Decidió olvidarse de todo el asunto de la muchacha. Su foco estaba puesto en la misión, debía buscar pistas. Una tienda de refrigerios llamo su atención, decidió comprar un poco de Takoyaki. La mujer que le atendió lo miro con genuina felicidad y en todo momento fue amable y cortes. Al probarlos descubrió que estaban deliciosos, Rengoku se pregunto el porque la tienda no estaba abarrotada de gente como otras que vio de camino, la mujer le sonrió adivinando lo que había pensando.
—El negocio es muy rudo por esta zona— respondió, guardando un poco más en una caja con el logo de la tienda—¿No eres de aquí, verdad?.Has oído hablar de las desapariciones? Suelen suceder cerca de esta zona de la ciudad, y la gente es muy supersticiosa. Dicen que los negocios de este lado están malditos—
—Y usted cree eso?— la mujer lo miro fijamente mientras devoraba los Takoyakis, luego rio estrepitosamente e hizo un ademán con la mano antes de responder.
—Por supuesto que no chico. Pero la gente así lo cree y por eso tratan de no comprar en esta zona. Muchos negocios han cerrado por culpa de eso— le tendió la cajita de comida que había preparado con anterioridad, al ver el rostro confundido del pilar añadió— Va por la casa, me has animado el día. Espero encuentres lo que sea que estes buscando— El bicolor asintió y dió las gracias antes de tomar la caja de comida, le deseo muy buena suerte y siguió patrullando en busca de más pistas. Sabía que debía quedarse en esa zona, y gracias a la mujer tuvo la idea de interrogar otros negocios. Tal vez alguno diera información más detalla e importante.
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Al final del día no consiguió mucha información, todos les decían particularmente lo mismo. El atardecer comenzando a darle paso a la noche y supo que era el momento de trabajar. Las calles de Naha estaban bien iluminadas y, para sorpresa de Rengoku, la ciudad se había animado más en la oscuridad. Las luces de las tiendas daban un toque mágico a la noche y se podía ver a varios niños acompañados de sus padres en una salida familiar. Los ancianos caminaban por los parques y alguno que otro vandalo andaba buscando pleitos a los más débiles. El pilar de fuego se sintió extrañado, si bien habían muertos casi todos los días, la gente seguía su vida como si nunca hubieran existido. Todos estaban inmersos en su mundo y eso era lo único que les importaba. Sus ojos se desviaron automáticamente a un cabello azul nocturno, la chica de ropas arapientas volvía a estar en su vista periférica, la muchacha veía a todos lados sin rumbo fijo y por cómo se encogía parecía trasmitir lo asustada que estaba. El bicolor se quedó en su sitio, pues tenía una visión amplia de lo que hacía la peliazul. Después de ser echada de dos locales parecio desanimarse y comenzó a cruzar por una callejuela. En cuanto Rengoku se dispuso a ir en la dirección contraria, vio como el anterior grupo de vándalos siguió la dirección de la chica. Iba a continuar su camino, pero algo en su interior le gritaba que debía seguirlos. Producto o no de su instinto eso fue lo que hizo.
En cuanto alcanzó el callejón ya los había perdido de vista. No sé preocupo, la mínima calle parecía solo ir en una dirección por lo que seguiría el sendero hasta encontrarselos. El aullido de dolor de uno de ellos lo alarmó y apresuró su paso, escucho como los otros comenzaron a maldecir en unisono. Ese tipo de lugares podrían ser perfectos para los ataques de demonios. Su espada sonó en cuando empezó a desenvainarla, el acero y la vaina chocaban mientras corría hasta su objetivo, en cuanto cruzo una esquina respiro profundo y se preparó para atacar.
Esquivo con agilidad una fecha que iba directo a su cabeza. Desorientado, se detuvo para ver qué estaba sucediendo. El más corpulento aún aullaba de dolor mientras se agarraba la mano, tenía una flecha clavada justo en el centro de la palma. El más fuerte había comenzando a maldecir mientras pateaba un arco improvisado de madera y sometía a alguien contra el piso, agarrando el cuello de su camisa mientras lo amedrentaba. Entonces vio a la muchacha de piel canela en el suelo, tenía el cabello suelto y desparramado con una mirada colérica. Enseguida sus ojos se desviaron a los de él, como la atracción de una polilla a la luz. Segundos después, su cara recibió un seco golpe de unos duros nudillos.
No supo en qué momento llego hasta el chico y comenzó a ahorcarlo, por instinto los otros retrocedieron al aceptar que el pilar era mucho más fuerte que ellos. Un jalón en su Haori lo hizo volver a entrar en razón, bajo la mirada hasta encontrarse con esos ojos azules. Ella no dijo nada, pero el gesto le decía que ya era suficiente, su rostro estaba magullado, la mejilla comenzaba a hincharse y le sangraba la nariz. Se veía frágil e indefensa, y su necesidad de protegerla le estaba carcomiendo los sentidos. Otro jalón y soltó al chico que aún tenía prisionero, el muchacho comenzó a toser sin poder levantarse, en cuanto pudo tomar una bocanada de aire salió corriendo junto a los demás.
Cuando estuvieron solos, Rengoku comenzó a hablar.
—Estas bien?— aún seguía viendo la dirección por dónde se fueron los vandalos. Sus propios pensamientos se arremolinaban en su mente, casi lo había matado. Le tomo un minuto entero controlar su floreciente enojo y fue cuando se inclino hacia ella. Sus ojos azules lo miraban curiosos— No te hicieron mucho daño? Puedes levantarte?—
La ternura con que le hablo casi la hizo estallar en sollozos. No sabía cuándo había Sido la última vez que una persona la trataba con gentileza. Rengoku le acaricio la mejilla impulsivamente, esperando una respuesta.
—Estoy bien. No hubo mucho daño— su japonés sonó extraño, el pilar no pudo evitar fruncir el ceño para intentar comprenderla. Ella carraspeó pero le dolió la garganta— Estoy bien. Gracias por protegerme, cazador de demonios—
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Flama『炎』
FanfictionKujo Marion perdió su hogar en manos de un demonio. Siendo la única sobreviviente de la masacre, no tiene más alternativa que seguir con su vida e intentar progresar en una civilización que solo la ve para un solo propósito. Rengoku Kyojuro, el pil...