Capítulo 6 - Parte 2

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Nina se incorporó despacio y en cuanto invocó sus dagas se inició un concierto de gruñidos. Definitivamente, sólo el segundo tipo de hombres rata la recibiría así.

Seis se lanzaron a la vez hacia ella sin darle apenas tiempo para reaccionar. No tenía espacio donde esquivar, así que creó una cúpula de energía de forma instintiva.

En pocos segundos aclaró su estrategia. Si quería ayudar a aquellas personas, sería lo mejor mandar primero al Gremio a los más vulnerables.

Su expresión perdió toda emoción, aunque sus ojos resplandecieron con decisión. Adoptó una posición de ataque, inspiró hondo e hizo desaparecer el escudo.

Rápida como el rayo dejó atrás a las seis primeras criaturas y se zambulló en el mar de fieras. Aún en medio de una tormenta de zarpazos y mordiscos, se movió con confianza. Sus pasos, pensados de antemano. Las dagas danzaron en medio de la masa de pelo, ofreciendo un espectáculo de destellos plateados a las paredes.

Poco después los individuos más débiles de la manada habían desaparecido.

Finalizada la primera parte de su plan, se distanció del grupo con un salto y encaró a los miembros restantes. La siguiente fase era simple, eliminar a los demás poco a poco. No podía permitirse un enfrentamiento de cuarenta contra uno. Con un surco en la espalda y cinco o seis mordiscos tenía heridas suficientes.

Con un vistazo analizó cómo estaban colocados sus contrincantes y llevó una mano al suelo. De él brotaron muros de energía que dividieron la caverna en ocho separando a la manada.

Encaró al primer grupo. Los animales no tardaron en precipitarse sobre ella para despedazarla, pero los evadió con un salto y aterrizó detrás de ellos. Contraatacó a la velocidad del rayo y les hizo desaparecer con sus dagas.

Alzó la palma hacia el muro que separaba la segunda zona y lo disolvió. No tardó en enviar al grupillo de hombres rata al Gremio y el mismo proceso se repitió con las demás.

Parecía que todo iría como la seda; sin embargo, durante su enfrentamiento con el último grupo, ocurrió algo inesperado.

Los hombres rata se detuvieron en seco mientras estiraban las orejas y dejaron de prestar atención a su contrincante. Bajo sus dagas, desaparecieron. Nina no tardó en descubrir lo que les había distraído, un chapoteo sordo, como amortiguado con un cojín.

Arrugó el entrecejo y paseó la mirada por el lugar para averiguar su procedencia. Unos agujeros en el techo captaron su atención. Eran seis, con el diámetro de una pelota de fútbol. El ruido se intensificó y en ese mismo instante una masa oscura y viscosa cayó al suelo.

La cazadora se apartó de la salpicadura y observó cómo aquella gelatina se reagrupaba para crear un cuerpo amorfo con un color verde radioactivo. En la "cabeza" aparecieron dos puntos negros, sus ojos. Un orificio se abrió por debajo de ellos y emitió un gorgoteo.

Una vez completa, con un par de metros de alto y largo, se arrastró hacia la chica, despidiendo un gas de su mismo color en el proceso.

Nina tardó unos segundos en reaccionar debido a la sorpresa y se apartó varios metros de un salto. Era una babosa, no le cabía duda, pero, ¿de qué tipo?

Guiñó un ojo y le lanzó una de sus dagas. Esta se detuvo en el interior el centro del cuerpo y al segundo se disolvió en medio de un gran burbujeo. Bien, era una babosa ácida.

La cazadora se mordió el labio inferior con preocupación e hizo desaparecer el arma que le quedaba. No le serviría frente a aquel enemigo.

—«Maldita sea. ¿Por qué tenía que aparecer una de estas cosas justo ahora?»

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora