Capítulo 3 - Parte 2

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Cuando despertó, aún en la comisaría, frunció el ceño. El reloj de pared que tenía enfrente, decorado aún por una guirnalda navideña, marcaba las cinco y media de la mañana. Arrugó el entrecejo aún más, incapaz de decidir si aquello era bueno o malo.

Se estiró para deshacerse de los restos de sueño que le quedaban. Había supuesto que su maestro vendría a por ella durante la noche y no tardó en averiguar la razón de que no hubiera sido así.

—«Ah, Nina. Ya estás despierta. Te he enviado algo para darte los buenos días».

Se levantó de un salto y gritó a pleno pulmón:

—¡¡¡Todos tenéis que salir de aquí ya!!! ¡¡¡Estáis en peligro!!!

John apareció allí en segundos. Todos los policías del edificio se reunieron corriendo en la planta baja.

—¿Qué ocurre? Tranquilízate.

El joven policía hizo un gesto apacoguador con las manos. Ella sacudió la cabeza con vehemencia.

—¡¡¡Viene un monstruo!!! —Su marca comenzó a arder—. ¡¡¡Marchaos!!! ¡¡¡Salid por la puerta de atrás!!!

Chasqueó los dedos para crear un campo de contención y esprintó hacia la recepción. Nadie le hizo caso, la miraron como si estuviera loca.

John la siguió.

—¡Espera! ¿Cómo que viene un monstruo?

Un rugido en el exterior le contestó. Al unísono, todos se giraron hacia las puertas de cristal en la entrada. Pasar por alto el gigantesco cuerpo escamoso, con cuatro patas y cola de reptil, fue imposible. La calle no tardó en quedar desierta.

En la comisaría, la cazadora fue la única que no quedó petrificada por la impresión. Invocó su espada y un pañuelo, que se ató por encima de la nariz como un bandido. Tras dedicarles una mirada de reojo a todos los policías, una punzada de culpa le atravesó el corazón. Si no hubiera aceptado su propuesta la noche anterior, no estarían en aquella situación. Con un suspiro salió corriendo afuera.


Aún incapaces de moverse, los oficiales vieron cómo la criatura intentaba pisotear a la adolescente con sus gruesas patas y cómo ella las llenó de cortes. No sirvió de nada. Las heridas se cerraron en cuanto dejaron de tener contacto con la espada.

Luego, varias cabezas comenzaron a atacar a la vez, creando boquetes en el asfalto en cada intento de engullir a la cazadora, igual que balas de cañón.

Comprobaron que la bestia era demasiado fuerte cuando, de un coletazo, hizo que la joven volara por los aires, de vuelta a la comisaría.

La puerta estalló en mil pedazos y la chica se llevó los primeros escritorios por delante. Sin embargo, con un hilo de sangre bajando por su sien, se levantó lista para una segunda ronda.

Así comprobó con horror cómo el inmenso bicho la seguía, con sus cabezas por delante en una imparable embestida.

Destrozó por completo la fachada e hizo que el piso superior se derrumbara encima de todos. Luang, Katherine y John se cubrieron la cabeza con los brazos pensando que aquel sería su final.

El estallido del derrumbe hizo que les pitaran los oídos. El aire se llenó de un polvo asfixiante que llenó sus pulmones de fuego.

Cuando se disipó, entre toses, comprobaron que sólo quedaba en pie una pared. Estaban rodeados de escombros, pero los cascotes les habían esquivado.

Miraron a su espalda buscando a sus compañeros. Estaban inconscientes, pero vivos. Todo gracias a unas cúpulas de energía que los habían protegido.

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora