Al menos, su marca le indicó que su objetivo andaba por la zona, a unos dos kilómetros de distancia. Decidió que lo mejor sería acampar allí mismo y se refugiaron de la furia del viento tras una pequeña pared en la roca.
A las pocas horas de haberse dormido, los novatos la despertaron. Por la quemazón en su muñeca y el color carmesí de la hoguera supo la razón al instante.
Se levantó de un salto, les hizo un gesto para que guardaran silencio y apagó el fuego. La oscuridad les engulló por completo.
—Nina, ¿qué...?
—Chist.
Esperaron con todo el cuerpo en tensión y el corazón en la garganta. Captaron algo distinto al viento. Un andar pesado y una respiración profunda, interrumpida de vez en cuando por vigorosas inspiraciones.
—«Quedaos aquí. Ni se os ocurra moveros».
—«¿Por qué? ¿No sería mejor aprovechar esta oportunidad?»
Sacudió la cabeza aunque sabía que no la verían.
—«No. Ahora tiene ventaja; tenemos que esperar a que salga el sol. Voy a marcar su rastro. El escudo del campamento camuflará vuestro olor, así que quedaos aquí; mientras no hagáis ruido no os percibirá».
Antes de que le replicaran, su contorno se iluminó con una luz fantasmagórica, signo de que había cruzado la barrera. Las tinieblas regresaron.
Nina agudizó su vista con magia y siguió la guía de su marca. Se movió con la agilidad de un felino, asegurándose de tener el viento en contra para pasar desapercibida. Se acercó poco a poco a su objetivo y se detuvo a una distancia segura.
Contempló la difusa silueta del yeti. Era similar a la de un gorila, pero no tenía la espalda arqueada ni una cabeza tan puntiaguda. Sus pisadas no engañaban. En aquel momento iba a cuatro patas y llegaría a la primera planta de un edificio.
No parecía consciente de su presencia, sólo estaba haciendo su ronda nocturna. Un peso se aligeró en los hombros de Nina. Había temido que el fuego los hubiera delatado, pero no había sido así.
Se inclinó sobre las nuevas huellas y colocó la palma de su mano sobre una de ellas. Cerró los ojos y se concentró para realizar el hechizo de rastreo. Con él no volverían a perderle la pista. Además, invocó un trozo de leña y lo clavó a un lado. Les serviría como guía por la mañana.
Regresó al campamento. Con la iluminación de una cenicienta llama en la palma de su mano les explicó a los policías que tendrían que pasar lo que quedaba de noche sin luz, aunque ya no sería necesario continuar con las guardias. Podrían dormir con tranquilidad y descansar lo máximo posible.
A la mañana siguiente levantaron el campamento con el sol alto por encima de las nubes.
Localizaron el trozo de madera que Nina había colocado la noche anterior y, aunque la huella ya no era apreciable, supieron que se encontraba allí.
Ella se agachó y extendió la palma de su mano en la nieve. Al poco, se convirtió en ceniza y reveló las formas simiescas que ya conocían.
Siguieron las enormes pisadas durante un kilómetro hasta dar con la entrada de una enorme caverna, medio enterrada en la nieve. Se encontraba en una terraza al borde de un precipicio, una zona de difícil acceso oculta por las montañas.
Dejaron las mochilas pegadas a la pared y prepararon sus armas.
—Bien. Kath, Luang, quiero que os coloquéis en una posición elevada, uno a cada lado de la cueva. Preparad munición paralizante y esperad a mi señal para disparar.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...