El club de duelo

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

Al despertar Harry la mañana del domingo, halló el dormitorio resplandeciente con la luz del sol de invierno, y su brazo otra vez articulado, aunque muy rígido.

Se sentó enseguida y miró hacia la cama de Colin, pero estaba oculto tras las largas cortinas que el propio Harry había corrido el día anterior. Al ver que se había despertado, la señora Pomfrey se acercó afanosamente con la bandeja del desayuno, y se puso a flexionarle y estirarle a Harry el brazo y los dedos.

Todo va bien —le dijo, mientras él apuraba torpemente con su mano
izquierda las gachas de avena—. Cuando termines de comer, puedes irte.

Harry se vistió lo más deprisa que pudo y salió precipitadamente hacia la torre de Gryffindor, deseoso de hablar con Ron y Hermione sobre Colin y Dobby, pero aún más con Ginny, pero no los encontró allí. Harry dejó de buscarlos, preguntándose adónde podían haber ido y algo molesto de que no parecieran interesados en saber si él había recuperado o no sus huesos.

Cuando pasó por delante de la biblioteca, Percy Weasley precisamente salía de ella, y parecía estar de mucho mejor humor que la última vez que lo habían encontrado.

—¡Ah, hola, Harry! —dijo—. Excelente jugada la de ayer, realmente
excelente. Gryffindor acaba de ponerse a la cabeza de la copa de las casas: ¡ganaste cincuenta puntos!
—¿No has visto a Ron ni a Hermione? —preguntó Harry.
No, no los he visto —contestó Percy, dejando de sonreír—. Espero que
Ron no esté otra vez en el aseo de las chicas...

Harry forzó una sonrisa, siguió a Percy con la vista hasta que desapareció, y se fue derecho al aseo de Myrtle la Llorona. No encontraba ningún motivo para que Ron y Hermione estuvieran allí, pero después de asegurarse de que
no merodeaban por el lugar Filch ni ningún prefecto, abrió la puerta y oyó sus voces provenientes de un retrete cerrado.

—Soy yo —dijo, entrando en los lavabos y cerrando la puerta. Oyó un
golpe metálico, luego otro como de salpicadura y un grito ahogado, y vio a Hermione mirando por el agujero de la cerradura.
¡Harry! —dijo ella—. Vaya susto que nos has dado. Entra. ¿Cómo está tu
brazo?
—Bien —dijo Harry, metiéndose en el retrete.

Habían puesto un caldero
sobre la taza del inodoro, y un crepitar que provenía de dentro le indicó que habían prendido un fuego bajo el caldero. Prender fuegos transportables y sumergibles era la especialidad de Hermione.
multijugos

Pensamos ir verte, pero decidimos comenzar a preparar la poción
multijugos —le explicó Ron, después de que Harry cerrara de nuevo la puerta del retrete. Hemos pensado que éste es el lugar más seguro para guardarla.
- ¿Dónde está Ginny? - pregunto Harry
- Uhm... no lo sé - respondió Ron

Harry empezó a contarles lo de Colin, pero Hermione lo interrumpió.

Ya lo sabemos, oímos a la profesora McGonagall hablar con el profesor
Flitwick esta mañana. Por eso pensamos que era mejor darnos prisa.
—Cuanto antes le saquemos a Malfoy una declaración, mejor —gruñó
Ron—. ¿No piensas igual? Se ve que después del partido de quidditch estaba tan sulfurado que la tomó con Colin.
—Hay alguien más —dijo Harry, contemplando a Hermione, que partía manojos de centinodia y los echaba a la poción—. Dobby vino en mitad de la noche a hacerme una visita.

Ron y Hermione levantaron la mirada, sorprendidos. Harry les contó todo lo que Dobby le había dicho... y lo que no le había querido decir. Ron y Hermione lo escucharon con la boca abierta.

Harry y Ginny: Una historia descabellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora