La alarma de su móvil despertó a Nina a la hora de siempre, las cinco menos cuarto.
Se levantó, se aseó y, tras despertar a los novatos, bajó a la cocina para hacer el desayuno.
Al principio les costó ponerse en marcha, pero lo consiguieron tras oler el jamón y el pan tostado. Se encargaron de poner la mesa y, una vez estuvieron los cuatro, dieron buena cuenta de todo.
Tras el desayuno, John puso en voz alta lo que debían pensar los tres.
—¿Y Kaufman?
Nina sacudió la cabeza y se encogió de hombros.
—La mayoría del tiempo está fuera por "negocios". Algunos son a petición del Consejo, otros... particulares. Cuando sí está en la mansión se aísla en el ala prohibida. De todas formas, es mejor así.
Coincidieron con ella, notó cómo los tres suspiraban de alivio. Cuanto menos tuvieran que lidiar con Kaufman, mejor, pero encuentros tendrían.
—Ahora, aunque yo sea vuestra instructora, tendréis que tratar con él de vez en cuando. No le miréis a los ojos, ni habléis si no os lo pide. Mantened la cabeza baja y no le repliquéis. Es dado a enfurecerse rápido, así evitaremos problemas.
Asintieron con firmeza y Nina sintió cómo un peso desaparecía de sus hombros. Estaban dispuestos a no cometer errores y, ya que ella sería la que los pagara, era un gran alivio.
—Bien, será mejor que os diga el horario. De momento vosotros sólo vais a estudiar, pero todo el mundo debe levantarse a las seis, ¿de acuerdo? Kaufman envía las tareas del día a esa hora.
En efecto, con precisión de reloj una carta apareció en la mesilla del salón. Los cuatro se encontraban repartidos entre los tres sofás color crema que la rodeaban. John, Katherine y Luang habían comenzado su estudio del manual básico, mientras que Nina se había sumergido en su libro de Historia. Todos levantaron la cabeza por el resplandor.
La chica cogió el sobre, lo abrió y sus ojos escanearon el mensaje con celeridad. Cuando terminó de leer hizo como la tarde anterior e incineró la carta.
—Bien, tengo que irme a trabajar. No sé cuándo volveré, así que apuntad las dudas que tengáis y las resolveré cuando pueda.
Tras esto se marchó.
Kaufman la esperaba afuera de una amplia nave del polígono industrial, con los brazos cruzados y golpeando el suelo con la punta de su zapato en un tic, tic, tic incesante. Iba vestido de manera muy anticuada, como siempre, con un traje negro de la misma época que su mansión y, al igual que ella, sin adornos estrafalarios.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasyOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...