El regreso de Canuto y Lunático

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

—Pase —dijo Snape en su tono habitual.

Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.

Tenemos que hablar —dijo Karkarov abruptamente, cuando hubo llegado hasta Snape. Parecía tan interesado en que nadie más entendiera lo que decía, que apenas movía los labios: daba la impresión de ser un ventrílocuo de poca monta.

Sin apartar los ojos de las raíces de jengibre, Harry trató de escuchar.

Hablaremos después de clase, Karkarov... —susurró Snape, pero
Karkarov lo interrumpió.
Quiero hablar ahora, no quiero que te escabullas, Severus. Me has
estado evitando.
—Después de clase —repitió Snape.

Con el pretexto de levantar una taza de medición para ver si había echado en ella suficiente bilis de armadillo, Harry les echó a ambos una mirada de soslayo. Karkarov parecía sumamente preocupado, y Snape, molesto. Karkarov permaneció detrás de la mesa de Snape durante el resto de la doble clase. Al parecer, quería evitar que Snape se le escapara al final.

Interesado en escuchar lo que Karkarov tenía que decir, Harry derramó adrede su frasco de bilis de armadillo dos minutos antes de que sonara la campana, lo que le dio una excusa para agacharse tras el caldero a limpiar el suelo mientras el resto de la clase se dirigía ruidosamente hacia la puerta.

—¿Qué es eso tan urgente? —oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en
un susurro.
Esto —dijo Karkarov.

Echando un vistazo por el borde del caldero, Harry vio que Karkarov se
subía la manga izquierda de la túnica y le mostraba a Snape algo situado en la parte interior del antebrazo.

¿Qué te parece? —añadió Karkarov, haciendo aún el mismo esfuerzo
por mover los labios lo menos posible—. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde...
—¡Tapa eso! —gruñó Snape, recorriendo la clase con los ojos.
Pero tú también tienes que haber notado... —comenzó Karkarov con voz agitada.
—¡Podemos hablar después, Karkarov! —lo cortó Snape—. ¡Potter! ¿Qué está haciendo?
—Limpiando la bilis de armadillo, profesor —contestó haciéndose el
inocente, al tiempo que se levantaba y le enseñaba el trapo empapado que
tenía en la mano.

Karkarov giró sobre los talones y salió de la mazmorra a zancadas. Parecía
tan preocupado como enojado. Como no quería quedarse a solas con un
Snape excepcionalmente airado, Harry echó los libros y los ingredientes de Pociones en la mochila y salió a toda pastilla para contarles a Ron, Ginny y Hermione
lo que había presenciado.

• • •

A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegaron a Hogsmeade los 4 se habían quitado la capa y se la habían echado al hombro. En la mochila de Harry llevaban la comida que Remus les había pedido: una docena de muslos de pollo, chocolates, Dos barras de pan y dos frascos de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.

Fueron a Tiroslargos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se
divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado. A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.

Harry y Ginny: Una historia descabellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora