Capítulo 18 - Parte 1

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La guinda de aquel extraño pero gratificante día sucedió tras la entrada de Nina a la mansión.

Justo enfrente de ella apareció Kaufman con los tres policías, callados y con la cabeza gacha. Estaban llenos de pequeños cortes y magulladuras, y sus hombros caídos delataban el cansancio que cargaban.

La chica tragó saliva al ver a su maestro, pero le saludó con sumisión inclinando la cabeza.

—Maestro.

Inspiró hondo y reunió el coraje suficiente para preguntar.

—¿Qué tal ha ido la prueba?

Levantó la mirada del suelo y se sumergió en el acero de sus ojos. Él se cruzó de brazos con una expresión de molestia y chasqueó la lengua.

—La han pasado. Han conseguido atrapar tres, casi cuatro, de los cinco gwalldows que pedí. Mis expectativas eran de uno o ninguno... Los has entrenado bien, Nina.

A la chica le dio un vuelco el corazón y se contuvo para no saltar de alegría. Se esforzó para mantener la neutralidad en su rostro.

—Me serán muy útiles para el trabajo ligero y no sobrecargar mi mejor herramienta. A partir de ahora la mayoría de tus misiones serán complejas, así que espero que estés preparada. De hecho...

Del bolsillo interior de su gabán sacó un desgastado pergamino. Era del tamaño de un subrayador y estaba enrollado mediante una cinta roja.

—Quiero que me traigas esto para hoy, cuanto antes mejor.

Ella lo aceptó con un asentimiento y él desapareció.

Justo entonces los novatos levantaron la cabeza. Sus ojos brillaban con emoción y las sonrisas les llegaban hasta las orejas. Sin más preámbulos los tres se abrazaron y dieron brincos de pura alegría mientras lo celebraban.

—¡Hemos superado sus expectativas! —dijo John.

—¡Yiii!

Kath hizo un bailecito de la victoria, moviendo los brazos arriba y abajo, y luego chocó las manos con los otros dos.

—¡Sí señor! —dijo Luang.

Nina les contempló con los brazos cruzados, pero se dejó contagiar por su alegría y sonrió.

—Enhorabuena, chicos. Estoy orgullosa de vosotros.

Redujeron algo su entusiasmo y contemplaron a la adolescente con gratitud y satisfacción.

John tomó la palabra. 

—Tenemos que celebrarlo, Nina. Los cuatro. No podríamos haberlo conseguido sin tu ayuda.

La sonrisa de ella se ladeó. Negó y agitó el rollo de pergamino para mostrárselo.

—Ahora no puedo. Pero podemos dejarlo para esta noche, ¿os parece?

Asintieron conformes.

Leyó las instrucciones que le había dado Kaufman a toda velocidad y desapareció tras decirles adiós con la mano.


No volvieron a verla hasta las diez y media de la noche.

Se encontraban estudiando en el salón cuando les sobresaltó un golpe en la entrada. Se levantaron como movidos por un resorte y se asomaron al pasillo para investigar.

—¿Nina?

Abrió los ojos con cansancio al escuchar a Luang. Había sido ella la que había causado el ruido. Se había dejado caer sobre el muro para no perder el equilibrio del todo.

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora