Capítulo 17

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La cadena de noticias, CNN, era la preferida de Asia Amble para informarse. Esa noche, no perdía detalle del presentador que comentaba el supuesto ataque terrorista en Buckingham Palace. Cansada de tantas malas noticias, la joven apagó el televisor y decidió averiguar más sobre el diario. Los ojos de Asia se movían rápidamente por las pequeñas hojas del cuaderno de campo de Howard. Tratando de asimilar tanta información. Por momentos, Asia tenía que apartar la vista, ya que los notaba resecos y empezaban a picar. Parpadeaba varias veces para rehidratarlos.

Hacia escasamente unos días que lo había hojeado de forma precipitada. Con el miedo de que alguien la descubriera. Lo poco que pudo retener, le pareció significativo. Sin embargo, no pudo llegar a una conclusión clara.

Ahora, leería el diario detalladamente para averiguar y hacerse una idea de la aportación del viejo arqueólogo.

La joven, se vio sumida en la lectura. No podía dejar de leer. Sin apenas darse cuenta, su smartwacht marcaba las tres y media de la mañana.

A la mañana siguiente, la cara que reflejaba el espejo del baño de la habitación del hotel, no era ni la sombra de las jornadas anteriores: ahora unas ojeras incipientes, daba la sensación que su rostro hubiera envejecido en cuestión de horas.

Tras unos segundos de reflexión, resolvió que era hora de compartir la investigación con Garish y Rashida. A fin de cuentas, hacerles partícipes de esa información haría más fácil la búsqueda de Mark.

Ya en el hall, Asia esperaba sentada en una butaca a la espera de que la joven pareja hiciera acto de presencia. En el momento que los divisó, les hizo una señal con el brazo.

Ambos jóvenes se miraron mutuamente.

Su aspecto físico, era la de una joven anciana. Presentaba un semblante duro, sin apenas vida. Lo cual llamó poderosamente la atención de Rashida.

— ¿Te encuentras bien, Asia?—preguntó preocupada su amiga.

—He tenido noches mejores—respondió ocultando su rostro.

— ¿Le ha pasado algo grave a tu padre?—intervino Garish poniendo su mano en el hombro de Amble.

—No, no es eso...—dejó en suspenso su respuesta.

Asia se tomó su tiempo para contestar:

—Hay algo que no os dije en nuestro fortuito encuentro en Londres—empezó su explicación—. Haciendo inventario para la exposición, abandonado en un rincón encontré un cofre. Y cuando lo abrí, en su interior había este pequeño diario. Intrigada por el hallazgo, me dispuse a hojearlo. En esos instantes, leí solo unas pocas páginas y me quedé muy sorprendida por sus dibujos...

Rashida seguía con atención y queriendo saber a dónde llegaría todo ese argumento.

—Su propietario—prosiguió Asia—, documentó cada uno de sus hallazgos en las páginas y amenazó a Preston Taylor que en los años sesenta era el director del Museo Británico con hacerlos públicos.

—Disculpe, señorita Amble, pero no entiendo que tiene que ver todo esto con nosotros—exclamó Garish.

—En ese momento entendí que revelar su contenido podría perjudicar la memoria de Howard. Pero pasaban los días y me sentí intrigada por conocer cuál sería el alcance de su investigación. Anoche quise descifrar las notas que Sheridan plasmó en las distintas hojas. Sin embargo, por muchas vueltas que le di, no logré averiguar gran cosa. Y decidí que había llegado el momento de desvelar el hallazgo.

Asia tuvo la certeza de que en algún instante, las dos personas que oían su explicación se levantarían y se fueran indignadas por ocultarle esa información. Sin embargo, se mantuvieron callados sin mediar palabra. Garish negaba con la cabeza.


La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora