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Rengoku y Uzui se abrieron paso a través de la zona peatonal, el ninja con más agilidad iba abriéndose paso por las alturas, brincando de anuncio a techos y balcones para aminorar el trayecto. Por su parte, el bicolor usaba su habilidad para esquivar a aquellos transeúntes que se atravesaban en su camino. Ambos estaban preocupados, pensando lo mismo durante todo su viaje a la dirección que Marion había dejado escrita en la Mansión.

Al llevar a los límites del bosque, muy cerca de donde se encontraba el escondite de Jingoku. Se pudo escuchar el forcejeo de dos cuerpos, junto a gritos coléricos. Marion se encontraba dentro, quien sabe en qué estado. Cuando Rengoku respiró profundamente para utilizar una de sus técnicas de esgrima fue bloqueado por el albino. Con voz tranquila y pausada el ninja explico su argumento.

—Es mejor analizar la situación antes de atacar, podría ser una trampa—

—Lo sea o no, Marion está en peligro. Debo ir a rescatarla— intento abrirse paso, pero el albino era mucho más alto y corpulento que él. Ambos tenían la misma fuerza, pero no era momento de un concurso de testosterona. Al ver que el ninja no iba a dar su brazo a torse, el bicolor se vio obligado a seguir convenciendolo— No dejaré que nadie muera en este lugar, salvaré a quien lo necesite. Marion por sobretodas las cosas es mi prioridad y si no piensas ayudar es mejor que te hagas a un lado—

Uzui chasqueo la lengua fastidiado.

—Maldita sea, quiero tanto como tú salvarla pero no podemos subestimar al demonio, podría tener rehenes en los alrededores. Así que mantén tus malditas hormonas controladas y piensa con la cabeza fría—

Justo en se momento, un fuerte sonido los alertó para poco después escucharse un grito desgarrador. Aquello impulso a ambos a correr directo a la entrada de la guarida.

Al traspasar los finos y desgarrados pedazos de tela se encontraron con una escena poco alentadora. El pilar del sonido observo rápidamente a Rengoku, quien no paraba de mirar el cuerpo ensangrentado de Marion. La chica aún estaba consciente y cuando sus miradas se cruzaron pudo ver el reflejo de la desesperanza en ellos. Sus bellos ojos color cielo se opacaron, cerrandose lentamente y perdiendo el conocimiento.

Jingoku paledecio al reconocer los ojos bicolores, rojos con tintes naranjas. Brillantes y aterradores. Se echó hacia atrás mientras su brazo temblaba con nerviosismo recordando la última amenaza que había recibido de él. Tenía miedo. Ese pilar de la llama era demasiado aterrador para intentar enfrentarlo directamente.

Aprovechando que tenían su atención en su hija, se volvió en sus talones para escapar al lugar más oscuro de la guarida. En ese momento, la maldición de Kibutsuji lo hizo detenerse en seco, no podía dejar que escapara cuando al fin estaba frente a un pilar. Hacía solo unos días Douma le había mencionado que todas las Lunas inferiores habían sido eliminadas por la misma razón. Si escapaba, tal vez lograría vivir pero sería asesinado por su señoría en cuanto se diera cuenta de su debilidad. En cambio, si los enfrentaba tendría el mismo destino pero con algunas posibilidades de sobrevivir si convertía a uno de ellos en demonio. Aún mantenía dos jeringa con la sangre de Douma en su poder, solo debía acercarse lo suficiente para inyectar a alguno. La sangre no haría efecto de inmediato, pero dejaría fuera de la batalla al elegido.

Con eso en mente irguio su espalda y mantuvo todo el valor que poseía. Era un demonio que usaba la cobardía como su fuerte y aquello sin dudas era un escenario que le desfavorecia. Pero con la sangre de Douma tenía la esperanza de ganar, si solo hacia eso, recibiría más sangre de Su Señoría y sus poderes podrían extenderse aún más. Saco la jeringa que le quedaba de la manga de su kimono, dispuesto a atacar, Uzui fue el primero en percibir el movimiento enemigo y al ver que Kyojuro no hacía ademán para apartarse le jalo del haori de flamas.

Flama『炎』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora