Michael Tullen sonrió entre dientes. A la vista de que por fin Mark, había roto el hielo entre ellos. Rectificar en su pose, suponía una actitud muy loable. Lo que le honraba.
Tullen esperaba que no fuera un simple espejismo. Aunque por ahora se conformaría, estaría alerta por si decidiera cambiar en el último instante.
De momento todo iba sobre ruedas.
Satisfecho por haberse ganado su confianza, reconoció que tuvo que trabajar bastante. A base de paciencia eso sí. Su mayor virtud.
Quizás ahora pasaría a la fase más difícil. Una vez que había caído en la trampa; era asestar el golpe mortal. Esa cuestión la dejaría para más adelante. Momentáneamente, seguiría actuando igual.
En otro orden de cosas, Mark había asumido que formaban un tándem perfecto. Ambos sumaban años de experiencia en las investigaciones arqueológicas y se podían complementar a las mil maravillas. Sin embargo, casualmente, ninguno se fiaría del otro. Por lo que pudiera ocurrir.
La visión del trabajo de Mark difería mucho de la manera de Tullen.
Lachner era un lobo solitario, acostumbrado a que nadie interfiriera lo más mínimo en su manera de proceder. Aunque a veces ese maldito defecto suyo le acarreara numerosos conflictos.
Por el contrario, Michael entendía que trabajar en equipo aportaba más valor en el sentido que aportaba una visión más amplia. Es decir, que mejora el dinamismo entre los diferentes individuos.
Dos personalidades muy diferentes, pero si lograban trabajar en armonía podría ser una alianza fructífera.
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La sangre del faraón
MaceraMark Lachner es secuestrado por una antigua sociedad secreta. A pocos días de una exposición, Asia Amble, Conservadora del Departamento de Egiptología del Museo Británico, encuentra por casualidad un diario donde se detalla el hallazgo de una ciudad...