Capítulo 2

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Me encontraba muy feliz, saltando de felicidad por los pasillos de mi casa, yendo a la habitación de mi hermano pequeño, para darle la buena noticia

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Me encontraba muy feliz, saltando de felicidad por los pasillos de mi casa, yendo a la habitación de mi hermano pequeño, para darle la buena noticia.

Abrí fuertemente la puerta de su habitación, encontrando a Hugo jugando frente al televisor, el menor giro su cabeza hacia mi, mirándome con su ceño fruncido, pausó su juego y se quitó sus audífonos.

— ¿Que pasa Em? — preguntó mi hermano acercándose, con una sonrisa gigante corrí hacia él y lo abracé.

— Me aceptaron Hugo ¡me aceptaron! ¡iré a Los Ángeles! — el pequeño se separó y me miro sin expresión — ¿puedes creerlo? — emociona sonreí.

— No puedes ir — dijo serio mi hermano, confundiéndome y dando un paso atrás.

— ¿Que?

— No puedes irte Emma — serio se giró, caminando hacia la ventana.

— Pero ¿Hugo? ¿porque estás diciendo eso? deberías estar feliz por mi.

— No lo estoy, me abandonarás Emma — se giró enojado.

— No te abandonare, iré y volveré algún día.

— ¡Eso es abandonar!

— Hugo, es mi sueño y tu lo sabes bien, siempre eh querido irme de aquí, viajar.

— Lo sé, pero ¿no puedes llevarme contigo? — dijo triste mirándome con sus ojos húmedos.

— Oh, mi bebé— me acerqué a él y lo apreté en mis brazos — te llevare en unos años Huguito.

— ¿Lo prometes? — preguntó mirándome a los ojos.

— Lo prometo — levante mi meñique — pinky promise, hermano.

— Pinky promise, Em — levantó su meñique y lo entrelazó con el mío. Sonreímos y nos volvimos a abrazar — me tendrás que llamar todos los días.

— Así será, pero aún falta para que me vaya enano.

— ¿Cuanto?

— No lo sé, en unos meses, creo. Mañana me darán la información.

— ¿Cuando les dirás a mis padres?

— Nuestros padres, tonto. Mmmm, se los dire hoy, creo.

— ¿Y a Felipe?

— No lo sé, pero no será muy difícil decirle — mire hacia la ventana.

Sin decir nada más, salí de la habitación hacia la mía, entre en ella y me tire de espaldas en la cama, con una sonrisa de boba, pero pensativa.

¿Cómo le diría a Felipe, mi novio de años que me iría a otro país?

Igualmente no me dolía dejarlo, sinceramente, ya no sentía lo mismo que al principio de nuestra relación, cuando teníamos 16 años y estábamos en la escuela. El amor que sentía por el se había esfumado lentamente con el pasar de los meses, desde que había salido de la escuela y había ingresado a la universidad.

EXCHANGE, Joshua BassettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora