^ cuarenta y dos ^

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No extrañas a las personas, extrañas los recuerdos y lo que pudo ser, pero no fue.

Esta casa, llena de vida, de risas, amor, llena de momentos, sin aviso, de un día a otro simplemente se apago...

Podía ser muy fuerte, pero seguía siendo un ser humano, aguantarme las ganas de llorar no serviría de nada, y fue ahí cuando comenzó a salir un mar de mis ojos.

Sentada en la entrada de mi lugar feliz me preguntaba, ¿Que hice mal? ¿En que falle? ¿Que fue lo que necesitabas que no te pude dar?

Ojalá hubiera dado más.

Tal vez Sam tenía razón, éramos muy chicos, incluso para casarnos, pero quería una familia, el era mi familia, el y los chicos, y ahora... ya no está.

No podía creer, más bien no quería creer que todo se haya acabado. Aún podíamos estar juntos, aún podíamos luchar, pero yo era la única que quería luchar. Y no lo quería conmigo a la fuerza.

Al parecer el cielo también estaba triste, al menos alguien sentía empatía por mi.

O no.

Un golpe de recuerdos atacaron mi mente.

–Podría ser nuestro nidito de amor.

Aquellas fueron sus palabras en cuanto me enteré que viviríamos juntos. Claro que lo era, lo fue.

Todos los recuerdos se recrearon, cada vez que reíamos, cuando me abrazaba, cuando cocinábamos y era un fracasó, o simplemente cuando terminaba besándolo en el suelo. No lo pude evitar, sonreí por su recuerdo.

A duras penas me levante y subí al segundo piso, cada paso pesaba, como si me pusieran una tonelada en cada pie.

Y cuando entré a la habitación, acabé por aceptar mi realidad. Mis rodillas chocaron contra el suelo. Pero el dolor físico era lo menos importante ahora.

–¿Por qué?– me pregunté mientras me arrastraba hasta llegar al cuarto del baño.

Me veía patética llorando frente al espejo, mi mirada solo bajo un poco para que me diera cuenta que nada fue un sueño. Nuestra boda fue real, su cepillo junto al mío lo confirmaba, nuestra pelea fue real, nuestra separación también estaba siendo real.

Abrí la regadera y deje correr el agua, no me preocupe por quitarme la ropa. En mis cinco sentidos no permitiría que el agua se desperdiciará, pero ahora la necesitaba corriendo sobre mi cuerpo para afirmar que este infierno era verdad. No fue mentira.

Después de unos minutos salí de la regadera, poco me importó si el suelo se llenaba de agua.

Mire aquel objeto que tanto había evitado.

La cama.

–Que la luna sea testigo de lo mucho que te amo.

Y en esa cama no solo me entregué físicamente, le di mi mente, y mi corazón. Mis sueños junto a él estaban impregnados en las almohadas.

En ese momento, me di cuenta que era más suya que mía. Le pertenecía más a él que a mi. Porque mi vida era suya.

Yo le pertenecía.

A pasos lentos saque una maleta del armario. En cuanto vi su ropa junto a la mía no pude evitar sentir una punzada en el pecho. Sabía que era dañino, pero como una masoquista me puse una de sus sudaderas favoritas.

–Se te ven mejor a ti qué a mi, mi pequeña Nath, ¿Por qué te empeñas en destrozar mi corazón con tu ternura?

Sonreír entre lágrimas era de lo peor que había experimentado. Lleve las mangas a mi nariz e inhale aquel tortuoso aroma, no pude evitar aquel sollozo.

Poco a poco el armario se vaciaba mientras que la maleta se llenaba de ropa.

¿Por qué tanta sensibilidad Nathalia?

Todos los rincones de la casa estaban llenos de recuerdos, todo tenía un significado para nosotros, o más bien, tenía un significado para mi. Eso me revolvió el estómago.

No, literalmente mi estómago se revolvió tanto que tuve ir al baño. Rayos, vomite toda la cena.

Sin darme cuenta la noche había avanzado. Dos de la madrugada. Y mis sentimientos se sentían a flor de piel, más cuando mire aquellas fotos. No pude evitar sonreír al verlas. En realidad no puedo decir si sonreí o lloré más al verlas. Esto era un martirio.

–Aún recuerdo cuando nos conocimos– era patética. Me encontraba al pie de la cama hablando con una fotografía– No podía creer que te había conocido y menos de esa manera.

–Desearía nunca haberte conocido.

Esas palabras estaban clavadas en mi mente como cuchillos.

Si ves a la chica que solía ser ¿Podrían decirle que me gustaría encontrarla? Porque he estado en lo alto y en lo bajo.

He pasado miles de noches sola, tratando de agarrarme fuerte. Y los sentimientos vienen, pero no se van. Por favor, ¿Alguien me llevará a casa antes de que pierda la cabeza?

¿Estoy rota? ¿Acaso soy defectuosa? ¿No me merezco una pizca de valor? ¿O soy otra causa perdida? ¿Y soy humana? ¿O soy algo más? Porque estoy tan asustada y no hay nadie ahí. Para salvarme de la pesadilla que me llamo a mí misma.

He intentado todo y cualquier cosa. Pero nada parece funcionar como debería, entre la locura y la apatía. Parece que no queda nada dentro de mí que sea bueno.

–¿Por qué JungKook? Si ella era a quien querías, ¿Por qué me prometiste amor eterno?– recuerdos de nuestra boda vinieron a mi mente– No soy no siquiera la mitad de bonita que ella, entiendo que ella tenga todo lo que quieres, pero ¿Por qué no me dijiste que siempre fue ella?– las lágrimas salieron involuntariamente de mis ojos– Ni siquiera puedo odiarla porque ella es como un ángel, ella es mejor de lo que yo podría ser algún día, pero todo lo que hice por ti no bastó para enamorarte. Porque tú fuiste a buscarla primero a ella, ella siempre fue tu primera opción, yo... no debí interferir– estaba rota, simplemente me encontraba destrozada– Ella te tiene mientras que yo muero por ti, ¿Por qué nunca te enamoraste de mi?– y esas palabras me trajeron a la realidad– ¡Desearía se ella!– lancé aquel portarretratos y escondí mi cabeza en mis rodillas y lloré, lloré como si no hubiera mañana.

Desearía que no hubiera mañana. Quisiera desaparecer.

Como tú tanto lo deseas.

Utopia JJK. (LOVE BOOK III) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora