Capítulo 21

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La mañana del sábado también fue tranquila. Ni Kaufman ni una carta aparecieron a las seis, así que John, Katherine y Luang se dedicaron a su práctica diaria. Mientras, Nina se acomodó en uno de los sofás del salón con su libro de Historia del Arte y una taza de chocolate caliente.

Sólo al mediodía se rompió aquella calma invernal.

De pronto, una alarma comenzó a sonar con el volumen de un aviso de bomba. Los policías subieron desde el sótano corriendo.

—¿Qué ocurre? ¿Qué es eso?

Nina se levantó y cerró su libro.

—Son los brownies. Significa que hay alguien en la verja... ¡¡¡Silencio!!!

Él ruido se detuvo sin dilación. John se acercó a la ventana y observó la puerta de la valla.

—Son un chico y una chica, parecen estudiantes de secundaria...

Con un mal presentimiento, Nina se le unió. Los reconoció al instante. Eran Rose y Jason. El corazón le dio un vuelco y llegó a pensar que se detendría de repente, pero en vez de eso le entró una taquicardia.

—Oh, no.

Se dirigió a la puerta a toda prisa. Un portazo retumbó por toda la mansión y confirmó sus peores temores. Una de las pocas cosas que Kaufman odiaba de verdad eran las visitas molestas, sobre todo si estaba trabajando.

Tragó saliva y le vio llegar con una expresión aterradora. Tiempo atrás no habría sido capaz, pero en aquel momento le cortó el paso sin dudarlo ni un segundo.

—Yo me encargaré, Maestro. Déjemelo a mí.

Con el corazón en la garganta, pensó que el tiempo se había detenido mientras esperaba una respuesta.

Él entrecerró los ojos un instante y chasqueó la lengua con irritación.

—Más vale que no se vuelva a repetir.

Se dio la vuelta y regresó por donde había venido.

Nina se llevó una mano al pecho y respiró hondo un par de veces para recuperarse de su ataque de nervios. Sacudió la cabeza para no pensar más en ello y salió de la mansión. 

Rose y Jason la observaron acercarse con sonrisas de oreja a oreja. Sin embargo, estas desaparecieron cuando la cazadora se cruzó de brazos y alzó una ceja con frialdad. No tenían la más mínima idea de lo que se habían salvado. Tenía que conseguir que se marcharan cuanto antes. Si para ello tenía que ser borde, que así fuera.

—¿Qué hacéis aquí?

Ellos encajaron bien el golpe y se removieron en el sitio por la sorpresa. La aspereza de la voz de Nina no fue suficiente para amedrentarlos.

Rose dio un paso al frente con una mirada de decisión.

—Hemos venido a verte.

—No podéis estar aquí. Ya os lo dije.

La rubia sonrió con perspicacia.

—Sabemos que no podemos entrar, pero no hay nada que te impida salir, ¿no es así?

Nina se quedó con la boca abierta durante un segundo. Alzó el índice para reunir fuerza y replicarle. Sin embargo, John le puso una mano en el hombro y la interrumpió.

—Ve. Ya que han venido no puedes echarlos sin más, ¿no?

—Pero...

Ella giró la cabeza hacia él y bajó su dedo. El policía negó.

El Legado Salazar I - NinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora