—Chicos. —La voz de Nina, a varios metros de distancia, les sacó del shock—. Hemos llegado.
Les indicó con la cabeza que se aproximaran y ellos obedecieron. Había un estrechamiento de la gruta en la que estaban. El zumbido había aumentado su intensidad y provenía de allí, así que supusieron que aquel pasadizo les llevaría a la caverna de las polillas.
La adolescente estiró el brazo y ahuecó la mano. Al instante, las llamas se reunieron en torno a ella y se fusionaron en una. Las encerró en su puño y la oscuridad devoró todo.
No fue por mucho tiempo. Las paredes del túnel adquirieron un tenue brillo azulado, como el de la lámpara de noche de un niño.
El trío reparó en que Nina había colocado la palma de su mano sobre la pared y dedujeron que ella había tenido algo que ver en la nueva iluminación.
El acceso les condujo una cueva con el tamaño de una catedral, llena de estalagmitas, estalactitas y columnas. En el suelo se apreciaba un curso de agua, que conducía al fondo de la sala, a una segunda cámara. Al elevar la vista descubrieron una bóveda con agujeros de distintos tamaños; en varios se apreciaba el cielo nocturno con alguna que otra estrella.
El zumbido no tardó en acaparar toda su atención. Estaban rodeados por incontables polillas, que revoloteaban por todos lados o se dedicaban a agitar sus alas pegadas a la pared. Eran tal y como había dicho Nina.
En cuanto sintieron la presencia de extraños, la caverna se sumió en un silencio de expectación. Los miembros de la colonia les estaban evaluando; si algo no les gustaba, les atacarían antes de que se acercaran a su reina.
Se les erizó el vello de la nuca y la tensión del ambiente les oprimió el pecho. Las manos de los policías se acercaron a sus armas de forma inconsciente; sin embargo, un carraspeo de Nina les hizo detenerse a tiempo.
—Sentimos la molestia, pero necesitamos hablar con vuestra reina.
Uno de los insectos se acercó al grupo y dio un par de vueltas a su alrededor. Luego, se encaminó hacia la segunda caverna. Tras unos metros se detuvo en el aire e inició una especie de baile en zigzag.
Al ver las cejas alzadas y las muecas de incomprensión del trío, Nina les dedicó una mirada de reojo.
—Quiere que le sigamos. Nos está dando permiso para ver a la reina.
Echó a andar sin más.
Ellos arrugaron el entrecejo con desconcierto. ¿Las polillas entendían a los humanos? Tenían mucho que procesar sin tiempo para ello, así que sacudieron la cabeza y se limitaron a seguir a la menor.
La entrada a la cámara de la reina estaba flanqueada por dos columnas naturales que se retorcían como tornillos. El guardia les dejó allí y regresó con los suyos.
Nina se adentró en el pasadizo sin pensárselo dos veces. En cambio, Katherine, Luang y John dudaron un instante. Percibieron algo muy poderoso al otro lado, algo que ponía los pelos de punta e infundía respeto. Por un momento se plantearon cómo era posible que Nina se mantuviera tan serena, pero dedujeron que debía de estar acostumbrada a situaciones mucho más complicadas. Aquella era un paseo.
Entonces, se miraron entre ellos y sacudieron la cabeza. No podían paralizarse ante el mínimo peligro, así no mejorarían nada. Inspiraron hondo e imitaron a su instructora.
La segunda cueva tenía un cuarto del tamaño de la primera. En ella las paredes también emitían un brillo azulado.
Allí estaba la reina, pegada al muro del fondo, una gigantesca polilla de cuatro metros, del color de la arena y con el dibujo de un ojo en cada ala.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...