Capítulo 35

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Cada vez era más las voces dentro de la logia que se alzaban en contra de la gestión del desconocido. Una de ellas, la de Flinders Cotes que sospechaba que su nuevo Sumo Maestre, guardaba algún as bajo la manga.

Nadie conocía su verdadero nombre, era una de las cosas que al antiguo Gran Maestre, no interesó en ningún momento.

Alegaban que con su nueva política, pondría en serio peligro la verdadera unidad de la sociedad. Foster Bicorp, en un intento de conciliar ante el conflicto, pidió paciencia a los miembros de más edad del consejo:

—Señores, tranquilidad. No nos pongamos nerviosos. Debemos de ser coherentes en esta situación y permanecer unidos. Hace milenios que nuestra organización ha sufrido numerosos cambios en su organigrama. Y ha mantenido su alma en perfecta salud. Nuestro objetivo es mantener a salvo nuestra herencia. Algún día la historia, nos recompensará.

Las palabras de Bicorp, sin embargo, no fueron muy alentadoras.

—Foster, entendemos de verdad tu postura—respondió Flinders, el anciano que se sentaba a su lado—, pero no sabemos nada de este hombre. De un día para otro, es nombrado como Sumo Maestre, con el nombre en clave de Esfinge. ¿Quién nos asegura que no ha entrado en nuestra logia para revelar al mundo todos nuestros secretos? ¿Sabes la repercusión mediática que supondría todo esto? Se nos echaran en lo alto como hienas hambrientas en busca de carroña—añadió negando con la cabeza.

Los demás hombres del consejo empezaron a murmurar.

—Bicorp, ¿sabes algo que no sabemos nosotros?—Prosiguió Cotes—. Sabes perfectamente que la traición está penalizada con la muerte. Los estamentos son muy claros al respecto. ¿No se te habrá olvidado?

Ante el comentario de Flinders, no pudo mantener la boca cerrada.

— ¿Me estás amenazando? Sé lo mismo que vosotros. Una semana antes de su muerte, Potries me citó a solas en su despacho, con el objetivo de hacer algunos cambios en la organización. Me dijo, que había conocido a un hombre por medio de la prensa que reunía los requisitos para formar parte de la logia. Tenía dinero y lo más importante, contactos. En este mundillo, si vas perdiendo socios es muy difícil hacer buenos negocios. En el pasado, había tenido problemas con la ley, pero no me comentó de que tipo. Eso sí, que sabía resolver los problemas de forma expeditiva. Así que, a su muerte, el sería la nueva cabeza pensante. No pude hacer más. Lo que vio en este individuo se lo llevó a la tumba.

La explicación de Foster había sido concisa.

Foster era la mano derecha de Reinard. Su amistad se fraguó en la fiesta de Phi Delta Theta, en La Miami University-Oxford.

En sentido contrario, Mark no mostraba ningún sentimiento de culpa por volverle de nuevo la espalda a Tullen. Durante algunos instantes, el instinto humano despertó en Mark.

Lachner sopesaba la idea de que a lo mejor no estaba actuando de buena fe con Michael. Quizás debería de ser menos intransigente con su compañero de aventuras.

Contrariamente, seguía tomando las riendas de la expedición.

A pesar de lo insólito de su testimonio, tuvo que reconocer que la información vertida por él, había dado sus frutos. Y eso, era una garantía de éxito.

Mientras se acercaba hasta la posición de Mark, el reportero, observó algo distinto en la actitud del arqueólogo. Algo que no encontró en los días anteriores. No obstante, entendió que si quería disculparse debía de dar el primer paso. Puesto que él, solo quería ayudar.

—Michael, siento haberme comportado como un idiota—se disculpó Mark.

—Tienes razón, has sido un completo imbécil. He actuado de buen corazón, pero solamente he encontrado un mar de obstáculos por tu parte. Cosa que me enfurece enormemente. Aprecio que te hayas dado cuenta. Ya sabes lo que dicen: más vale tarde que nunca.

Con el firme compromiso de cambiar su postura, Lachner estrechó la mano de Tullen para sellar la tregua.

La sangre del faraónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora