Todo lo que la rodeaba era oscuridad. Una masa opaca y espesa por la que no se filtraba ni un ápice de luz. Le había apresado el cuerpo y le oprimía el pecho. No podía respirar. Necesitaba escapar de allí. Se asfixiaba.
Pataleó. Luchó por deshacerse de aquello en lo que se ahogaba. Y lo consiguió.
La presión disminuyó y se sintió libre. A lo lejos una luz se encendió, un faro en la distancia. Tenía que alcanzarla. Alargó el brazo y estiró la mano. Usó todas sus fuerzas intentando llegar a ella. Casi pudo rozarla con los dedos...
Y de pronto, algo le agarró de los pies. Tiró de ella y la arrastró al vacío. La alejó de aquella salvación.
—No... ¡No! ¡¡¡No!!!
Nina se despertó de golpe. Se incorporó, temblando y empapada por un sudor ya frío. Enterró la cara en sus manos en un intento inútil de calmar su desbocado corazón, de estabilizar su agitada respiración.
Una pesadilla... Quiso recordar el sueño, pero no pudo. Nunca lo había conseguido. Lo único que permanecía era la sensación de desasosiego. La advertencia. «Ten cuidado. Algo va a pasar. Estás en peligro». No sabía dónde, ni cuándo, ni qué, ni cómo. Pero pasaría.
Al segundo de levantarse tuvo que sentarse en la cama porque las piernas le fallaron. Suspiró. Apoyó los codos en las rodillas y, de nuevo, enterró la cara en las manos. Algo grande iba a ocurrir. Colosal. Su cuerpo estaba aterrorizado.
Pero no podía quedarse quieta, debía reaccionar, estar alerta. Continuar con su rutina diaria y mantener la normalidad. No podía involucrar a nadie más, preocuparles por un simple presentimiento.
Sacudió la cabeza. Despejó su mente y la centró. Miró al frente, a la puerta de su armario. Inspiró hondo y sus ojos se encendieron con decisión.
Se levantó; ágil y segura tras desprenderse de un peso que antes tiraba de ella hacia abajo.
Kaufman no envió indicaciones a la hora prevista, así que Nina supervisó el entrenamiento de sus alumnos. Les enseñó cómo dar forma a sus armas mágicas y les mostró lo más elemental en cuanto a sanación. Además, Luang practicó la invocación de seres vivos con un tarro de moscas que la menor había obtenido, no les dijo cómo, y Katherine aprendió hechizos básicos para la manipulación de los elementos.
Luego, los policías continuaron con su práctica diaria y Nina se marchó al instituto.
Cuando llegó, las miradas de todos se clavaron en ella con descaro, curiosidad y sorpresa, decenas de alfileres en su nuca. Le incomodaba, pero los entendía. No sólo había sido puntual, sino que había faltado un único día. En general, su no asistencia a clase era por periodos de tiempo más prolongados. Debía de ser todo un cambio para ellos.
Aprovechó las dos primeras clases para reflexionar sobre su pesadilla, con la vista perdida en el cielo. Una sensación pasajera de angustia se asentó en su pecho. Había sido un aviso de peligro, de eso no le cabía duda. Pero... ¿Era ella la que estaba en riesgo u otra persona? Ella podría enfrentarse con soltura a cualquier eventualidad, pero otros estarían indefensos. Suspiró. Aún no había nada que pudiera hacer al respecto.
El sonido de la campana rompió el hilo de sus pensamientos. Agarró su bandolera y se dirigió al gimnasio antes que cualquier otro miembro de su clase.
Al llegar, el Sr. Baeza le dedicó una mirada de reproche por su vestimenta, aunque se abstuvo de revelar sus pensamientos. Nina alzó una ceja y se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.
Dejó su bolsa y su chaqueta a un lado, pegados a la pared, y comenzó a calentar mientras los demás alumnos llegaban. A nadie le extrañó que fuera a su propio ritmo, al margen de los demás.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...