Capítulo 19 - Parte 2

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Las luces del jardín y de la fachada hacían destacar al hotel sobre el cielo nocturno y le daban un aire sombrío, como si quisiera contar historias de miedo con una linterna.

Nina se plantó delante de la puerta principal y espió el interior a través del cristal. Estaba todo a oscuras pero no apreció movimiento. Inspiró hondo. La certeza de que le esperaba alguna trampa le pesó sobre los hombros, pero se la sacudió de encima y entró.

Paseó la mirada por el vestíbulo, tan sólo se escuchaba el tic tac de un reloj a lo lejos. Miles de sombras bailaron a su alrededor, capaces de lanzarse sobre ella en cualquier momento. Todo su cuerpo se tensó y sus sentidos entraron en alerta.

Dejó atrás el mostrador y esquivó sillones y mesas hasta dar con un nuevo par de puertas de cristal. Al otro lado había un salón de baile. La luz entraba en haces por varios ventanales y gracias a ello observó mesas y sillas amontonadas de mala manera a los lados. Aquel lugar también serviría como comedor.

Al fondo, en la penumbra, distinguió figuras con un contorno más suave que el de los muebles. Podrían ser las cortinas que faltaban en las ventanas, pero Nina lo dudó. Eran... ¡Tres!

Entró sin pensárselo dos veces, pero sólo pudo avanzar un par de pasos. Las lámparas de araña se encendieron de golpe y la cegaron de forma momentánea.

Al final has venido... Bien, si de verdad te importan no dejarás que les pase nada, ¿verdad? Ahora, ¿qué hay del resto de gente, eh? Demuéstrame lo que eres en realidad, Miss Perfecta.

Escuchó cómo los cristales se fragmentaban. Los ventanales implosionaron y decenas de estirges entraron por los huecos.

Sin tiempo para pensar, su cuerpo se movió por sí solo. Se colocó delante de los inconscientes policías a la velocidad del rayo y creó una cúpula de energía que les protegería, igual que con la hidra.

Encaró a las criaturas, invocó su espada y la transformó en un estoque. John, Kath y Luang estaban a salvo, pero debía asegurarse de que ningún estirge se alejara, dispuesto a darse un festín de sangre italiana. Para mantenerlos alrededor del hotel, sólo había una manera. 

Sujetó su espada con firmeza y la llevó hasta su antebrazo. El acero cortó su piel con la suavidad de una tijera sobre la seda y la sangre comenzó a gotear. Tras olerla, los chupa-sangre entraron en frenesí. Sus ojillos se volvieron rojos y comenzaron a chillar con desesperación. Revolotearon en torno a Nina igual que mosquitos. Eran cerca de un centenar y, si de verdad habían formado un enjambre, unos mil estarían esperando afuera.

No encontraría mejor momento para comprobar los resultados de su entrenamiento.

Cerró los ojos un instante e inspiró hondo. Su estoque se cubrió de fuego y su aura se hizo visible. Cuando abrió los ojos, sus iris se habían convertido en llamas celestes. Sintió la energía correr por sus venas como un caballo desbocado, más ardiente que un brasero, pero podría soportarlo. Su cuerpo se estremeció con anticipación, llevaba mucho tiempo esperando ese momento.

Cuando los estirges percibieron el cambio en Nina se detuvieron en seco en medio del aire.

La chica aferró la empuñadura de su arma con la misma fuerza que si fuera una soga con la que estuviera suspendida en el vacío. La alzó y apuntó a las criaturas.

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora