Capítulo 38

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Desgastado por la duda de que el nuevo Maestre tuviera intenciones ocultas para la organización, Foster convenía en tratar con sutileza este espinoso asunto. Durante la discusión dialéctica con Flinders, la tensión entre ambos fue aumentando progresivamente.

Flinders Cotes fue más allá, en un intento fallido, de acusar a Bicorp de traicionar la política de la organización. De nada sirvió, que Foster explicara que esa decisión consistió en la última voluntad de un moribundo.

Lo único que debía hacer era entrevistarse con su Superior para aclarar de una vez, todos estos supuestos mal entendidos. Solo había un pequeño problema: ¿cómo debía de afrontar la entrevista?

Para Foster, esto estaba sacado de contexto claramente. Solo era un pretexto con el propósito de sacar tajada para que Flinders, consiguiera politizar los destinos de la sociedad. Y manejar a su antojo el timón. Manipular la verdad no era ni mucho menos la mejor manera de alcanzar su objetivo.

El Gran Maestre sopesó en su despacho de manera clara, que tendría que tener el suficiente tacto para no incurrir en que su jefe malinterpretara sus preguntas. Y de ese modo, despejar sus dudas.

En su teléfono marcó una serie de números, concertó la cita.

Foster, salió de su oficina para encontrarse con Esfinge en el lugar donde fue citado.

—Señor, gracias por recibirme.

—Sabes que siempre puedes contar con mi confianza, Flinders. Por teléfono, estuviste un tanto nervioso. ¿Te encuentras bien?—comentó su Superior.

—Créame que para mí es embarazoso. Mi lealtad hacia la logia está por encima de todo lo demás. Si no fuera realmente necesario no estaría aquí—contestó tartamudeando.

—Has servido con honestidad y te lo agradezco. Pero no te andes por las ramas.

—Señor, ayer tuve un enfrentamiento con Flinders. Él duda de su capacidad para dirigir la institución. Lo acusa de usurpar el trono de Horus. Y de llevar otras intenciones, un tanto ilegítimas. No sé si me estoy explicando bien. Por descontado, contesté que no había nada extraño en su gestión. Ni siquiera sabemos su nombre, sin embargo, esa cuestión no tenía relevancia para nuestro querido y admirado Reinard.

— ¿Y tú que crees?

—No me corresponde poner en entredicho asuntos de esa índole—contestó Foster con un nudo en la garganta.

Bicorp estuvo a punto de vomitar tras contestar.

—Foster, Foster para no tener dudas al respecto, te han sobrado arrestos para venir a mí. Tener la poca vergüenza de pillarme a traición para que en un despiste hacer cantar.

—Se equivoca, señor. Solamente quería oír su versión.

Esfinge se levantó de su silla, abrió el primer cajón de su escritorio y sacó una pistola.

Foster se quedó paralizado por el miedo.

— ¿Qué va a hacer con el arma?

—Foster, te he tenido en consideración durante todo este tiempo y ahora me traicionas impunemente. Me has cuestionado, habría bastado con que te hubieras mantenido al margen. Sin embargo, has tenido que meter tu sucia bocaza en mis asuntos. Dentro de un tiempo, saldrá a la luz un libro donde destripo toda la verdad de la logia. Por cierto, mi nombre es Markus Shender.

Shender disparó su arma. La bala atravesó el corazón de Bicorp, cayendo de bruces.


La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora