Con cara de circunstancia por el bochornoso espectáculo, Asia Amble trató de calmar los nervios. Nunca había visto a una persona tan tozuda en sus años. En ciertos aspectos, se veía reflejada en su juventud. Ante tal situación difícil de digerir, no se podía ni imaginar que aquella visita a los estudios le saldría tan cara. Avergonzada por la actitud de Bowman, tomó la decisión de abandonar el plató para presentarle sus disculpas a Azlor en el momento que terminase su entrevista.
"Solo quería conocer la versión de Tara sobre un aspecto tan espinoso"—pensó Asia.
Por su parte, Garish seguía en sus treces de no admitir las reflexiones de la invitada al programa. Ni siquiera los toques de atención de su novia apaciguaban al joven. De repente, su respiración empezó a agitarse, sudaba de manera profusa, sus manos temblaban y comenzó a ahogarse. No era la primera vez que sufría un ataque de ansiedad. Su prometida solicitó la ayuda de un médico:
—Por favor, necesito un médico.
Un hombre bajó de la grada para asistir al joven.
—Debo suponer que no es el primer ataque de ansiedad ¿verdad?—comentó el médico al ver los síntomas.
—Así es—corroboró Rashida—. Hace un año sufrió su primer ataque.
—Debería de advertir a su...
—Prometido—terminó la frase la joven.
—Que estuviese tranquilo—añadió el hombre.
—Lo sé, pero es muy obstinado cuando contradicen sus opiniones—aclaró mientras secaba el sudor de su frente con un pañuelo de tela—. Siempre le recuerdo que no debe de tomarse las cosas tan a pecho. Pero es imposible. Aunque continuamente me promete que va a cambiar, nunca cumple con su juramento.
Sin contar con los medios adecuados para atender una urgencia de esa índole, el programa optó por adecuar una sala adyacente. Donde los invitados esperaban a entrar al plató como un improvisado box.
Entre tanto, Asía conversaba animadamente con Tara ajenas a la escena que se vivía. Amble, trataba por todos los medios de buscar una respuesta que convenciera a la doctora que no pretendía arruinar su entrevista invitando a Garish Bowman.
En el instante que Tara comenzaba a hablar, un murmullo se generó a escasos metros. Ambas mujeres volvieron la cabeza. Sorprendidas, contemplaba a Rashida tratando de tranquilizar a su prometido.
Tras unos instantes de confusión, el ritmo cardiaco de Garish empezaba a remitir considerablemente a consecuencia de administrarle una cápsula a base de hierbas tranquilizantes que Larek siempre llevaba en un improvisado botiquín natural. Dado que la joven antropóloga era partidaria de la medicina naturista a la tradicional.
Ahora que por fin se sentía más aliviado, Garish empezó a discernir más claramente las consecuencias tan nefastas que podría acarrear su actitud (tan infantil), a su tan brillante reputación adquirida hacia aproximadamente un año atrás.
¡Tierra trágame!—exclamó mientras consultaba su reloj.
Jamás en su vida se sintió tan avergonzado.
En el momento que las dos jóvenes mujeres aparecieron por la puerta, justo entonces Garish se incorporó:
— ¿Cómo se encuentra señor Bowman?—preguntó Azlor.
—La verdad que mejor, gracias—contestó el egiptólogo sin poder mirarla a la cara—. Para empezar, quiero pedirle disculpas por haber perdido los papeles en el estudio. Sé que me dejé llevar por mis emociones pero no lo pude evitar...
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La sangre del faraón
مغامرةMark Lachner es secuestrado por una antigua sociedad secreta. A pocos días de una exposición, Asia Amble, Conservadora del Departamento de Egiptología del Museo Británico, encuentra por casualidad un diario donde se detalla el hallazgo de una ciudad...