— ¿Por qué se ha mantenido esta información oculta durante tanto tiempo?—preguntó Garish.
Esa era la pregunta del millón, sin duda alguna.
—Quizás por diferentes intereses que no lograremos a entender. Cuando Howard descubrió este hallazgo, Preston Taylor, amenazó al viejo egiptólogo con desacreditarlo si lo hacía público. Para poder entender aún más su postura logré entrevistarme con Taylor. Su respuesta lejos de aclárame mis dudas, dejó un vacío. Él se escuda, en que si hubiera permitido su publicación, la reacción de la sociedad más conservadora del Reino Unido, hubiera sido nefasta para su amigo. Para aliviar su conciencia escribió una carta lamentando su decisión a la hija de Howard E. Sheridan.
Rashida entendió a la perfección lo que Asia había dicho minutos antes. Ese diario podría ser la piedra angular para iniciar la búsqueda de Mark Lachner.
En la ribera occidental del río , veinte kilómetros al sudoeste de , se erige majestuosa la estatua con cuerpo de león cuya cabeza se estima que representa al faraón Kefrén.
Este extraño ser híbrido, al que conocemos con el término de esfinge, de origen griego, es uno de los más llamativos del arte egipcio. Los antiguos egipcios lo denominaban Shesep-ankh, «imagen viviente», nombre que daban a las estatuas reales. Simbolizaban la idea de fuerza y poder, y generalmente se representaba al faraón bajo esta forma. Así lo indica el hecho de que las esfinges portaran el pañuelo real nemes, el ureo (representación de la diosa cobra Uadyet) y a menudo la barba postiza ritual, signos característicos de los soberanos egipcios.
A lo largo de los años, la meseta de Giza ha sido el objetivo de numerosas investigaciones científicas. Con el único fin de esclarecer de forma exacta cual es el origen del Antiguo Egipto. Desde geólogos, que afirman que el nivel de erosión de la esfinge, es debido a que estuvo sumergida. Hasta otros que afirman que los antiguos egipcios tenían un gran conocimiento del universo, heredado de otras civilizaciones.
Cara a cara con la esfinge, Garish sintió que un escalofrío recorría su cuerpo. Sus ojos emitieron una luz especial de satisfacción. A veces, su profesión le entregaba regalos de esta índole.
Garish sonrió.
"¡Qué hermosa eres!"—pensó el egiptólogo.
A pesar de los milenos transcurridos, la enigmática imagen conservaba todo su esplendor y belleza. No obstante, seguía maravillando a propios y extraños.
Garish cayó en la cuenta rápidamente, que la esfinge estaba desproporcionada. ¿Cómo puede ser que tuviera un cuerpo tan grande y la cabeza tan pequeña? Cuando los antiguos egipcios siempre mantenían las proporciones adecuadas.
Otra cosa en la que reparó fue que:
"La esfinge no ha tenido siempre cara humana ni cuerpo de león, en sus inicios fue tallada como unas escultura con forma de perro, dedicada al inconfundible dios Anubis, guardián del más allá.
En torno a ella, seguía habiendo un halo de misterio.
Por otro lado, Rashida que permanecía junto a su novio, no quiso romper la perfecta comunión que había entre Bowman y el emblemático monumento. Entendía el grado de alegría que suponía para Garish.
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La sangre del faraón
AdventureMark Lachner es secuestrado por una antigua sociedad secreta. A pocos días de una exposición, Asia Amble, Conservadora del Departamento de Egiptología del Museo Británico, encuentra por casualidad un diario donde se detalla el hallazgo de una ciudad...