A través de la trampilla

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Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas

Maratón (4/?)

En años venideros, Harry nunca pudo recordar cómo se las había arreglado para hacer sus exámenes, cuando una parte de él esperaba que Voldemort
entrara por la puerta en cualquier momento.

Los días pasaban y no había dudas de que Fluffy seguía bien y con vida, detrás de la puerta cerrada.

Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban
por escrito. Les habían entregado plumas nuevas, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.

También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno a
uno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratón en una caja de rapé.  Snape los puso nerviosos a todos, respirando sobre sus nucas
mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.

Harry lo hizo todo lo mejor que pudo, tratando de hacer caso omiso de las
punzadas que sentía en la frente, un dolor que le molestaba desde la noche que había estado en el bosque. Neville pensaba que Harry era un caso grave de nerviosismo, porque no podía dormir por las noches. Pero la verdadera que Harry se despertaba por culpa de su vieja pesadilla, que se había vuelto peor, porque la figura encapuchada aparecía chorreando sangre.

Tal vez porque ellos no habían visto lo que Harry vio en el bosque, o porque no tenían cicatrices ardientes en la frente.

A Ron y Hermione La idea de Voldemort los atemorizaba, desde luego, pero no los visitaba en sueños y estaban tan
ocupados repasando que no les quedaba tiempo para inquietarse por lo que Snape o algún otro estuvieran tramando.

El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo
preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Harry no pudo dejar de alegrarse con el resto.

Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé —dijo Hermione, cuando
se reunieron con los demás en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente.

A Hermione siempre le gustaba volver a repetir los exámenes, pero Ron
dijo que iba a ponerse malo, así que se fueron hacia el lago y se dejaron caer bajo un árbol.

Basta de repasos —suspiró aliviado Ron, estirándose en la hierba—.
Puedes alegrarte un poco, Harry, aún falta una semana para que sepamos lo mal que nos fue, no hace falta preocuparse ahora.

Harry se frotaba la frente.

—¡Me gustaría saber qué significa esto! —estalló enfadado—. Mi cicatriz sigue doliéndome. Me ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguido como ahora.
—Ve a ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione.
No estoy enfermo —dijo Harry—. Creo que es un aviso... significa que se acerca el peligro...

Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor.

Harry, relájate, Hermione tiene razón, la Piedra está segura mientras
Dumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de que Snape encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una vez, no va a intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al quidditch en el equipo de Inglaterra antes de que Hagrid traicione a Dumbledore.

Harry y Ginny: Una historia descabellada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora