El lunes no notó nada raro. Cuando se levantó, John, Kath y Luang ya se habían ido y le habían dejado el desayuno listo. Aquella noche regresó tarde debido a su misión, así que asumió que ya se habrían acostado y se fue a la cama.
Todo cambió al día siguiente.
Se levantó, antes de las seis, pero no encontró ni rastro de los tres policías en la cocina. Sus habitaciones estaban vacías y les buscó sin éxito por toda la mansión. Ahí fue cuando la incertidumbre, acompañada por la ansiedad, le golpearon de lleno. Se llevó una mano al pecho con dificultades para respirar.
No habían vuelto de su misión... ¿Les habría ocurrido algo? Algo que les hubiera impedido comunicarse con ella.
Una gota de sudor frío se deslizó por su espalda. Se estremeció. Inspiró hondo para mantener sus sentimientos bajo control. No podía permitirse un ataque de pánico en aquel momento. El deseo de ir en ayuda del trío le instó a moverse, pero no tenía ni idea de dónde podrían estar. Las posibilidades eran infinitas, cualquier lugar del planeta.
Sobre una pertenencia de cada uno realizó un hechizo de rastreo. Sin embargo, al ver el resultado frunció tanto el ceño que sus cejas se fusionaron en una. Dio igual cuántas veces lo intentara, el conjuro no funcionó en ninguna.
Algo o alguien estaba bloqueando su rastro, y ni John, ni Kath, ni Luang tenían la habilidad suficiente. Algo les había pasado, ahora era seguro.
Sólo le quedó una forma de averiguar adónde habían ido... Preguntarle a Kaufman.
Golpeó el portón del área prohibida con firmeza. Al poco, Bo asomó su azulada cabecita.
—Trae al Maestro. Hay algo que quiero preguntarle.
Un par de minutos después Kaufman apareció delante de ella. Alzó una ceja con desconcierto y se cruzó de brazos con una mueca de fastidio.
—Espero que sea algo importante, o tu castigo será descomunal.
Ella no se amedrentó y le sostuvo la mirada con la cabeza alta.
—¿Adónde enviaste a mis aprendices ayer?
Él arqueó las cejas con sorpresa, pero luego su rostro se relajó en una expresión taimada. Entrecerró los ojos.
—¿Por qué quieres saberlo? Acaso... ¿No han vuelto?
Su sonrisa se convirtió en la de un demonio. Torturó a su alumna con largos segundos de silencio, que ella lo aguantó con estoicismo. Por muchas ganas que tuviera de pedirle una respuesta a gritos, hacerlo no le ayudaría a encontrar a los policías.
—Les envié a Roma, cerca del Vaticano. Tenían que encargarse de un pequeño grupo de estirges. No deberían haber tenido problemas; pero si no han vuelto es probable que estén muertos.
A Nina se le calló el alma a los pies y por un momento pensó que las piernas le fallarían. Aquella palabra resonó en sus oídos como martillazos. Y entonces algo en su interior se rebeló. Apretó los puños y la mandíbula.
—No.
Le contempló a modo de desafío y cuadró los hombros con una actitud serena. Era la primera vez que le retaba con seguridad en sí misma.
—Iré a por ellos y los traeré de vuelta. Me encargaré de que no quede ni un solo estirge.
No se echó atrás. Sin embargo, lo que esperaba no llegó a ocurrir. Kaufman se se cruzó de brazos y frunció el ceño con incomprensión.
—Realmente confías en ellos, ¿no es así? No lo entiendo...
Sacudió la cabeza y la contempló como quien intenta dar sentido a un cuadro contemporáneo. Nina asintió sin romper el contacto visual.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...