—Míralos bien, Nina. Recuerda sus caras. De ahora en adelante serán tus enemigos.
La niña tragó el nudo que tenía en la garganta. Observó al resto de aprendices de su edad. Se encontraban en medio de la arena de estilo romano, entrenando con sus respectivos maestros.
―Pelearás contra ellos en este torneo y en los siguientes. Quiero que los aplastes. Intentarán hacerte la vida imposible, pero no les dejes ganar.
Reprimió un escalofrío y asintió. Ella no necesitaba entrenar. Llevaba meses preparándose para la competición. Kaufman se había asegurado de que estuviera lista. Aun así, la inquietud se instaló en su estómago. ¿Y si eran mejores que ella? ¿Y si no podía ganarles a todos? Se estremeció, ¿qué pasaría entonces?
—Ahora, las gradas.
Obedeció de forma inconsciente y paseó la mirada por ellas. Analizó a los espectadores. No sólo eran miembros del Gremio, también había civiles y personas importantes del mundo mágico, como el jefe de policía.
Fue de derecha a izquierda hasta detenerse en el palco del Consejo. Los tres estaban allí, y su presencia bastó para que el nudo en su pecho se apretara aún más.
—Estamos aquí por ellos. Es el momento de llamar su atención. Quiero que les des un espectáculo digno de recordar, ¿entendido?
Ella dejó la cabeza gacha.
—Sí, maestro.
Por el rabillo del ojo vio al público. La ovacionaban a todo volumen, pero en ese momento su alrededor estaba en el más absoluto silencio. Sólo podía escuchar el tamborileo de su corazón.
Lo había conseguido. Había ganado el torneo. El inconsciente troll que tenía delante, veinte veces más grande que ella, era la prueba. Había ganado en todos y cada uno de los combates en los que había participado, con solo un corte en un costado como recuerdo temporal.
Se dio la vuelta en dirección a la salida de la arena. La tensión que la había acompañado hasta el momento se evaporó como el agua y le entraron ganas de llorar de alivio. Sintió que sus piernas se volvían de gelatina, pero no podía derrumbarse. Debía mantener la cabeza alta o Kaufman la castigaría por su debilidad.
Llegar a la puerta fue un suplicio, pero la tortura no acabó ahí. Aún quedaba la sala de espera, que debía cruzarse para entrar o salir.
Continuó su camino sin detenerse. Se centró en poner un pie detrás del otro y en mantener la vista al frente. No quería cruzar la mirada con nadie que estuviera allí.
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El Legado Salazar I - Nina
FantasiaOcho años atrás, Nina Salazar dio su libertad a cambio de ayudar a un desconocido, y así emprendió su camino como cazadora mitológica. No ha sido ni será fácil. Bajo la tutela del Maestro más severo de todo el Gremio su vida se convirtió en un inf...