Rashida descendió por el pequeño desnivel que da acceso al foso de la estatua. Se limpió el polvo de su pantalón color caqui.
"Si desde arriba, impresiona. Ahora de cerca no tenía ni punto de comparación"—pensó la joven.
Recorrió el perímetro.
El cuerpo del león presentaba varios surcos provocados por una severa erosión, supuestamente debido a la filtración del agua en la roca caliza. Actuando lo mismo que una esponja.
En determinados tramos, la piedra se deshacía en grandes lascas. Sin embargo, Larek advirtió que había algo que no cuadraba en la Esfinge.
A medida que se alejaba del lomo, la roca se volvía más resistente a la degradación del clima desértico. Como si se hubiera colocado para ocultar alguna trampilla que permitiera la entrada a su interior.
— ¡Garish ven, quiero que veas algo!—gritó a su novio que seguía consultando el diario.
Asia supuso que por el tono de voz de Rashida, había encontrado alguna pista.
—Dame un minuto—respondió Garish, haciéndole señas a Amble para que lo acompañara.
Sin perder más tiempo, Garish y Asia acompañaron a Rashida.
— ¿Notas algo extraño en la roca?
Garish examinó concienzudamente el desgaste.
—No puede ser, debería de tener el mismo grado de erosión.
Asia que permanecía al lado de Bowman, no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
— ¡¿Qué sucede?! ¡¿Me lo vais a decir o lo tengo que adivinar yo?!—exclamó Asia enfadada por el suspense.
Rashida volvió su cara hacia Asia.
—La textura de la roca es completamente distinta a la caliza. No tiene sentido.
Mientras Larek, desvelaba su teoría, Bowman examinaba una gran superficie. Se apoyó sobre la superficie, cuando...
De repente, un mecanismo se accionó. Abriendo una losa y dejando entrever una ranura en la piedra de unos diez centímetros.
— ¡Es una puerta!—Exclamó Garish—. Con razón, nada era lo que parecía.
Bowman introdujo las manos en la abertura, sin hacer mucho esfuerzo consiguió abrirla. Cuando por fin estaba abierta, Garish se quedó un tanto dubitativo.
Adentrarse en la Esfinge sería igual que atravesar el inframundo egipcio. Es decir, para los antiguos egipcios era el último viaje hacia la inmortalidad. Donde Osiris, sería el juez y verdugo de su alma.
Varios días atrás, se equiparon con el equipamiento necesario para su misión.
Bowman sacó de su mochila una luz química, que según las instrucciones tendría una duración de ocho horas.
Garish dobló la barra y la cápsula que había en su interior se rompió. Mezclándose las dos sustancias, provocando una luminiscencia de color verde brillante.
"¿Quién sería el primero en entrar?"
Garish arrojó al interior la pequeña barra de luz.
Iluminando las paredes dándole un aspecto todavía más tétrico, como si Anubis estuviera esperándolos para superar las distintas pruebas que deberían superar en el inframundo.
En esos momentos de incertidumbre, Asia sintió un impulso de abandonar definitivamente la misión. Sin embargo, su naturaleza no era la de rendirse ante la adversidad. Debería de seguir con todas las consecuencias. Aunque las fuerzas flaquearan.
Súbitamente, Larek fue la primera en tomar la determinación de adentrarse en un mundo subterráneo tan imprevisible como inesperado. Sin la más mínima idea de cómo afrontar los distintos niveles que pudiera tener la esfinge.
Después de varios minutos, Garish y Asia, siguieron a Rashida.
Para completar con éxito su búsqueda, deberían de seguir su instinto y una serie de parámetros que le serian de gran ayuda para conseguir alcanzar su destino.
Accedieron a través de un laberinto de antesalas funerarias talladas en la roca con el objetivo de confundir a los ladrones o saqueadores de tumbas.
El ambiente era húmedo y fresco comparado con el terrible calor de la superficie.
En vista de la estrechez del pasillo, el ritmo de la caminata se volvía monótono. Si a eso se le sumaba que respirar se hacía cada vez más angustiosa, nada marchaba a su favor.
De momento, la referencia de hacia dónde conducía el corredor era mínima. Teniendo en cuenta que los antiguos egipcios, excavaban intrincados laberintos de pasadizos.
Larek que encabezaba la fila de vez en cuando, volteaba su cabeza y miraba por encima de su hombro derecho. A fin de interesarse por el estado de su novio, porque podría sufrir un ataque de ansiedad.
Garish se percató de esta circunstancia e hizo un gesto levantando su pulgar, para indicar que todo iba bien.
Asia permanecía en silencio.
Bowman sentía que en algún momento del trayecto, su alma se desprendía de su cuerpo. Con la intención de vagar sin rumbo fijo por el más allá.
El aire empezaba a disminuir, a consecuencia del claustrofóbico túnel. Casi sin aliento, y una vez pasado el laberinto, Garish divisó a lo lejos la fachada de un antiguo templo de estilo egipcio. Realizada con una mezcla de cal y arena en un fondo liso. Cuando se acercó al lugar, descubrió que se trataba de un escalón tallado en la piedra... y, al retirar la tierra, aparecieron dieciséis peldaños que desembocaban en el frontispicio de una tumba.
Pareciera que ese descubrimiento insufló de nuevo oxígeno en sus pulmones.
Tras abrirse camino por el pasadizo, Garish llegó a la entrada sellada de la tumba. Con manos temblorosas, abrió una brecha e introdujo una luz química.
Rashida le preguntó:
—"¿Distingues algo significativo?"
A lo que Bowman respondió:
—Cosas inesperadas.
Con ayuda de sus colaboradoras, retiraron los escombros. Apareció un dintel sobre la puerta de entrada, coronada por una decoración formada por un disco solar alado. Unos escalones conduce a la entrada, flanqueada por dos columnas y una colosal estatua que representa al dios halcón Horus (hijo de Isis y Osiris), con cabeza de esta ave rapaz y cuerpo de hombre. La estatua, de casi dos metros de alto y hecha de granito negro, conserva la cabeza y el torso (se han perdido las extremidades), y se apoya en una pilastra que no contiene inscripciones. El cuerpo de la deidad viste el típico faldellín plisado egipcio, y está ajustado con un cinturón.
El hipogeo tiene una forma de L invertida, con un patio abierto que conduce a una sala cuadrada, un pasillo y una estancia interior. Está extraordinariamente bien conservada y pintada. En su interior, los muros de la tumba presentan numerosas leyendas y dos relieves frontales del rey Akhenaton.
Por su parte, Asia contemplaba en estado hipnótico la tumba subterránea, los frescos deslumbrantes de gran colorido y significado.
—Muy posiblemente este yacimiento no haya hecho más que empezar a revelar sus secretos—comentó con júbilo Asia saliendo de su letargo emocional.
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La sangre del faraón
AdventureMark Lachner es secuestrado por una antigua sociedad secreta. A pocos días de una exposición, Asia Amble, Conservadora del Departamento de Egiptología del Museo Británico, encuentra por casualidad un diario donde se detalla el hallazgo de una ciudad...