▄▀▄El Torneo de los.... ¿¡5 magos!?▄▀▄▀

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

Ginny permaneció sentada, consciente de que todos cuantos estaban en el Gran Comedor lo miraban a Harry y a ella. Se sentía aturdida, atontada. Debía de estar soñando. O no había oído bien.

Nadie aplaudía. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a
llenar el salón. Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Ginny y a Harry, que seguían inmóviles, sentado en su sitio.

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo. Harry se volvió hacia Ron y Hermione. Más allá de ellos, vio que todos los demás ocupantes de la larga mesa de Gryffindor los miraban con la boca abierta.

- Nosotros no pusimos nuestros nombres -dijo Harry, totalmente confuso
-. Vosotros lo sabéis. - dijo Ginny.

Uno y otro le devolvieron la misma mirada de aturdimiento.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

-¡Harry Potter! -llamó-. ¡Ginny Weasley! ¡Vengan aquí, por favor!
-Vamos -les susurró Hermione, dándole a Harry un leve empujón.

Harry se puso en pie, se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco.

Avanzó junto con Ginny por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. A ambos Les pareció un camino larguísimo. La mesa de los profesores no parecía hallarse más cerca aunque ellos caminaran hacia ella, y notaban la mirada de cientos y cientos de ojos, como si cada uno de ellos fuera un reflector. El zumbido se hacía cada vez más fuerte.

Después de lo que a Harry le pareció una hora, se hallaron delante de Dumbledore y notó las miradas de todos los profesores.

-Bueno... cruzen la puerta -dijo Dumbledore, sin sonreír.

Harry y Ginny pasaron por la mesa de profesores. Hagrid, sentado justo en un extremo, no les guiñó un ojo, ni levantó la mano, ni hizo ninguna de sus habituales señas de saludo.

Parecía completamente aturdido y, al pasar Harry y Ginny, los miró como hacían todos los demás. Harry salió del Gran Comedor y se encontró en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas.

Delante de él, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.

Cuando entraron, las caras de los retratados se volvieron hacia ellos.

Vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.

Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour lo miró cuando entraron y volvió a
echarse para atrás su largo pelo plateado.

-¿Qué pasa? -preguntó, creyendo que había entrado para transmitirles algún mensaje-. ¿«Quieguen» que volvamos al «comedog»?

Ginny no sabía cómo explicar lo que acababa de suceder. Se quedó allí
quieto, mirando a los tres campeones, sorprendida de lo altos que parecían.
¿¡Por qué todos era más altos que ella?!?

Harry y Ginny: Una historia descabellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora