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La pequeña Nina agitaba las piernas y contaba ladrillos mientras esperaba en el coche de su madre. ¿Por qué tenía que tardar tanto? Aquella era la peor manera de pasar sus vacaciones de verano, seguro que sus amigos se lo estaban pasando en grande en la playa. Suspiró, apoyó el codo al lado de la ventanilla y se sujetó la mejilla. Hacía años que no iban a la playa. Desde la catástrofe...
Su mirada se perdió en la entrada de un callejón a un par de coches de distancia, en el que se produjo un fogonazo de luz esmeralda. La niña se irguió en su asiento con alerta.
Oteó su alrededor. La calle estaba desierta.
El bichito de la curiosidad le picó con tanta insistencia que cayó en la tentación. Desobedeció a su madre y se bajó del coche.
Se le erizó el vello como si el ambiente estuviera electrificado, pero se acercó a la esquina paso a paso, de puntillas. Agudizó el oído, ignoró los latidos de su acelerado corazón y se asomó para espiar el otro lado.
Un joven, espada en mano, luchaba contra una bestia. Su cuerpo lleno de pelo se parecía al de un león, aunque su cara era tan arrugada como la de un bulldog. Le enseñó sus largos y afilados colmillos al chico e intentó arrancarle un brazo, pero él lo esquivó en el último segundo mediante un desplazamiento lateral.
La pequeña se quedó clavada en el sitio, sin apartar la mirada. No sabía qué era aquella cosa, y deseó tener a mano uno de los bestiarios de su abuela para averiguarlo.
Tras unos minutos de refriega, el adolescente cayó al suelo, inconsciente, golpeado por un ataque invisible. La criatura rugió para celebrar su victoria y su bramido ensordecedor sí asustó a Nina, quien se encogió en su escondite tras la esquina.
Por suerte, la felicidad del animal no duró mucho. Otro hombre apareció de la nada y, tras un chasquido de sus dedos, varias llamas rodearon al monstruo, reduciéndolo a motas de luz poco después.
Un escalofrío recorrió a la pequeña espía mientras observaba a aquel señor. No fueron sus patillas ya canosas las que la impresionaron, sino su complexión delgada y su postura firme, que le hacían la personificación de una vara metálica. De hecho, su mirada era tan dura y fría como el acero.
Se acercó al luchador caído y arrugó su nariz de ave rapaz en una mueca de desprecio.
—Patético.
Le pateó sin miramientos hasta hacerle volver en sí. Conseguido su propósito, se agachó, le agarró del cuello y le levantó con ridícula facilidad.
—¡¿Sabes lo que vale esa criatura?! ¡¿Lo que me hubiera costado tu incompetencia?!
Le zarandeó con cólera.
—Lo siento, maestro. —Su voz fue apenas un susurro.
—¿Una disculpa? ¡Eso no es suficiente! ¡Haré que lo sientas de verdad!
Lanzó por los aires a su aprendiz, quien se estrelló contra una pared llena de grafitis. No contento con eso, el maestro chasqueó los dedos de nuevo y varias llamas envolvieron al joven. Sin un ápice de sentimiento en su expresión, observó cómo el chico se deshacía en alaridos, retorciéndose de dolor.
Aún tras la esquina, Nina tembló de frustración y rabia. Aquel chico necesitaba ayuda. Lo sabía, pero las advertencias de su madre y su abuela resonaron en su mente. Aquel parecía un asunto de cazadores y ella debía mantenerse alejada del Gremio.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...