Delante de la puerta de dirección, Nina cogió una gran bocanada de aire. Levantó el puño, pero no llegó a llamar. La voz aguda de la jefa de estudios la interrumpió; acababa de salir de su propio despacho.
—Nina, espera un poco. El director Hill está ahora con otro alumno.
La chica se dio la vuelta y se sentó en uno de los bancos del vestíbulo, enfrente de los departamentos, los despachos, la secretaría y la sala de profesores.
La mujer, morena y bajita, analizó a la menor a conciencia.
—¿Mala noche?
Nina arrugó el entrecejo sin comprender a lo que se refería, así que ella señaló las marcas blancas en sus brazos que había ocultado con un hechizo.
—Funcionará con tus compañeros, pero no conmigo. También veo que apenas has dormido.
La chica suspiró mientras asentía y se reclinó en el asiento sin guardar las formas, como si las palabras de la jefa de estudios hubieran sido la orden para dejar de aparentar.
—Babosa ácida en el subsuelo.
—Dichosos bichos.
Bell se sentó a su lado con una expresión cómica que le sacó a Nina un cuarto de sonrisa.
—¿Quieres hablar de ello? ¿O de otra cosa? Hace mucho que no hablamos, seguro que hay algo interesante por ahí.
La alumna le habló sobre los tres policías y al hacerlo, una sensación cálida se asentó en su corazón. Tardó un poco en identificarla, pero era gratitud. Debido a ellos podía respirar con alivio de nuevo. Por primera vez en mucho tiempo sentía que el futuro no sería tan negro como había imaginado.
Cuando terminó su relato sobre la hidra y la valentía del trío al afrontar su nueva vida, la puerta de dirección se abrió. De la habitación salió un adolescente que rondaría la edad de la cazadora.
Al verlas las saludó con la cabeza y se recolocó un mechón de pelo rebelde. Tenía un peculiar tono de castaño, claro y anaranjado, que hacía juego con sus ojos del color de la miel. Sonrió con timidez y se dirigió a la salida sin más.
Nina no le quitó la vista de encima hasta que desapareció tras las puertas de cristal de la entrada principal. Aquel chico tenía un aire de familiaridad. No sabía quién era, pero supuso que le habría visto más veces en el instituto.
Se despidió de la señora Bell y pasó a su entrevista periódica con el director y dueño del instituto.
El hombre la recibió con una amplia sonrisa. Estaba sentado detrás de su escritorio, con las ventanas a su espalda. Hacía unos años que había pasado de los cincuenta, su pelo moreno y su barba estaban ya poblados de canas.
Con un ademán de su brazo le indicó que se sentara en una de las butacas frente a la mesa.
—Bien, Nina. Tengo que informarte de que tus compañeros han empezado a preguntar. —Entrelazó sus manos y las dejó sobre la mesa en una pose de ejecutivo—. ¿Cuantos días has faltado en los cuatro meses que llevamos de curso? ¿Cincuenta? ¿Sesenta? Y ya ni hablemos de los años que llevas aquí. Empiezan a sospechar que algo raro pasa contigo. —Alzó una ceja—. ¿Deberíamos hacer algo al respecto?
Ella suspiró y negó.
—No quiero que cambie la situación. Nadie tiene por qué saber que soy una cazadora. Diles que mi situación es muy especial, y ya.
Se cruzó de brazos con irritación. Le ponía de mal humor la gente que se inmiscuía en los asuntos de los demás sin razón.
—Lo he hecho, pero no parece que vayan a contentarse con eso. Lo más seguro es que acaben preguntándote a ti directamente.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...