padres siempre hacemos lo que creemos mejor para nuestros hijos; aunque para ello tengamos que sacrificar nuestra propia felicidad. Por los hijos somos capaces de todo.
Ve: está bien, perdona Esteban pero tienes que entender que quiero a María como a una hermana y por ello, me creo en la obligación de protegerla.
E: besa a Verónica en la mano y a su esposa en los labios). No te preocupes; que nunca más tendrás que protegerla de mí.
Ve: eso espero si es que no quieres conocer a la auténtica Verónica Altea.
El pequeño beso que le dio su esposo, hizo que María cambiara de color. Sus mejillas adquirieron un tono rojizo, dejando entrever la pasión que empezó a fluir en ella. Ella hizo como si quisiera devolverle el beso y aprovechó para acercarse a su oído.
M: (Susurrándole al oído). Te deseo.
La dos palabras dichas por la boca de su esposa; encendieron un volcán de pasión en su interior. Tenían que salir de allí. Tenía que estar a solas con ella.
E: Bueno. Tenemos que irnos. Mañana nuestros hijos regresan a México a primera hora y hay que ir a despedirlos al aeropuerto.
M: (apoyando a Esteban en su excusa). Si, tienes razón. Mañana hay que madrugar.
Ve: pues es una lástima por que ahora es cuando empezábamos a divertirnos.
M: (extiende su mano). Gracias Gerardo. Gracias por la invitación.
G: (estrecha su mano y le da un beso en la mejilla). De nada. Ha sido un placer volver a veros.
Ve: Podemos quedar mañana por la tarde y recorremos Aruba.
M: está bien. Mañana te llamo y quedamos.
Los dos salieron del salón agarrados de la mano, nerviosos como dos adolescentes. Esteban, tiraba de María con mucha prisa. Ambos sentían la urgencia de poseerse el uno al otro.
Entraron en el coche que Esteban había alquilado esa misma tarde y guiado por María, se dirigieron directamente a su departamento. Ya en el ascensor mientras se besaban y se acariciaban, Esteban fue desabrochando los botones del vestido de María. Durante el corto trayecto desde el ascensor a la puerta del departamento, él la levó entre sus brazos agarrándola contra su cuerpo sujetándola con sus brazos alrededor de su cintura y besuqueando la curvatura de su cuello. Tardaron varios minutos en abrir la puerta del departamento ya que seguían besándose y acariciándose mientras intentaban buscar e introducir la llave en la cerradura. Cuando por fin lograron abrir la puerta, Esteban la atravesó si soltar a María en ningún momento de sus brazos y cerro la puerta empujándola con el pie. En cuanto supieron que se encontraban en la intimidad que les ofrecía el departamento. Esteban la colocó en el suelo y empujó suavemente los hombros del vestido de ella que ya se encontraba desabrochado por completo, éste resbaló por su cuerpo hasta quedar tirado en el suelo. Él la apartó unas décimas de segundos para observarla.
E: eres preciosa. Tu cuerpo siempre me ha vuelto loco. Te adoro mi vida. Te amo.
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