Capítulo 6 - Parte 1

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En la entrada la pareja de conserjes la saludó con simpatía, acostumbradas ya a su anómalo horario. Ella las correspondió con un asentimiento y se encaminó a su aula.

Entró sin llamar a la puerta y se sentó con sigilo en su sitio preferido, en la última fila al lado de la ventana. Su profesor no detuvo su explicación y casi ninguno de sus compañeros se giró para observarla. A esas alturas del curso, todos sabían que había sido ella la que había entrado.

Contempló la pizarra. Aún no estaba llena con la teoría de Lengua, quedaban restos de Literatura Universal.

El trabajo de cazador era de por vida, así que a la hora de elegir itinerario lo había hecho por puro amor al conocimiento. Adoraba aprender cosas nuevas sobre criaturas mitológicas, y para ello era necesario estudiar las leyendas que hablaban sobre ellas. Si pudiera elegir una carrera a estudiar, habría sido Cultura Clásica, sin duda.

Apoyó el codo en la mesa y la barbilla en la mano. Su mirada vagó por el cielo, perdiéndose en las nubes durante unos minutos antes de bajar al párking de profesores. Luego, se deslizó por el descampado en obras que había al lado. Llevaban paralizadas un año y no parecía que fueran a retomarlas pronto.

Le dedicó un rápido vistazo a su profesor para ver lo que escribía en la pizarra y devolvió su atención a los sacos, las vigas y las tuberías sin instalar.

Cualquiera pensaría que no le interesaba la clase, pero no era así. Su oído prestaba atención. Solía retener lo que escuchaba o leía con facilidad y, debido a su entrenamiento, se había visto obligada a desarrollar al máximo esa capacidad.

Cerró los ojos un segundo y sintió los párpados pesados; los hombros, como separados del cuerpo. Suspiró. El gasto mágico que había hecho en la arena no era buena combinación con la falta de sueño. Necesitaba dormir.

Sabía que no habría ningún problema, así que se recostó sobre la mesa.


Cuando abrió los ojos, ya había pasado la hora del almuerzo y la profesora de Historia terminaba su clase, la quinta.

Se estiró con disimulo para despertarse del todo y regresó a su pasatiempo favorito hasta que sonó la campana.

—Hola, Nina.

A cualquier otra persona le habría lanzado una mirada de amenaza para que se marchara, pero su expresión se suavizó al ver a quién tenía delante.

—Hola, Rose.

La sonrisa dulce de la chica se ensanchó. Ella era una de esas personas con luz interior y calidez contagiosa; la única que ignoraba el aura de intimidación permanente sobre la cazadora y le hablaba sin miedo. 

—¿Tienes hambre?

—¿Por?

—Bueno...

Se llevó una mano detrás de la oreja y se sonrojó por la vergüenza. Sus rizos rubios y sus ojos esmeralda le daban un aire de muñeca de porcelana, imagen que se acentuaba debido a su gusto por las faldas. En aquel momento llevaba una de invierno, que había complementado con un jersey de lana y unas gruesas medias.

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora