Capítulo 31

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El monitor del geolocalizador marcaba la nueva posición de Lachner.

"Excelente, Mark. Veo que estás haciendo bien tu trabajo"—manifestó Esfinge mirando la pantalla.

A medida que observaba que la misión iba cogiendo cuerpo, el hombre enmascarado, estaba al cien por cien satisfecho por contar entre sus filas con uno de los más reputados arqueólogos de Europa. Había sido años de seguir la trayectoria profesional de Lachner. La ocasión lo merecía, preservar la especie era vital.

Nunca dudó del buen hacer de su nueva adquisición. Aunque, a veces, le sacara de sus casillas. Él era quien disponía las normas y nadie tendría el valor suficiente de rebatírselas.

Según las coordenadas, Mark se encontraba en El Cairo.

Minutos antes, su posición era Amarna.

Seguro de sí mismo, apenas unos meses antes, fue nombrado líder absoluto de la organización. Su nombramiento, no gustó mucho a los diferentes miembros. Esto suponía un verdadero obstáculo. Supuesto que la inclusión de un extraño, echaría a perder la esencia de la política de los estamentos de la entidad.

Por el contrario, aunque nadie estuviera de acuerdo con el relevo generacional, asumirían con resignación la última voluntad del anciano.

En el interior de la sala de la logia, ataviados con su uniforme tradicional, varios grupos de miembros intercambiaban opiniones. Poco después, paulatinamente, cada uno ocuparía sus asientos en las gradas según su grado en la jerarquía.

La ceremonia de investidura, comenzaría con la lectura de un manifiesto a cargo del Gran Maestre, Foster Bicorp:

—Siguiendo la última voluntad de nuestro querido y admirado, Reinard Potries... Hoy nos reunimos aquí en un día histórico para la hermandad, para elegir a un nuevo guía. Estoy convencido, que respetará con orgullo los preceptos que enmarcan nuestra sociedad. Ante nosotros, se abre un periodo de cambio. Un cambio que hará crecer aún más nuestra política.

Y seguro, que será un digno inquilino para ocupar el sillón de Horus.

Después de leer su discurso, Foster hizo una señal con la cabeza al hombre que esperaba en la puerta del fondo.

Escoltado por cuatro miembros, el candidato caminaba ceremonioso por el pasillo enmoquetado con una alfombra de terciopelo roja.

Los asistentes susurraban.

Al llegar a las escaleras, Bicorp, instó al hombre a pronunciar el juramento con la mano izquierda sobre los estatutos de la sociedad:

—Juro acatar por mi honor, y guardar con mi vida si fuera preciso los secretos que me han sido revelados.

—Lo juro.

—Generación tras generación, Nuestra Orden ha llevado con orgullo la descendencia de nuestro soberano supremo. Hemos guardado incluso con nuestra propia vida todo aquello que es relevante para salvaguardar una identidad. Así que, amo, háganos sentirnos orgullosos de usted.

Henchido de orgullo, el hombre respondió:

—Sé de buena tinta, que hay personas con mucha más experiencia que yo. Y que ven en mi nombramiento una grave amenaza. En ningún momento, he venido a suplantar a nadie. Solo quiero que me den la oportunidad de demostrarles que soy un digno sucesor. Estén tranquilos, me dejaré mi sangre en mi propósito. Se lo juro.

Investido como nuevo Sumo Maestre, subió los siete escalones y se sentó en su trono.

Sin embargo, todo cambiaría...


La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora