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Rengoku no se sentía del todo bien dejando que la peliazul volviera sola a la posada. Pero no podía hacer nada, el tiempo era fundamental y no quería hacer que los rumores de su arranque de irá se dispersaran por la ciudad.

Indagó un poco más en su camino al lado Oeste, fue mucho mas fácil cuando enfrentaba a la gente con la historia directamente. Y, aunque en varios casos, todos habían insistido en un ritual extraño que se hacía inicialmente, no creyó que fuese algo importante.

Una mujer rellenita con un coqueto y hermoso kimono con patrones de garzas se le acerco, abanicando las pestañas.

—Quieres confirmar el rumor?— la persona a quien Rengoku le hablaba se giró para hacerle una reverencia y salir casi corriendo del lugar. Iba acompañada por dos gigantes guardaespaldas, al ver los tatuajes confirmo que eran Yakuzas. La mujer hizo un ademán con la mano para que los hombres se apartaran a una distancia— Perdona, mi marido suele atosigarme con la seguridad. Sentí curiosidad por la conversación y quise participar—

Parecía una mujer amigable, rebosaba esa aura de autosuficiencia y simpatía, como no sintió ninguna intensión deshonesta la dejo ser. El pilar le hizo una reverencia y ella se complació con una sonrisa.

»—Nuestro grupo está investigando la conexión entre las víctimas y la tienda. Uno de nuestros hombres se convirtió en una de ellas hace dos días— lo dijo con mucho malestar, los dos guardias también agacharon las cabezas. Entrometerse con Yakuzas no era parte del plan, no quería tener problemas más grandes como las peleas entre bandos u cualquier otra cosa que tuviera relación con la criminalidad. Y convencerlos de la inutilidad de sus armas y la existencia de los demonios tampoco era una medida factible, podrían enfadarse pensando que les estaba jugando una broma. La mujer dió dos pequeños golpeas al mango de su katana para que volviera a la realidad— No pareces estar del lado de la policía, asi que me sentí algo inquieta. Pero me das la impresión de ser alguien amigable, permíteme presentarme. Soy Hoshino Kaguya— No respondió enseguida, pensó rápidamente en algún nombre falso. La mujer sonrió e hizo otro ademán con la mano, los grandulones se dirigieron a dos tiendas más allá de su ubicación— Disculpa. Debí suponer que no querías involucrarte demasiado, suelo olvidar de que trabaja mi marido— rio con una voz risueña, una dentadura perfecta y blanca apareció— Ahora que estamos en confianza, podrías presentarte, viajero?—

Le hizo una reverencia.

—Rengoku Kyojuro, un placer—

—El placer es mío Renjuro-san— él la miro con una ceja levantada, antes de corregir el error y repetirle su nombre, la mujer alzó la mano para que parara— Es mejor que te llame por este apodo mientras estén mis guardaespaldas. No te parece, Renjuro-san— el bicolor le sonrió en modo de comprensión, era una señora muy interesante— Puedes estar tranquilo, mi esposo y los Yakuza en general no están al tanto de la investigación. La he comenzado yo con un pequeño grupo de subordinados, no me gusta que mis calles sean así de peligrosas—

Ver a una mujer con ese carisma, haciendo el puchero que haría una niña le saco una carcajada, relajando un poco la tensión del ambiente.

—Hoshino-san podría decirme que tanto ha investigado? Llevo una semana en la ciudad y aún no logro conseguir algo que me sirva— volvió a tener ojos perspicazes, no le sorprendería viniendo de una mujer rodeada de peligro constante.

Ambos dieron información al otro y como era de esperarse Kyojuro no tenía algo novedoso. Kaguya había iniciado la investigación con casi un mes de antelación, daba gracias que sus subordinados era muy capaces y hacían hablar a los borrachos e hombres que se habían negado a decirle nada. Pero, al final, la información se redujo al rumor que Marion había descubierto. Aperitivos Mang era el principal sospechoso, con ello el extraño ritual que debía hacerse para encontrar la tienda abierta. Debía ser estrictamente de noche pasada la media noche, caminar 3 veces por los alrededores de la tienda y luego beber 3 vasos de sake, después de hacerlo encontraban la tienda iluminada llena de dulces.

—Si comes algo de la tienda, estás muerto. Corroboré la historia con un borracho que juro haber visto a un demonio sirviendo los dulces— la mujer soltó un bufido nada decoroso— No sé si fue por el alcohol o porque no quería decirme la identidad del propietario, pero no logré que hablara más. No creo en esa leyenda urbana, los humanos son así de salvajes sin necesitar a una entidad sobrenatural o algo parecido— ambos vieron como los guardaespaldas salían de la tienda con unas bolsas de compras, ella le guiño el ojo— mis hombres son supersticiosos así que no encuentro alguien que se atreva a hacer ese ritual. Espero volver a verte con noticias, Renjuro-san

Le dió una tarjeta de presentación en dónde aparecía el logo de una pequeña corporación y la dirección de una oficina. La mujer alzó la mano con delicadeza para despedirse y se reunión con el par de subordinados, para luego desaparecer por otro bulevard lleno de tiendas de moda.

Él no necesitaba ser supersticioso, sabía exactamente qué era lo que atacaban a los demás. Se dirigió a la dirección en que había obtenido de sus investigaciones y termino en dónde menos había esperado. Aperitivos Mang resultó ser la tienda donde había comido los mejores Takoyakis de la ciudad. Imaginarse a una señora tan amigable como la que atendía fuera cómplice de algún demonio le revolvió el estómago. Las apariencias engañan, recordó con severidad. Hizo todo el ritual, exactamente con las cantidades de veces y nada sucedió. La tienda seguía estando cerrada, sin ninguna actividad sospechosa.

Al maldecir para sus adentros y debatirse entre entrar a la tienda a la fuerza o esperar otro día, noto un trozo de papel pegado a la vitrina. Lo arranco y leyó.

No puedes engañarnos pilar. Nunca sabrás dónde nos escondemos, pero nosotros si sabemos sobre ti y ese pequeño gorrión que escondes— Mang

Flama『炎』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora