Echaron a suertes quién empezaría y le tocó a John. Sus dos compañeros se adentraron en el bosque y él les dio quince minutos de margen antes de empezar a buscar.
Para Nina era algo automático, y lo hacía parecer fácil, pero el caminar como un cazador no era nada sencillo. Cada pisada debía estar calculada de antemano. Su atención debía repartirse entre el no hacer ruido y la búsqueda de indicios.
Tardó un buen rato en acostumbrarse a las mecánicas y en poder distinguir las marcas que habían dejado Katherine y Luang. Ambos eran mucho mejores que él en relación a la magia, así que le costaría revertir cualquier hechizo de borrado de huellas que hubieran usado. En cambio, se dedicó a buscar las pistas menos evidentes.
Con el tiempo, comenzó a moverse con soltura y siguió los rastros con rapidez. Sin embargo, no conseguía alcanzar a ninguno de los dos. Tendría que cambiar de estrategia.
La mejor opción sería tenderles una emboscada. Buscó el lugar más probable de paso y se escondió. Los minutos corrieron y la Luna salió.
Empezaba a plantearse si habría hecho algo mal cuando escuchó movimiento. Agazapado entre arbustos, con todos sus sentidos en alerta, observó cómo la maleza se agitaba. Fuera lo que fuera, estaba muy cerca de su posición.
Todo su cuerpo se tensó, aquellos movimientos no podían ser humanos. De manera inconsciente su mano bajó hasta un compartimento especial en su bota, donde había guardado una daga. Nina había dicho que las criaturas se mantendrían alejadas, pero tal vez el hechizo sólo sirviera para las mágicas. Fuera lo que fuera aquello, no podía arriesgarse.
Con su arma en mano, continuó agachado e intentó dilucidar el contorno del animal bajo la luz de la Luna. Cuando atravesó un pequeño claro, John comprobó que no era más que un conejo. Aún así, no pudo suspirar aliviado. Todavía tenía la sensación de que había algo allí.
—No está mal. Nunca es bueno bajar la guardia, aunque se suponga que no hay peligro.
Dio un respingo y se giró al reconocer aquella voz a su espalda.
—¡Nina!
Ella se rio. Gracias al sonido John localizó su silueta y apreció el brillo gatuno de unos ojos. La chica se encontraba sumida en la oscuridad. Jamás la habría encontrado de no haber sabido que estaba allí.
—Si estás aquí es porque el ejercicio ha terminado, ¿no es así?
Nina salió de las sombras y creó una bola de luz. Así, el joven descubrió que Luang y Kath estaban con ella.
—Ajá. Pero no te preocupes, lo habéis hecho bien. En especial tú, tienes un instinto afilado y has cubierto bien tu rastro. Me ha costado encontrarte. Enhorabuena.
—Gracias... —Se llevó la mano al cuello entre halagado y avergonzado por el elogio.
Nina sonrió.
—Bien, será mejor que regresemos. Para acabar el día os enseñaré uno de los hechizos más útiles, el de teletransporte.
La mecánica era invocarse a uno mismo, aunque hacía falta tener una imagen mental nítida sobre el sitio al que se quería ir o, en su defecto, la persona al lado de la cual se quería aparecer.
Tras la lección, lo probaron de uno en uno para regresar a la mansión. Nina los acompañó en todo momento para evitar que aparecieran en mitad de un muro.
Descubrieron que eran las diez de la noche y que la adolescente había regresado de su encargo hacía varias horas, por lo que la cena ya estaba lista.
Una vez terminaron de comer, sentados en el salón, Nina les sorprendió con una caja de macarons traídos de Francia. Era un agradecimiento por todo lo que habían hecho por ella.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...