Maldiciones imperdonables

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

El hurón se agitaba en el aire, sacudiendo desesperado las patas y la cola.

No... vuelvas... a hacer... eso... —dijo Moody, acompasando cada
palabra a los botes del hurón.
¡Profesor Moody! —exclamó una voz horrorizada.

La profesora McGonagall bajaba por la escalinata de mármol, cargada de
libros.

—Hola, profesora McGonagall —respondió Moody con toda tranquilidad, haciendo botar aún más alto al hurón.
¿Qué... qué está usted haciendo? —preguntó la profesora McGonagall,
siguiendo con los ojos la trayectoria aérea del hurón.
Enseñar —explicó Moody.
Ens... Moody, ¿eso es un alumno? —gritó la profesora McGonagall al
tiempo que dejaba caer todos los libros.
—contestó Moody.
¡No! —vociferó la profesora McGonagall, bajando a toda prisa la
escalera y sacando la varita. Al momento siguiente reapareció Malfoy con un ruido seco, hecho un ovillo en el suelo con el pelo lacio y rubio caído sobre la cara, que en ese momento tenía un color rosa muy vivo.

Haciendo un gesto de dolor, se puso en pie con ayuda de Astoria.

—¡Moody, nosotros jamás usamos la transformación como castigo! —dijo
con voz débil la profesora McGonagall
- ¡Sacénlo! - gritó Morgana.
—. Supongo que el profesor Dumbledore se lo ha explicado. - dijo la profesora McGonagall
Puede que lo haya mencionado, sí —respondió Moody, rascándose la
barbilla muy tranquilo—, pero pensé que un buen susto...
—¡Lo que hacemos es dejarlos sin salir, Moody! ¡O hablamos con el jefe
de la casa a la que pertenece el infractor...!
—Entonces haré eso —contestó Moody, mirando a Malfoy con desagrado.

Malfoy, que aún tenía los ojos llenos de lágrimas a causa del dolor y la
humillación, miró a Moody con odio.

- ¡Él no hizo nada! - defendió Astoria - ¡Fue Zabini!
- ¡Cállate, tonta! - le gritó Zabini.
- ¡Repítelo otra vez, estúpido! - le retó Astoria.

Avanzó amanezante ante él, dejando a Malfoy, quien sin su ayuda volvió a caer.

- ¡Pícale el ojo! - le ánimo Ginny a su amiga.
- ¡Señor Zabini, Señorita Greengrass y Señorita Weasley! - regañó McGonagall.
Bueno, supongo que el jefe de vuestra casa es Snape, ¿no?
—Sí —respondieron los tres.
Un viejo amigo —gruñó Moody—. Hace mucho que tengo ganas de
charlar con el viejo Snape... Vamos, adelante... —Y los tres Slytherin se conducieron de camino a las mazmorras.

La profesora McGonagall los siguió unos momentos con la vista; luego
apuntó con la varita a los libros que se le habían caído, y, al moverla, éstos se levantaron de nuevo en el aire y regresaron a sus brazos.

No me habléis —les dijo Ron a Harry, Ginny y Hermione en voz baja cuando unos minutos más tarde se sentaban a la mesa de Gryffindor, rodeados de gente que comentaba muy animadamente lo que había sucedido.
¿Por qué no? —preguntó Hermione sorprendida.
Porque quiero fijar esto en mi memoria para siempre —contestó Ron, con los ojos cerrados y una expresión de inmenso bienestar en la cara.

Hermione sirvió estofado de buey en los platos.

- Hubiera sido divertido que fuera Zabini, Malfoy es inocente - le dijo Ginny.
- ¿Lo Estás defendiendo? - pregunto sin creérselo Ron.
Sin embargo, Malfoy podría haber quedado herido de verdad — intervino Hermione—. La profesora McGonagall hizo bien en detenerlo.
—¡Hermione! —dijo Ron como una furia, volviendo a abrir los ojos—. ¡No me estropees el mejor momento de mi vida!

Harry y Ginny: Una historia descabellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora