Capitulo 13

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El inspector de Scotland Yard, Martin Obed, coordinaba a sus hombres para establecer un perímetro de seguridad en los alrededores de Buckingham Palace. A fin de evitar una segunda masacre por parte de un posible segundo tirador.

Por fortuna, en la residencia real, la reina María Victoria III, estaba en visita oficial a Francia.

Los agentes interrogaban a los testigos presenciales para establecer la línea de investigación precisa. Cada uno de ellos, coincidían en que todo sucedió muy rápido y producto del miedo corrieron sin rumbo fijo para resguardarse de alguna bala perdida.

Producto de los nervios, ninguno de los interrogados arrojaba luz al incidente. Nadie dio datos concisos.

No obstante, hubo un joven que sorprendió a su interrogador al aportar de manera detallada hasta el más mínimo detalle.

—Paseaba a mi perro cuando observé a un hombre de mediana edad que abrió fuego a la muchedumbre. Me quedé sin poder de reacción, fue algo dantesco. No creía lo que mis ojos presenciaron. Había gente que con sus manos se cubrieron los oídos ya que el ruido era ensordecedor. Decenas de personas cayeron al suelo alcanzadas por las ráfagas de proyectiles que salían del arma. Otras huyeron asustadas hacia un lugar seguro. Todo fue caos, se lo aseguro. Desde mi escondite, vi como el individuo huía hacia Constitution Hill, en dirección hacia el Arco de Wellington. Antes del tiroteo, me sorprendió, de forma sospechosa ver una furgoneta de color blanca aparcada a escasos metros de aquí. Pero no quise darle más importancia.

Sorprendido por la declaración del testigo, el agente tuvo que hacer un ejercicio de constricción y tragarse de manera sutil alguna reprimenda del tipo:

"Es usted estúpido, sabe lo que nos hubiera ahorrado si hubiera denunciado"

La furgoneta del terrorista fue abatida dos horas después.

A tenor de los últimos acontecimientos y cansado de ser un mero juguete en manos de un niño caprichoso, Mark Lachner, estableció una serie de prioridades que según él, le ayudaría a darle una vuelta de tuerca a la misión. Con el único objetivo de ganar cierto tiempo. Tiempo que emplearía para zafarse del marcaje tan férreo que ejercía su secuestrador. Ya poco importaría las consecuencias.

Lachner por primera vez, constató de manera clarividente que a su captor se le había pasado un pequeño detalle: que como buen jugador de ajedrez, sin duda, buscaría la jugada perfecta para poner en apuros a su secuestrador. Y que con una tela de araña perfectamente tejida, daría el jaque mate definitivo.

Con el ánimo por las nubes, Mark emprendió camino hasta el lugar que se le había indicado en su itinerario para empezar su trabajo. No obstante, antes de todo esto, debía de hacer acopio de lo necesario para atravesar ese infernal mar de dunas.


La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora