Capítulo 25

2 0 0
                                    

Los pasos de Mark Lachner resonaban por el llamado barrio de Qasr al-Sham, también denominado barrio copto. Sin duda, el epicentro de la ciudad cariota.

Su denominación se debe a aquellos habitantes autóctonos que residían en la ciudad cuando los árabes conquistaron Egipto. Estos, cristianos egipcios en su mayoría, pasaron a denominarse "coptos".

Lachner pudo comprobar in situ, como se mezclaban edificios cristianos y judíos.

El único templo del Egipto Copto está ubicado en el lugar donde la hija del faraón se encontró al bebé Moisés. La Sinagoga de Ben Esdras era originalmente una iglesia cristiana, que los cristianos coptos de El Cairo tenían que vender a los Judíos en 882 d.C con el fin de pagar los impuestos anuales impuestas por los gobernantes musulmanes de la época.

En el centro de la planta inferior se encuentra una inmensa bima de mármol, de forma octogonal. Se trata de un altar dedicado a la lectura de la Torah. El interior de la sinagoga está decorado con figuras de estilo turco. También tienen mucha presencia los motivos florales, conocidos como arabescos otomanos, que rodean incluso a la gran estrella de David que se encuentra situada en el centro del techo.

El encargado de la conservación, era un antiguo miembro de la secta Lev Tahor llamado Leví Shlomon. Shlomon había denunciado al rabino Shiloh Weiss por un presunto delito de abuso psíquico y sexual. Después de la denuncia, Leví tuvo que refugiarse en Egipto, tras ser amenazado de muerte por el actual líder de la facción más ultraortodoxa judía.

Era uno de los privilegios más grandes que le quedaban por realizar en su agitada vida. Sin duda para él, este reconocimiento de la comunidad judía de Egipto era el justo premio a toda una vida dedicada a conservar la Halakha.

Lachner entró en el interior del templo. Aún era temprano, sin embargo, ya había algún turista. La pequeña población judía que todavía quedaba en El Cairo, acudía más tarde a rezar la Torah.

El arqueólogo vio a lo lejos en el altar, a un hombre vestido con el típico traje negro, tocado con el sombrero de ala ancha forrado en seda negra. Del cual, le crecían dos tirabuzones largos a cada lado de las orejas.

Mark se acercó silenciosamente, disculpe:

— ¿Qué hace aquí?—espetó con furia

—Solamente, he entrado para visitar el templo y hacerle algunas preguntas—contestó Mark—. Soy profesor de historia. Ayer visité el templo de Luxor. Para confirmar una información, pregunté a mi guía si allí se escondía un documento que aseguraban que había pruebas que los sacerdotes egipcios guardan información sobre quien construyeron las pirámides...

Shlomon miró con desconfianza al extraño que tenía enfrente suya.

—Disculpe señor...

—...Lachner—terminó la frase Mark.

— ¿Pero qué tengo que ver yo con todo esto?

—Mi fuente me ha revelado que ustedes guardan documentos históricos del pueblo judío en su geniza. ¿Es cierto o me han tratado de engañar?

—Señor Lachner, es cierto que hubo una época en qué en nuestra geniza, se guardaban varios textos de nuestra cultura. Sin embargo, fueron recopilados por Abraham Firkovich en mil ochocientos sesenta y tres.

—Entiendo—contestó un tanto disgustado, Lachner.

Mark salió del templo teniendo la sensación que aquel hombre sabía más de lo que había contado. Desilusionado, no tuvo más remedio que conformarse con su versión.


La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora