Capítulo 20

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Garish, seguía conmocionado por la traición tan envenenada de Amble. No lograba entender porque no fue sincera en un primer momento. Hubiera sido más fácil tener una visión más clara de dónde empezar a buscar a Lachner. Sin dar palos de ciego.

Bowman ni siquiera pudo articular palabra.

A su lado, su prometida que hasta ahora había seguido en silencio la conversación, por fin, rompió un silencio incómodo:

—Asia, ¿cuándo pensabas contarnos que habías encontrado este diario? ¡Creo que hemos aceptado tu propuesta ciegamente! ¿Qué pensabas que si hubiéramos sabido esto, nos íbamos a negar? ¿No crees que hayas sido injusta con nosotros? Ni siquiera sabemos si Mark Lachner se encuentra en Egipto o si está muerto. ¿No tienes nada que decir?—preguntó Rashida impaciente sin dar tiempo a la joven conservadora a esgrimir una respuesta.

Ante tal bombardeo de preguntas, Asia no supo ni que responder. En el corto espacio de tiempo que llevaba conociendo a Larek, jamás la había visto tan enfadada.

—Esperaba el momento oportuno—repuso Asia, mientras miraba a un punto indeterminado de la recepción—. Hasta ahora, no había leído entero el cuaderno de campo. Quedé impresionada por el detalle de las líneas. Sois las únicas personas que saben de la existencia de esta información. No he pretendido bajo ningún concepto, aprovecharme de vosotros. Os lo aseguro. Solo he querido ser cauta en mi proceder. Sin embargo, entenderé en este punto que aun sabiendo las revelaciones, abortéis la misión.

— ¿Dónde está la justa Rashida Larek, la que siempre va de frente? ¿Se ha disuelto como un azucarillo? Me sorprende que tú des lecciones de moralidad. Cuando tú también has ocultado información. No te hagas la ofendida, eso no te pega—contraatacó Garish que había salido de su estado de letargo.

Larek, miró a su novio sorprendida por la reacción de éste.

—Asia, no vamos a abandonar nuestro compromiso—aclaró Garish—. Pero eso sí, dejémonos de media verdades que puedan afectar al buen funcionamiento de nuestra sociedad. Y por lo que a ti te concierne, cariño, cuéntale a nuestra amiga tus investigaciones—añadió en un tono áspero el joven egiptólogo.

Rashida, no obstante, se vio un tanto superada por el tremendo reproche que le había dado Garish. Hasta la fecha, había mantenido un perfil bajo, lejos de levantar la voz. Sin embargo, esos minutos fueron como si por alguna razón que no conocía, estaba viendo a otra persona.

— ¿Qué información has ocultado Rashida? Me has tratado de traicionarte, de ser una manipuladora, y ahora me entero que tú no eres mejor que yo. Has obviado que si quieres respeto, quizás debas primero respetarte. Y me parece que careces tanto de eso—Asia se defendió levantándose de su asiento sorprendida por el desaire de Larek—. Es verdad que no sé si Mark está en Egipto. Pero podemos colaborar los tres juntos si unimos lo que sabemos, de esta manera, llegaremos a buen puerto. ¿No crees?

Rashida quiso que se la tragara la tierra.

—Soy consciente que no he estado muy fina. Me he dejado llevar por la ira. No me reconozco, pero, si es verdad que te he cogido cariño, Asia. Te ruego, que me perdones. Lo siento tanto—al fin pudo contestar Rashida—. Hace cuestión de aproximadamente dos años más o menos, tuve que contrarrestar un análisis que hice a una momia un tanto extraña. A priori, el examen visual me llevó a la conclusión que las deformaciones que presentaba el cadáver, podría ser consecuencia de haber estado sometido a trabajos forzados. Tras realizarle una tomografía, los resultados fueron de lo más concluyentes: revelaron que la telomerasa había sufrido cierta mutación muy abrasiva. Sin embargo, y a pesar de lo increíble que pudiera parecer esto, no fue ni por asomo lo más extraño...—la chica hizo una breve pausa para tomar aire.

Tanto Asia como Garish, seguían atentamente la explicación.

—Sorprendentemente, pude extraer una muestra de sangre—retomó el argumento Larek—. Después de analizar su grupo sanguíneo, el individuo en cuestión, tenía RH negativo. A continuación, me puse en contacto con la doctora y amiga, Yaiza Ibor, doctorada en Paleogenética, en la universidad de Pennsylvania. Su respuesta fue la siguiente: "a tenor de los resultados confirmo sin error a equivocarme que por alguna mutación genética en nuestro cromosoma, hubo algo que propició un desactivador en nuestro ADN. Por lo tanto, concluyo que tu momia puede tener origen extraterrestre".

Asia se quedó con la boca abierta durante algunos minutos. Esa revelación era más que suficiente para abordar con más énfasis el misterio de una civilización fabulosa que encumbraba a medio mundo. Ponía de manifiesto, que con un cincel de cobre y miles de hombres no se pudieron construir las pirámides.

La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora