Capítulo 17 - Parte 2

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La mañana de aquel lunes fue de auténtica expectación. Nina y los tres policías desayunaron sumidos en un silencio de nerviosismo, esperando a cada segundo que el reloj diera las seis.

Cuando lo hizo, en vez de una carta apareció Kaufman. Les dedicó una mirada gélida. No fueron más de un par de segundos, pero a ellos les parecieron siglos. Contuvieron la respiración.

—Veamos si valéis vuestro peso en oro... Quiero que me traigáis un grupo de gwalldows, cinco como mínimo. Y como hoy me siento benevolente os daré dos días para conseguirlo. No me decepcionéis.

Desapareció y Nina se llevó una mano al pecho. Suspiró con alivio.

—Pensé que os pondría una misión extra difícil... —Sacudió la cabeza y sus ojos brillaron con ánimo—. Bien. ¿Sabéis qué son los gwalldows?

Luang asintió con confianza, pero fue John el que respondió primero.

—Son las criaturas con el pelaje de oro, ¿verdad?

John buscó la aprobación del oriental con la mirada y él levantó el pulgar a modo de confirmación.

A pesar de que era una misión sólo para ellos, Nina les ayudó a preparar un señuelo y les entregó piedras ámbar para el teletransporte.

Le agradecieron la ayuda con un delicioso almuerzo y se marcharon.

Una vez se quedó sola, subió a por sus cosas.

Encima de su escritorio, bien visible, estaba su muñequera negra. Se frotó la muñeca con ensimismamiento antes de cogerla. La sopesó un momento en la palma de su mano y se mordió el labio inferior. Cerró los ojos, inspiró hondo y la encerró en su puño.

Había decidido no avergonzarse de su marca nunca más. No lo haría. Con resolución, la devolvió a su sitio y se preparó para marcharse. 


Al llegar a la escuela no hizo contacto visual con nadie pero sintió el ataque de sus miradas en la nuca. A pesar de que se parecían a las de siempre, habían cambiado. Ya no la contemplaban sólo por su vestimenta o porque hubiera llegado pronto, el miedo y la envidia se habían añadido a la mezcla.

Un nudo se formó en su garganta y sintió que le costaba respirar. La opresión en su pecho que tantas veces había sentido en el Gremio regresó.

Apretó los puños con frustración. No podía ser... No podía ser que su remanso de tranquilidad fuera a esfumarse.

Y según pensaba esto percibió otros sentimientos. Los había pasado por alto porque no estaba acostumbrada a ellos. Respeto y... ¿admiración? Había algo ahí, algo bueno. Se estremeció de alivio y suspiró, consciente de que no sería como los torneos.

Al entrar, las conserjes la saludaron de forma amigable y le indicaron que el director la estaba esperando.

Se dirigió a su despacho, llamó a la puerta y esperó.

—Adelante.

Antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, el señor Hill la estrechó en un abrazo.

Ella se quedó congelada por la sorpresa y él se separó con rapidez.

—Discúlpame, Nina, yo... Después de tu pelea contra el gólem... De tus heridas... —Cogió un pañuelo de tela del bolsillo de su traje y se lo pasó por la frente—. Cuando faltaste una semana, me temí lo peor. Pero a pesar de mi preocupación no podía contactar con tu abuela. Siendo tú podía no saber nada y no quería ponerte en un aprieto...

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora